martes, 24 de julio de 2018

CON TRUMP NO SE PONE EL SOL EN EEUU


El alcance de las 'operaciones especiales' convierten a EEUU en un imperio global

Una investigación reciente del periodista Nick Turse revela la dimensión de las intervenciones de las fuerzas especiales del Ejército de Estados Unidos, la mayoría de las cuales ni trasciende a la opinión pública ni cuenta con la supervisión del Congreso de EEUU



Trump se dirige a las tropas en San Diego el pasado marzo. Sandy Huffaker/AFP



"Imperio" no es una palabra a tomarse a la ligera. ¿Puede EEUU ser definido como tal? La respuesta, a la luz de la última investigación del periodista estadounidense Nick Turse, es afirmativa. En su último artículo, publicado consecutivamente en TomDispatch y The Nation, el autor de Dispárale a todo lo que se mueva (Sexto Piso, 2014) explica el alcance de las fuerzas de operaciones especiales (SOF) del Ejército estadounidense, cuya actividad casi nunca trasciende a la opinión pública. Estas fuerzas participan en misiones que van desde el reconocimiento y ofensivas a pequeña escala hasta contraterrorismo, rescate de rehenes y tareas de seguridad, pasando por la instrucción y asesoramiento de otros ejércitos. "Y todos los días, y prácticamente en todas partes, comandos estadounidenses están implicados en diversos tipos de instrucción", escribe Turse.

Presentes en casi 150 países

"A menos que terminen en desastre, la mayoría de estas misiones permanecen en la sombra, desconocidas para todos salvo para un puñado de americanos", señala el autor. Las cifras lo respaldan: según datos proporcionados por el Mando de Operaciones Especiales de EEUU (Ussocom o Socom), el año pasado estas tropas de élite se desplegaron en 149 países –alrededor del 75% de las naciones del mundo– y este año llevaron ya a cabo misiones en 133. Como recuerda Turse, se trata de una cifra que no ha parado de crecer, puesto que prácticamente iguala el número de operaciones durante el último año de Barack Obama en la presidencia y es más del doble que en los últimos días de la administración de George W. Bush.
El trabajo –rápido, eficaz, sigiloso– de los soldados de las fuerzas especiales no es tan vistoso como el despliegue de grandes ejércitos, pero en el mundo actual es más importante. Washington lo sabe y apuesta por ello. Según explicó a Turse el portavoz de Socom, Ken McGraw, en 2001, por ejemplo, se desplegaron una media de 2.900 comandos a la semana, una cifra que ha aumentado a los 8.300 actuales. De un personal en 2001 de 42.800 efectivos –entre soldados en activo, reservistas y voluntarios de la Guardia Nacional– se ha pasado a 63.500.
La misma tendencia se observa en el presupuesto, que pasó de 3.100 millones de dólares en 2001 a los 12.300 millones de dólares actuales, sin contar que los tres cuerpos del Ejército estadounidense –el Ejército de Tierra, las Fuerzas Aéreas y la Armada, además de los marines– cuentan con sus propias divisiones de fuerzas especiales, con un presupuesto anual de 8.000 millones de dólares.
"Todo esto significa que, en cualquier día del año, más de 8.000 soldados, bien pertrechados y bien financiados [...] se encuentran desplegados en aproximadamente unos 90 países", resume el periodista.

Operaciones en la sombra

La lista de países en los que estas fuerzas especiales se encuentran desplegadas es larga y, además de los sospechosos habituales, como Afganistán, se encuentran en ella también un buen número de países africanos, como Níger, Burkina Faso o Senegal, e incluso asiáticos, como Tailandia, además de otros destinos más sorprendentes, como Alemania o Suecia, donde los Rangers y los Boinas Verdes llevaron a cabo respectivamente una instrucción en combate de invierno en el Ártico.
"A comienzos del mes pasado, en un pequeño puesto militar cerca de la olvidada ciudad de Jamaame, en Somalia, hubo un intercambio de disparos mientras llovían los morteros. Cuando el ataque terminó, un soldado somalí resultó herido, y, de haber sido ésa la lista de bajas, sin duda nunca hubiérais oído hablar de él", narra Nick Turse. "Lo que ocurrió", continúa, "es que en aquel puesto avanzado también operaban comandos estadounidenses y cuatro de ellos fueron heridos, tres de ellos de consideración, lo suficiente como para tener que ser evacuados para recibir atención médica. Otro soldado, el sargento Alexander Conrad, miembro de las Fuerzas Especiales del Ejército de EEUU, también conocidas como Boinas Verdes, resultó muerto."
El artículo describe casos similares en Níger o Somalia en los que resultaron heridos soldados pertenecientes a este tipo de tropas. Como Turse destaca, vale la pena notar que EEUU no libra oficialmente ninguna guerra en África, y todas estas misiones se presentaron a la prensa como de "asesoramiento y asistencia" a las fuerzas locales. O como "patrullas de reconocimiento" dentro de una misión para "instruir, asesorar y asistir" a tropas africanas, cuando la evidencia era ya difícil de rebatir, como misiones para eliminar objetivos de milicias islamistas, sobre todo las asociadas a Estado Islámico.
"Los Boinas Verdes, los Navy SEAL y otros comandos, que actúan bajo la poco entendida cláusula legal conocida como Sección 127e ["apoyo a las fuerzas especiales para combatir el terrorismo"], han participado en tareas de reconocimiento y acción directa en incursiones con fuerzas especiales africanas en Somalia, Camerún, Kenia, Libia, Mali, Mauritania, Níger y Túnez", resume el autor.
Si en 2006 únicamente un 1% de los comandos especiales estadounidenses operaba en el continente africano, diez años después se trataba ya del 17% (unos 1.700 efectivos en 20 países), el mayor porcentaje, solo superado por Oriente Medio.

¿Cambio de foco?

Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el Pentágono se plantea ahora reducir el número de tropas especiales en el extranjero. En el caso de África, por ejemplo, el contingente quedaría en 700 soldados de élite, la misma cifra que en el año 2014. El anuncio ha generado críticas entre algunos analistas de seguridad: los hay que consideran que con la medida puede haber un repunte del terrorismo yihadista en la región; otros, en cambio, temen que el vacío dejado por Estados Unidos sea llenado por China.
A pesar de la retórica aislacionista del presidente estadounidense en sus comparecencias públicas, "los recortes planteados parecen ajustarse a la última estrategia de defensa nacional del Pentágono", indica Turse. El propio secretario de Defensa, James Mattis, declaró en enero que, aunque Estados Unidos continuaría "su campaña contra los terroristas", "la competición entre grandes potencias, y no el terrorismo, es el foco principal de la seguridad nacional de EEUU". En la decisión podría haber pesado, además, el agotamiento físico y mental expresado por las propias unidades de fuerzas especiales.
Mattis precisó que la distinción entre tropas especiales y convencionales era cada vez más difusa. También se guardó una bala en la recámara. A finales de 2017 adelantó que EEUU continuará "expandiendo las fuerzas convencionales allí donde sea apropiado." Y añadió: "Yo anticiparía un mayor uso de las mismas". No parece que el águila estadounidense tenga pensado alzar pronto el vuelo y volver al nido.

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