sábado, 18 de julio de 2015

UN NUEVO BALANCE DE PODER EN MEDIO ORIENTE

Finalmente, luego de años de negociaciones con sus picos y sus valles, el grupo de potencias nucleares más Alemania, conocido como "5+1", llegó a un acuerdo de largo plazo con la República Islámica de Irán.

Finalmente, luego de años de negociaciones con sus picos y sus valles, el grupo de potencias nucleares más Alemania, conocido como "5+1", llegó a un acuerdo de largo plazo con la República Islámica de Irán. El convenio compromete al gobierno iraní a un retroceso tecnológico voluntario en materia de control del ciclo de combustibles nucleares. Irán reducirá 20 veces (de 6000 kilos a 300) la cantidad de uranio enriquecido en su poder y, lo más importante, disminuirá del 20% al 3,65% el grado de enriquecimiento de ese uranio.
El enriquecimiento significa la cantidad relativa de presencia del isótopo U235, que reúne las propiedades ideales para dos cosas: muestra una eficiente performance para la generación de núcleo-electricidad (usos civiles) pero también un grado alto de acumulación permite acercarse mucho a la posibilidad de fabricar armas nucleares.
El debate respecto del enriquecimiento de uranio atravesó la discusión entre las potencias nucleares y los países que William Epstein denominó hace años como "near-nuclear". Lo que las potencias consideran "latencia proliferante" en los países de desarrollo medio, lo reivindicamos como el derecho a la tecnología con fines pacíficos. La Argentina forma parte –junto con Brasil, por ejemplo– de ese grupo de países.
Con relación al acuerdo, el compromiso por parte de las potencias consiste básicamente en el levantamiento de las fuertes sanciones económicas aplicadas a Irán, que se volvieron asfixiantes para su economía, sobre todo en lo relativo al comercio de petróleo, el principal producto exportador, y a la importación de insumos básicos para el funcionamiento de su aparato productivo. La discusión sobre la efectividad de las sanciones para "disciplinar díscolos" es un clásico del campo académico en materia de no proliferación. Una reflexión rápida sobre el tema podría detenerse exclusivamente en este punto: un país realiza acciones que las potencias consideran agresivas a sus intereses  y, como respuesta, es sometido a sanciones más o menos duras que le corren el statu quo a una posición más desventajosa. Esto desata un proceso negociador orientado a quebrar la voluntad del país "díscolo" que termina en un nuevo statu quo.
Más allá del obvio debate político que podría desatarse alrededor de este punto, este es el eje a partir del cual se desarrollaron las discusiones respecto del tema. Puede plantearse, entiendo, una reflexión más productiva, explorando la hipótesis de una negociación con resultados estratégicos sin perdedores. Dicho de otra manera, mirando más allá del "regateo", las sanciones/proliferación pueden verse también en un escenario en el que los actores hicieron una apuesta estratégica en la que todos ganan.
Miremos simbólicamente el mapa de Medio Oriente y algunos de sus países, entre ellos Irak, Siria, Líbano, Israel, Jordania y los petro-estados del golfo. No parece ser un jardín de armonía y paz. A decir verdad, es la zona más conflictiva y la que promete más inestabilidad política en los próximos años. Justamente, si el problema para los Estados Unidos hace tiempo eran los "estados conflictivos", hoy el gran tema en la región es la "falta de estados". La zona formalmente ocupada por Siria e Irak se transformó en un área volcánica en la que convive un grupo no estatal, integrado por tribus sunnitas violentas e impredecibles, más dos estados cuasi-fallidos, desintegrados territorialmente y con serias dificultades para ejercer algo parecido al monopolio de la fuerza. En ese contexto, que sean estados "amigos" (Irak) o "enemigos" (Siria) de los Estados Unidos, es irrelevante. Medio Oriente es un problema y el resto del mundo occidental no parece muy dispuesto a acompañar al presidente estadounidense, Barack Obama, en una experiencia militar. Necesita socios para contener el deterioro. ¿Qué aparece en el horizonte?  No mucho: los estados del golfo, principalmente sunnitas, no parecen dispuestos a combatir a grupos de su mismo origen religioso. Israel, por su parte, no tiene interés: su vínculo con la zona es defensivo y su intervención implicaría apagar un incendio con nafta. ¿Qué nos queda? Irán. Luego de 35 años de conflicto dice "aquí estoy". Irán es un Estado que funciona, con capacidades militares y de seguridad, que necesita bajar su conflicto con el mundo y que comparte el enemigo con la superpotencia americana. La elite chiíta que lo gobierna tiene tanta animadversión por el ISIS como por Estados Unidos, pero aparece como un "socio no declarado" en la tarea de combatir a la organización islámica. Los enemigos de hoy pueden ser socios de mañana, por supuesto, nadie dice que serán grandes amigos (pasarán años antes de que siquiera piensen en reanudar relaciones diplomáticas) pero sí estamos frente a un nuevo ciclo. Irán y EE UU, se necesitan y en política internacional eso vale mucho. Sin embargo, este nuevo escenario tiene también perdedores: Israel, que ve afectada su seguridad, y Arabia Saudita, que teme que su adversario chiíta se fortalezca económica y geopolíticamente. No sería extraño ver que esos dos históricos amigos de los Estados Unidos comiencen a decir en voz alta que ya no lo son tanto y actúen en consecuencia. Sería un difícil equilibrio para la Casa Blanca, que no puede darse el lujo de perder amistades. «

*Vicepresidente primero de la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN).

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