miércoles, 16 de enero de 2013

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Revista Posición

No sé si fue más o menos importante para la Historia Argentina. Sé que sus editores a cada minuto arriesgábamos nuestras vidas para hacerla. Y que la experiencia valió la pena.

Por Julio Carreras

1

A las 3 de la madrugada del sábado 13 de octubre de 1973, Julio escuchó ruidos sospechosos en el exterior. Tenía sueño liviano, por eso, aunque la actividad de aquella semana había sido agotadora, se despertó. Nelso roncaba suavemente en la otra cama. Sea porque los que intentaban entrar se impacientaron, sea porque los cortinados de madera fuesen demasiado resistentes, comenzó a escucharse un estruendo. Lograron aflojar la oposición de la cortina, al fin y Julio oyó cómo ingresaban, tropezándose con los muebles de la oficina donde funcionaba la Dirección. En la otra habitación, antes de la que ocupaban Nelso y Julio, dormía Rodolfo Mattarollo.

Julio acarició la escopeta de caza que tenía bajo su cama. En tres segundos decidió no tomarla. Si era un comando de las AAA, venían con metralletas e Itakas. Antes de que Julio cambiara el cartucho su cuerpo iba a quedar despedazado. Como estaba, en calzoncillos y descalzo, se levantó. Al llegar al pasillo, entre el escritorio de Recepción y el baño, un objeto metálico surgió de las sombras apoyándose con brusquedad en su frente.

-¡Prendé la luz! ¡Prendé la luz! -oyó que le gritaban. Con calma, levantó la mano lentamente y oprimió la llave. Una luz blanca mostró por completo la escena: cinco o seis tipos armados, detrás del rubio, grandote, cuya pistola 45 temblaba sobre la frente de Julio. El que le apuntaba venía muy nervioso y vociferaba, como drogado:

-¡Hijo de Puta! ¡Quién sós! ¡Cuántos son! ¡Dónde están los otros!

-Soy santiagueño, empleado. Ahora están sólo dos de mis compañeros, duermen -respondió Julio con la misma deliberada calma usada en su infancia para apaciguar un perro en ataque.

-Esposenló-ordenó el rubio y se metió, junto con dos más, en las habitaciones.

-¿Quiénes son ustedes?-preguntó el santiagueño al que le colocaba las esposas. Era un gordo, cincuentón, parecía tranquilo.

-Policía-, escuchó. Tuvo la leve intuición de que era cierto. O tal vez quiso creerlo: El 29 de junio de 1973, Eduardo Jiménez, militante del PRT, había sido asesinado en Córdoba. Sólo estaba pegando afiches, junto a otros compañeros. Cuando lo hallaron, tenía un tiro en la frente y moretones de golpes por todo el cuerpo. El ERP consideró que era responsabilidad de las AAA y la policía cordobesa. Por ello, levantó la tregua pactada un par de meses atrás con el presidente Cámpora.

Luego de eso, se habían multiplicado los muertos. Algunos cadáveres aparecían acribillados, con una soga al cuello y torpes mensajes redactados a máquina. Donde se informaba que la "Alianza Anticomunista Argentina", estaba dispuesta a terminar con todos "los zurdos, sinarquistas y apátridas" de la Argentina.

Comoquiera que fuera, si iban a matarlos, era mejor que lo hicieran después. Y al menos simularan una detención.

Vio salir a Matarollo tapándose con una colcha. Julio oía cómo maltrataban a Nelso por su demora en alistarse. En la infancia había padecido parálisis de sus piernas. Necesitaba, ahora, calzarse una compleja estructura metálica para poder caminar.

Esta vez salieron por la puerta. Julio entregó la llave al rubio gritón -décadas después sabría que se trataba del oficial Romero, de la D2 cordobesa-, al salir vio que habían estacionado como cinco vehículos. En la esquina, cortaba la calle un patrullero.

Fue, realmente, una detención. Que iba a durar justamente una semana. Durante toda la anterior, había tenido lugar en Córdoba un encuentro de Periodismo Internacional. Organizado por el Centro de Estudiantes y la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad, se habían efectuado actos celebratorios -entre ellos un multitudinario homenaje al Ché Guevara, otro multitudinario repudio al reciente golpe de Pinochet en Chile-, conferencias, debates, seminarios, en la Facultad de Ciencias de Comunicación, el sindicato de Luz y Fuerza -entonces conducido por Agustín Tosco- y otros ámbitos estudiantiles u obreros de Córdoba.

