Periodista y escritor argentino
Este lunes, en Astaná, capital de Kazajistán, se lleva a cabo una nueva
reunión para intentar encontrar una solución política y negociada al
conflicto interno en Siria. A diferencia de los anteriores encuentros,
como los realizados en Ginebra, éste es auspiciado por Rusia, Irán y
Turquía, con el aval del gobierno del presidente Bashar Al Assad. Al
mismo tiempo, la reunión deja de lado a Estados Unidos y a sus aliados
monárquicos del Golfo Pérsico, aunque la administración del mandatario
turco Recep Tayyip Erdogan presiona para que Washington sea incluido.
El esperado encuentro en Astaná sí tiene similitudes con los
anteriores con respecto a la ausencia de los pueblos del norte de Siria,
especialmente los kurdos. Aunque el norte sirio es controlado por las
Unidades de Protección del Pueblo (YPG/YPJ), que han demostrado una
feroz resistencia contra los grupos terroristas -como en el caso de la
liberación de la ciudad de Kobane en poder del Estado Islámico-,
nuevamente esa fuerza y quienes conformar la Federación del Norte de
Siria fueron excluidos.
¿Cuáles son las razones para esta situación?
Desde que se inició la crisis en Siria, el gobierno de Erdogan fue
el principal impulsor para derrocar al presidente Al Assad. En paralelo,
el Estado turco rechazó el levantamiento popular del pueblo kurdo, que
tomó el control total del norte de Siria, luego que el Ejército Árabe
Sirio se retirara. Para el gobierno de Turquía, tanto las YPG/YPJ como
el Partido de la Unión Democrática (PYD) son organizaciones
“terroristas”, equiparables al Estado Islámico, pese al fuerte respaldo
popular que tienen. El pueblo kurdo del norte de Siria,
que ronda los dos millones de habitantes, desechó la opción de sumarse a
los grupos armados irregulares que se expandieron por el país generando
caos y muerte. Al contrario, se levantaron demandando que se cumplan
sus derechos básicos, tanto políticos como culturales. Desde que el
norte sirio fue liberado, se inició la construcción de una nueva
estructura administrativa, alejada del Estado-nación impulsado hasta el
momento. Asambleas populares, feminismo, respeto a los derechos
religiosos y étnicos, una economía basada en el cooperativismo, y una
amplitud democrática que busca convertirse en anticapitalista, son las
líneas básicas de este proceso todavía en marcha. Por supuesto, para
Turquía esto es inadmisible. La frontera de casi 900
kilómetros entre Siria y Turquía es territorio kurdo, y el gobierno de
Erdogan tuvo siempre en claro que las aspiraciones de los kurdos y las
kurdas que abrazan el Confederalismo Democrático, ideología del Partido
de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), no puede seguir
desarrollándose. El ejemplo más claro es en el propio territorio turco:
desde hace casi dos años, el gobierno desató una feroz represión contra
el pueblo kurdo, llegando a arrestar a 11 diputados y diputadas del
Partido Democrático de los Pueblos (HDP), la tercera fuerza política del
país. Aunque ahora el gobierno turco esté presionado
(principalmente por Rusia) para detener su injerencia en Siria y cortar
su apoyo logístico a los grupos terrorista, Ankara mantiene su postura
inamovible de represión al pueblo kurdo. Desde que Turquía ingresó con
su Ejército a territorio sirio, sus principales blancos son los pueblos y
aldeas kurdas. Desde las YPG/YPJ han denunciado los bombardeos y
asesinatos de civiles, pero hasta ahora nadie se hizo eco de estos
hechos. Tanto para Rusia e Irán lo fundamental es estabilizar al
gobierno sirio y, por lo que parece, por ahora el pueblo kurdo ha
quedado de lado. Un toque de alerta sobre la reunión en
Kazajistán fue dado por Saleh Hamawi, un opositor sirio vinculado a los
grupos terroristas, quien aseguró a la cadena Al Mayadeen que “Turquía
quiere participar en la conferencia de Astana sólo para dar la impresión
de que respeta sus compromisos con Rusia”. Hamawi aseguró
que el objetivo real de Ankara es detener el avance del Ejército sirio y
llevar a cabo una reestructuración militar de los grupos armados
irregulares. Al mismo tiempo, según el representante opositor, Turquía
intenta generar contradicciones entre Moscú y Teherán. A
su vez, quienes sí participarán en Astaná son los miembros del Consejo
Nacional Kurdo (CNK), en representación del gobierno del Kurdistán
Autónomo de Irak, dirigido por el polémico Maseúd Barzani, quien
mantiene una estrecha relación con Erdogan, Estados Unidos e Israel. La
administración de Barzani es un aliado pleno de Turquía en la lucha
contra las YPG/YPJ, razón por la cual mantiene bloqueada las fronteras
con territorio sirio. El proceso social y político en el
norte de Siria es incómodo. Poco conocido, pero incipiente, las YPG/YPJ,
el PYD y el máximo órgano de gobierno de la región (el TEV-DEM),
dejaron en claro que la ausencia del pueblo kurdo y de otras
nacionalidades del norte de Siria va a llevar el encuentro al fracaso.
La resistencia demostrada contra los grupos terroristas y, al mismo
tiempo, la construcción de una sociedad inclusiva, democrática y con
aspiraciones liberadoras, son ejemplos que no se pueden soslayar para
alcanzar una solución a la crisis en Siria. Y como han dejado en claro
los kurdos de Siria, esa solución debe llegar respetando la unidad
territorial del país, pero con reformas profundas en el actual sistema
de Estado-nación. Hasta ahora, el gobierno sirio aclaró
que la cuestión kurda será tratada luego de que se logre la derrota
total de los grupos terroristas. Desde las organizaciones kurdas han
declarado su disposición al diálogo, pese a la desconfianza y temores
que acarrean hace muchas décadas. Sin duda, la ausencia de los kurdos en Astaná repercutirá, tarde o temprano, en el futuro de Siria.
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