lunes, 2 de enero de 2012

recuerdos de la dictadura brasileña

Palos a Cristina para pegarle a Dilma

Paulo Henrique Amorim, uno de periodistas más influyentes de Brasil, está entre las personas detestadas por los ejecutivos de la cadena Globo, donde trabajó por más de una década.


Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

“La prensa brasileña, con Globo a la cabeza, tiene por costumbre hacer chanchadas como demonizar a la presidenta Cristina para reprocharle las reformas en la legislación de medios.” Dicen que Paulo Henrique Amorim, uno de periodistas más influyentes de Brasil, está entre las personas más detestadas por los ejecutivos de la cadena Globo, donde trabajó por más de una década. “Conozco a la maquinaria de Globo por dentro, la vi funcionar cuando fui editor y después corresponsal en Nueva York, entre 1985 y 1996, sé como orquestaron una campaña para destruir la reputación de Lula en las elecciones del ’89. Las campañas sucias contra gobernantes que los ponen incómodos son habituales acá y, salvando las distancias, se repiten ahora contra Cristina. Esto que digo sobre Globo alcanza a otros grandes medios a los que he dado en llamar Partido de la Imprensa (prensa en portugués) Golpista (PIG)”, senala el periodista. “El PIG se horroriza ante lo que sucede en la Argentina, es el ejemplo a no seguir; imagínese si Dilma resolviera hacer lo que hizo Cristina, por eso la colocan ante un pelotón de fusilamiento... por eso aparecen editoriales diciendo que hay una Democradura en Argentina. Un absurdo... en materia de comunicaciones, Brasil es una dictadura perfecta.”

La entrevista con Amorim se inició hace dos meses en el aeropuerto de Porto Alegre, donde un grupo de señoras lo observaba insistentemente, hasta que una de ellas se acercó hasta mí para preguntar: “¿El es Amorim, el de la televisión?”. El diálogo fue retomado la semana pasada telefónicamente, desde San Pablo, donde se desempeña como uno de los conductores de la Red Record, la única que disputa en algunos horarios el liderazgo todavía incontestable de Globo.

Una suerte de movimiento de “Indignados” frente al bloque informativo dominante comienza a observarse en Brasil, proceso vigoroso, pero que aún permanece en los bordes del sistema, dado que aún no hizo pie en la televisión, ni cuenta con el apoyo de un diario de alcance nacional.

Encabezando esta guerrilla informativa hay centenas de blogueros y sites independientes como Carta Maior, Vermelho, Opera Mundi, Brasil Atual identificados con un bandera común: la sanción de una ley de medios.

En las últimas semanas de su gobierno, Lula bendijo al movimiento insurreccional concediéndole una entrevista en el Palacio del Planalto y elaborando un bosquejo de legislación heredado por Dilma Rousseff.

Paulo Henrique Amorim se cuenta entre los pocos, o poquísimos, conductores de televisivos de gran audiencia alineado con los reclamos que vienen de la prensa genéricamente llamada “alternativa”. Por eso sus filípicas resultan particularmente incómodas para los herederos de Roberto Marinho, patriarca del grupo Globo fallecido en 2003.

“Brasil precisa despertar, y creo que está despertando; Globo es poderosa, pero no todo lo que fue; Globo quiso, pero no pudo impedir que Lula sea electo y reelecto, quiso y no pudo impedir que gane Dilma. La familia Marinho es una amenaza a la democracia.”

Una hipotética ley de comunicación debería acabar con el modelo “monopólico donde la familia Marinho abusa de la propiedad cruzada de medios para asfixiar la competencia, en Río de Janeiro son dueños de todo, hasta del Cristo Redentor, la fundación Marinho limpió el Cristo Redentor, y el próximo paso que esperan dar es adueñarse del Mundial de 2014”. El método del mayor multimedios de América latina, sostiene Amorim, se sintetiza en una línea: “Proscribir todo debate con un mínimo de interés en el cambio”.

“Si dependiese de la familia Marinho, se interrumpirían los movimientos de rotación y traslación de la Tierra, ellos no quieren cambiar nada”, refuerza. Siguiendo la lógica de un partido político, “Globo actuó como oposición golpista contra Lula y retrasa hasta las transiciones más modestas en un país como el nuestro, donde nunca descollamos por los cambios a gran velocidad”.

“Brasil fue el último país que liberó a los esclavos (fines del siglo XIX) y para que nadie se sintiera amenazado se quemaron los archivos; un siglo después vino la transición hacia la democracia, una transición puerca, porque en el ’85 asumió la presidencia un colaborador de los militares, José Sarney. Y seguimos esperando la transición completa porque hasta hoy se obstruye toda investigación sobre la dictadura.”

El 18 de noviembre, Rousseff promulgó la Comisión de la Verdad, a la que atribuyó poderes para averiguar y ventilar los delitos perpetrados bajo el régimen de facto. El lobby militar y el “boicot” del grupo Globo serán, apunta Amorim, dos factores de poder que opondrán “total resistencia” a una comisión que, según la ley, sólo procurará develar a los responsables de asesinatos, desapariciones y torturas, pero no impulsará el juzgamiento de nadie. “Si la comisión avanza, inevitablemente saltará la complicidad de Globo, por eso van a combatirla u ocultarla; Globo fue mucho más que el vocero, fue uno de los grupos más beneficiados por los militares, que le dieron la red nacional de microondas, haciendo posible que sea el gigante que es hoy.”

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