Matarollo había venido desde Buenos Aires para participar del panel de cierre en el Sindicato de Luz y Fuerza. El abogado era por entonces un miembro destacado de la intelectualidad del PRT-ERP. Y director de su publicación legal Nuevo Hombre. Julio había sido designado por la revista Posición para formar parte de la Coordinación del Encuentro, junto a periodistas de La Voz del Interior, diario El Mundo, diario Córdoba, revista Patria Nueva, revista América Latina, y otras varias publicaciones de entonces. También formaban parte de ese equipo coordinador sindicalistas de Perkins, Luz y Fuerza, Smata, la CGT y otros.

Sin embargo, cuando ya en el siniestro edificio del pasaje Santa Catalina el rubio gritón le preguntó "¡¿Y qué hacés vos en la revista?!", Julio, mansamente y mirándolo rectamente a los ojos, contestó:

-Tipeo los artículos, llevo y traigo las resmas de papel para la imprenta, me ocupo de empaquetar y cargar las revistas para enviar a las diferentes provincias, llevo los paquetes a las distribuidoras...

-¿Cuánto te pagan?

-Mil doscientos...

-¡Una miseria! ¡te explotan estos culiaos!...

El santiagueño bajó la cabeza, sin contestar.

-Te hubieras quedado en tu provincia, chango-le aconsejó entonces el gritón -¡No te va a ir bien, con estos zurdos!...

-Escasea el trabajo en mi provincia... -murmuró, con aire resignado, Julio.

En realidad el trato de los policías a los tres detenidos no fue tan malo, considerando lo que vendría muy pronto. Solamente Matarollo fue, en varias ocasiones, hostigado... principalmente -pensó Julio- por el talante doctoral con que se expresaba y su condición de porteño.

En tanto, el Juzgado de Instrucción de 9ª Nominación, llenaría expedientes acusando a Rodolfo Matarollo, Nelso Del Vecchio y Julio Carreras por "Atentar contra el orden público". Se habían movilizado miles de jóvenes, estudiantes, obreros, algunos campesinos, viajando desde otras provincias, para participar del Congreso Internacional de Periodismo. Habían venido periodistas de todo el país, de Francia, Rusia, Cuba, Vietnam... Eso había "alterado" un "orden público" pretendidamente sostenido por fuerzas que aún se manejaban sigilosamente y en la semipenumbra de los despachos judiciales, policiales o militares.

Porque, públicamente, la provincia estaba gobernada por la izquierda, conducida entonces por los peronistas Obregón Cano y Atilio López. Circunstancia "anómala" que -pocos meses después- sería "rectificada", con la venia encubierta de Perón, por un levantamiento policial-militar-parapolicial, de ultraderecha.

2

La revista Posición se editó en Córdoba, quincenalmente. Tiraba cinco mil ejemplares y saldría entre los meses de diciembre de 1972 y julio de 1974. Algunos militantes decían que había sido idea personal de Mario Roberto Santucho y, en la estructura jerárquica del PRT, dependía directamente de su hermano, Francisco René. Por entonces Responsable de Cultura y Propaganda en el Comité Central del PRT-ERP.

Sin embargo, dada la escrupulosa atención a "los mandos naturales" que cultivaba el PRT, para cuestiones prácticas dependía en los hechos del responsable general en Córdoba, a quien llamaban "El Negro Mauro".

Debo consignar esta información como trascendidos, pues en aquél periodo cada militante debía conocer lo menos posible. Cada dato ignorado era información que seguramente no lograrían arrancarle los represores, aunque lo torturasen hasta morir. Así de simple. Esas eran las normas que entonces nos regían. Entonces, si un compañero nuevo llegaba y se presentaba:

-Me llamo Fernando, soy entrerriano-, había que creerle, aunque tuviese tonada tucumana o extranjera. Y grabarse en la mente sólo esa información, la que el compañero había dado.

