Repasemos titulares de otra semana de refriegas en Europa. S&P rebaja el rating de Bélgica hasta AA. La Italia de Monti supervisada por la Troika coloca deuda con cifras de colapso. El Gobierno de Rajoy estudia pedir ayudas a la UE y el FMI si el BCE no compra deuda. Hungría, cuya calificación se rebajó a la de bono basura, ha pedido ayuda al Fondo Monetario Internacional. Fitch considera la deuda de Portugal bono basura. Rumores de recorte del rating de Francia debidos a la noticia del desacuerdo entre Francia, Bélgica y Luxemburgo para encontrar entre 30.000 y 40.000 millones de liquidez urgentemente para el grupo financiero Dexia. Fracaso de la subasta de los bonos alemanes a 10 años el pasado día 23: el 35% no se vendieron, y eso que el Bundesbank se compró 2.356 millones para maquillar el peor resultado que ha tenido nunca. La crisis europea de la deuda soberana se define ya como sistémica, la Reserva Federal de los EEUU anuncia que someterá a los bancos a test de stress ante un posible colapso del euro, y enseguida los bancos estadounidenses informan de que están preparándose para un escenario de derrumbamiento del euro. Los “mercados” sólo se fían de países como Reino Unido, Suiza o EE.UU que cuentan con bancos centrales capaces de garantizar la deuda.
La Comisión Europea ha seguido presionando esta semana para que se introduzcan eurobonos (en el Libro Verde que presentó la Comisión los llaman “bonos de estabilidad”), pero la Alemania de Merkel se niega a que el BCE sea un prestamista de última instancia porque tienen miedo de que una medida de emergencia se vuelva un estado de normalidad. En sustancia: los alemanes calvinistas no se fían de los pícaros meridionales y exigen refuerzo de controles y sanciones contra quienes infrinjan las medidas de austeridad que se impongan sobre la deuda. Dura demasiado este pulso peligroso. El tiempo pasa, los rescates no llegan, la reforma del Tratado de Maastricht llevará su tiempo y, entre tanto, la economía real se hunde. El 9 de diciembre se celebrará la próxima cumbre europea. Otra vez volveremos a ver que, para cobrar, el tiempo del capitalismo es la urgencia, la emergencia, la aceleración de las reformas, el “no hay tiempo”, el “dense prisa”, el autoritarismo del “ya”; en cambio, a la hora de pagar, o de socializar las pérdidas, el tiempo del capitalismo será el aplazamiento, la prórroga, la promesa, la amenaza y la huida hacia adelante escapando de la recesión presente.
Nadie pone en duda la grave responsabilidad del gobierno de Angela Merkel en el colapso de la Unión Europea, sin embargo poco se habla del capitalismo financiero que sigue gobernando este caos. Es tan opaco, obsceno y complejo el funcionamiento de la megamáquina que nos gobierna que no resulta extraño que reine el silencio en sus dominios. Resulta extraño que todo intento de reforma seria de ese capitalismo financiero sea desechada o aguada. Poco o casi nada se ha comentado del fracaso del la reforma de las agencias de calificación propuesta el 14 de noviembre por Michel Barnier, Comisario europeo de Mercado Interior y Servicios. Se trataba del tercer intento de reforma en tres años. Barnier se vio obligado a renunciar, por presiones de las agencias de calificación, a una proposición clave: la suspensión de la calificación soberana de un país en dificultades. Además, la propuesta de Barnier intentaba reducir la dependencia de las instituciones financieras con respecto a la calificación de las tres agencias mundiales, Standard & Poor's, Moody's y Fitch Ratings, obligando a los inversores a llevar a cabo sus propias evaluaciones y a constituir un índice europeo de calificaciones (EURIX). Poco se ha hablado también de la decisión del Parlamento Europeo de prohibir las ventas al descubierto, o sea, la venta de un título antes de tenerlo con la esperanza de comprarlo a un precio más bajo. En realidad, la prohibición del Parlamento no será tal, pues esas operaciones meramente especulativas seguirán estando permitidas, pero los operadores deberán, a partir de ahora, demostrar que están en condiciones de contar con el título en el momento de su entrega, que tendrá lugar en un plazo de tiempo más corto. Con licencia: los lobos podrán entrar en el gallinero siempre y cuando tengan bozal, y el dueño del gallinero podrá vigilarlos o incluso expulsarlos en ciertos casos graves.