Es curioso -o tal vez no tanto-: muchas de las cuestiones que se debaten hoy sobre "periodismo militante" o "periodismo objetivo" eran las que se debatían, también, pública y masivamente entonces. De hecho, recuerdo que en el cierre del Congreso Internacional de Periodistas, ante un inmenso público colmando totalmente el gran salón del Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, Matarollo defendió la tesis de que "los periodistas debíamos intentar que subiera la conciencia de las masas, para comprender las cuestiones complejas (por ejemplo, sobre Política Social, Historia o Economía)" y no "rebajar nuestro discurso a niveles demagógicos o frivolizándolo, para obtener la simpatía masiva de los menos capacitados".

Narraré de Posición lo que sé.

Su antecedente inmediato había sido "Zona", revista editada en Oncativo por Nelso Del Vecchio y Ernesto Pettigiani. Pettigiani era psiquiatra, director del Hospital de Oliva, por entonces uno de los más prestigiosos en aquella provincia. Una de sus primeras acciones "empresarias" había sido comprar la imprenta de Oncativo -propiedad hasta entonces una familia Díaz-, sólo con el propósito de salvarla de la quiebra. No sólo compraron las máquinas y el local, sino conservaron al señor Díaz -un sesentón-, con su hijo y su hija veinteañaros, como empleados. Una medida por demás sensata -además de generosa-, puesto que los tres conocían al dedillo los complejos mecanismos técnicos con que entonces se imprimía.

Cuando ingresé al equipo -mediados de 1973- la imprenta aún estaba en Oncativo. Se editaba con grandes máquinas de hierro y acero, usando cobre, plomo, bronce y madera en el proceso. Además de ácidos u otros elementos químicos para grabar figuras o letras especiales. Una gigantesca impresora de tipos móviles ocupaba la mayor sala, luego del pequeño vestíbulo, que oficiaba de recepción. En la habitación siguiente, se levantaba una gran linotipo. En otra, las mesas de armado, la biblioteca de tipos metálicos, la gran guillotina.

Se trabajaba así:

Todos los textos para llenar las entre 60 y 80 páginas de la revista, debía llevarse tipeada con máquina de escribir sobre papel oficio. Estos eran tipeados, nuevamente, con la linotipo. Máquina que funcionaba a calor, fundiendo en pequeñas tiras de plomo -del ancho de las columnas-, las líneas de texto y apilándolas ordenadamente.

Los títulos eran armados a mano por el señor Díaz y su hijo, usando tipos de bronce, que iban extrayendo de numerosas cajas de madera. En la misma sala de linotipo había, contra la pared numerosos estantes, donde se ordenaban, como en una biblioteca, aquellas cajas con tipos móviles, de acuerdo con su forma y tamaños.

Las fotografías solían grabarse a fuego sobre una plancha de cobre, por medio de otra máquina. Que con pequeños puntos, reproducía la imagen tomada del original sobre la plancha. Luego el artesano calzaba y fijaba con cola de brea esa reproducción, sobre un taco demadera, para darle la misma altura de los textos en linotipo.

Todo eso era armado, como un rompecabezas, dentro de un marco ajustable de acero. El cual, por medio de pernos, se atornillaba a su vez a las otras páginas metálicas, para configurar la superficie de impresión completa.

Aquella máquina podía imprimir 16 páginas juntas, sobre una cara del papel. Por ello, se la cargaba con las resmas más grandes, de la cual nuestra imprenta debía estar constantemente provista.

Al imprimir la segunda cara, debía activarse la dobladora, otra máquina que teníamos adosada a la impresora. Automáticamente, iban saliendo los pliegos.

El trabajo final, era ordenar manualmente los cuatro o cinco pliegos -de acuerdo con la cantidad de páginas impresas-, abrocharlos ("a caballo", se decía, por el aspecto de la máquina que lo efectuaba). Una vez abrochados los pliegos, llegaba la etapa de guillotinar. Cosa que se hacía de a cien o más ejemplares por vez, cortando prolijamente los bordes de arriba, abajo y el frente a las revistas. Con lo cual quedaba lista para leerla.

3

En sus primeros números -si mal no recuerdo hasta el 5 o 6-, Posición publicaba los nombres de quienes integraban su equipo periodístico. Y los colaboradores solíamos firmar nuestros artículos o comentarios.

Esto fue cambiando, con las diferentes interpretaciones de su rol por la conducción partidaria. Y de acuerdo, también, con el aumento de la represión. En sus números finales, se había llevado a una de las últimas páginas interiores las especificaciones legales de la revista y figuraban únicamente el director y sub director.

En los primeros números, como decía, junto al Editorial campeaban, pues, los datos siguientes:

Propósito:

Llegar a todos los sectores de la población, en forma directa, incursionando en todos los temas de interés general, pero con claro y definido sentido social.

Director: Eugenio Pettigiani; Co-Director, Nelso Del Vecchio; Secretaria de Redacción: Silvia Pettigiani. Diagramación: Norberto Torri. Redactores: Dr. Héctor A. Ferrari, Manuel Rodríguez, Ricardo Césari, Antonio Loos, Hugo Echalar, Roberto Campbell, Jorge Márquez, Enrique Torres. Relaciones Públicas: Sara Tahan. Colaboradores: Agustín Tosco, René Salamanca, Atilio López, Manuel Gaggero, Roberto Reyna, Efraín Bischoff, Padre Ramondetti. Corresponsales en Tucumán, Rosario, Santa Fe, El Chaco, Santiago del Estero, Salta, Jujuy, La Paz (Bolivia), San Luis, San Juan, La Rioja. Agencias Prensa Argentina y AGS (Agencia Noticiera Sindical).

Suscripciones: Rioja 338, Of. 3. Redacción: Brasil 670, Bº Güemes, Tel. 34157. Distribuidores en S.R.L. En el Interior: DAESA.

Luego de la quijotada periodística que intentaran durante 1972 Nelso Del Vecchio y el Dr. Pettigiani, Posición pasó a ser -al menos en su propósito- "vocero legal del FAS".

Y qué era el FAS. Una amalgama popular, nacido hacia fines de ese mismo año, cuyo nombre desplegado decía "Frente Antiimperialista y por el Socialismo".

Integraban el Frente los siguientes grupos políticos: Comandos Populares de Liberación, Partido El Obrero, Fuerzas Armadas de Liberación "América Latina" y "Ché Guevara" (una escisión de la anterior), Peronismo de Base, Frente Revolucionario Peronista, Columna Sabino Navarro de Montoneros, Espartaco (grupo universitario), Movimiento Sindical de Base, Comisiones Sindicales internas de Luz y Fuerza, Perkins, Fiat, Smata y otras fábricas metalúrgicas. Ligas Agrarias de El Chaco. Sindicatos de trabajadores de lo Ingenios Azucareros, en Tucumán. Comisiones Vecinales, y otros grupos comunitarios de diferentes provincias. El PRT, por ser la fuerza política más numerosa y organizada, constituyó, también, su núcleo hegemónico. Otro factor -seguramente decisivo- para el establecimiento firme de dicha hegemonía ideológica, lo constituía el hecho de que todos sus enormes gastos a nivel nacional estaban financiados por esta fuerza.

Cuando el partido decidió dar impulso a esta organización legal, pues, determinó también que sus expresiones de difusión periodística serían tres publicaciones: Nuevo Hombre (quincenal, desde Buenos Aires), Patria Nueva (quincenal, Córdoba) y Posición (quincenal, Córdoba). Además del instrumento más periodísticamente eficaz con que se contó: El Mundo, un diario distribuido con gran éxito por todo el país, desde Buenos Aires. Pero que sólo alcanzó a durar menos de un año. Entre otras "sugerencias" el mismísimo Perón amenazó a una de sus jóvenes periodisas -Ana Guzzetti- con acciones judiciales, por una pregunta que le hizo. La Triple A hizo volar con una poderosa bomba su redacción, en 1974. Y la Policía Federal secuestró en dos oportunidades su edición completa de 100.000 ejemplares.

(Continuará)
N. del A.: se aceptan contribuciones de los protagonistas, otros datos o correcciones. Pueden consignarlos por medio de email: julio.carreras@gmail.com
Notas:
Más sobre Nelso Del Vecchio.
Más sobre Alicia Wieland.
Más sobre César Argañaráz.
Sobre el FAS
Sobre el PRT
Sobre el ERP
Sobre la Triple A 
Las imágenes de la revista Posición provienen del archivo de El Topo Blindado.
Fuente: http://fulgor.blogspirit.com

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