Montado en la montaña rusa de los índices bursátiles y la prima de riesgo, el ciudadano europeo sólo siente vértigo. Otra vez son pocos los que se preguntan por las razones de esa volatilidad criminal en las Bolsas que desestabiliza todo un continente, hunde Estados y mata personas. Aunque prestigiosas revistas de inteligencia como la italiana Gnosis le han dedicado artículos, apenas se habla de las transacciones de alta frecuencia (high frequency trading). Resumo, a continuación, el contenido del reportaje de Mario Sanna para Rainews 24 Trading Superveloce. Se entiende por transacciones de alta frecuencia el empleo de herramientas tecnológicas sofisticadas que permiten realizar al mismo tiempo miles de órdenes en distintos mercados. Gracias a ciertos algoritmos, a través de medios informáticos se pueden realizar 10.000 órdenes en 6 segundos. Cuestión de microsegundos por orden. Hoy el 50% del negocio bursátil se realiza así. Ha habido un 160% de aumento desde 2005. La finanza está en manos de las máquinas, de ahí que, como dice un viejo trader, “hoy las sociedades de intermediación financiera no busquen ya buenos corredores de Bolsa, sino buenos ingenieros informáticos para crear software cada vez más sofisticado para jugar en Bolsa, y que está pensado para eliminar el componente emotivo del corredor, que siempre tiene dificultad, cuando opera en Bolsa, para aceptar pérdidas”.
Supongamos que desde una de estas máquinas se lanza un aluvión de órdenes de venta de bonos de deuda soberana. Puede que muchas otras máquinas, al analizar los datos del mercado, se vean inducidas a tomar la misma decisión. Lo importante es ser el más rápido. El más rápido no en acabar adquiriendo el título, sino en comprar y vender, entrar y salir, correr y esprintar, pero sin llegar jamás a la meta. Los defensores de estos mecanismos esgrimen un argumento que en el capitalismo financiero resulta lapidario: este tipo de comercio inyecta liquidez. Los detractores avisan de que estas transacciones supersónicas no sólo generan inestabilidad en el mercado sino que perturban la naturaleza del mercado. Si antes el mercado bursátil servía de intermediario entre un inversor y la economía real, ahora es otra cosa. Una cosa tan peligrosa que es objeto de atención de las agencias de inteligencia. Causó escándalo el caso del informático Sergey Aleynikov, detenido por el FBI y condenado a 8 años de cárcel por haber robado un código fuente de las transacciones automáticas de Goldman Sachs, que admitió públicamente que ese código podía ser un arma peligrosa si caía en manos inapropiadas. El asunto, pues, adquiere incluso tintes bélicos. Quiao Liang y Wang Xiangsui, ambos generales de brigada de la Aeronáutica militar china, escribieron a finales de los años 90 un libro de estrategia militar ya clásico, “Guerra sin límites”. Dicen los autores (1): “Si bien ningún pensador militar ha formulado hasta ahora un concepto muy vasto de campo de batalla, la tecnología se está empleando al máximo para ampliar el campo de batalla moderno de modo que se vuelva prácticamente infinito”.
Parece cada vez más obvio que vivimos un nuevo tipo de guerra en Europa. Una guerra monetaria. Con víctimas reales. Trabajadores despedidos, como los del establecimiento FIAT de Termini Imerese. Trabajadores fácilmente despedibles como los de las pymes del Reino Unido. Precarios anónimos. Jubilados paupérrimos. Funcionarios griegos demediados. Parados españoles. Jóvenes que ni estudian ni trabajan. Según el Telegraph, el Ministerio de Exteriores británico avisa a sus embajadas de que preparen planes de socorro a ciudadanos británicos residentes en Italia o España ante un posible escenario de colapso del euro.
Comienza una nueva semana. Debido a la dilación de la reforma política y fiscal de la Unión, gana fuerza la idea del fin del euro y la vuelta a las monedas nacionales. Según Credit Suisse, la posibilidad de que ocurra es de un 10%. Según el economista Roubini, es del 50%. Abren las Bolsas. Se recrudece la guerra del euro.
Notas:
1. Liang, Q. y Xiangsui, W.: Guerra senza limiti. L'arte della guerra asimmetrica fra terrorismo e globalizzazione. A cura del Generale Fabio Mini. Libreria Editrice Goriziana, Gorizia, 2001, p. 72.
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