sábado, 20 de noviembre de 2010

LOS CUBANOS DE SOMALIA

Acento cubano para combatir islamistas

Dos de los máximos jefes de Amisom, ugandeses ex niños de la guerra, fueron educados en Cuba en la década de los 80


En las calles de la capital de Somalia, Mogadiscio, la psicosis ante un nuevo atentado de las milicias Al Shabab se combate, en los últimos, tiempos a golpe de ron añejo y música salsa. Un binomio que acentúa sobremanera el acento caribeño del oficial al mando, Barigye Ba-Hoku.

Militar ugandés que fue enviado a Cuba en la década de los 80 para estudiar ingeniería agropecuaria
«A principios de la década de los 80, fui enviado a Cuba por el Gobierno de Uganda para que terminara mis estudios. Seis años después, regresé a mi país con un titulo en ingeniera en drenajes y extracciones; e inmediatamente ingresaba en el Ejército», asegura a ABC este militar ugandés, convertido hoy en día en uno de los «hombres fuertes» de Amisom, la misión desplegada por la Unión Africana en Somalia.
Y pese a las decenas de llamadas amenazadoras que recibe cada día por parte de las milicias islamistas, este ugandés que roza la cincuentena no parece mostrar ningún tipo de flaqueza en su misión de pacificar el país.
«¿Por qué estoy aquí? Nunca me he hecho esa pregunta. Cuando volví a Uganda me encontré un país sumido en la miseria y sin el apoyo de la comunidad internacional. Una situación que se repite actualmente en Somalia», asegura este militar, admirador declarado de intelectuales de la izquierda como Noam Chomsky.
Sin embargo, el pasaporte de este eupátrida no resulta del todo novedoso en esta operación, compuesta en su mayoría por militares ugandeses y burundeses y que, desde 2007, intenta acabar con las milicias islamistas somalíes .
«Al terminar mis estudios primarios, logré acceder a un programa del Gobierno cubano para jóvenes de mi país. Allí me gradué en ingeniería agropecuaria», reconoce Arthur Balisigara, oficial de operaciones militares en Mogadiscio.
De igual modo, y al igual que Balisigara, decenas de combatientes «cubanos», como el coronel ugandés Winston Byaruhanga, adiestran actualmente a soldados somalíes afines al Gobierno de Sharif Sheikh Ahmed en los campos de entrenamiento de Bihanga o Yibuti. Una estrecha colaboración que se remonta a los albores de la Guerra Fría.
Acuerdo con Cuba
En la década de los 80, el régimen castrista suscribió un acuerdo con varias naciones africanas del bloque soviético -como Angola, Mozambique, Sudán o Uganda -para que cerca de 25.000 jóvenes fueron enviados a estudiar en el país (en el caso de Ban-Hoku, Byaruhanga y Balisigara, en la provincia de Granma). Y acabado su periodo formativo, la mayoría de ellos, regresó a sus países de origen.
«Lo primero que se nos inculcó es que teníamos el deber de reconstruir nuestra región y ésa es la razón principal por la que nos encontramos ahora en Somalia», asegura el oficial Balisigara, quien lleva cerca de cinco semanas en este destacamento.
Sin embargo, en las calles de Mogadiscio, el son caribeño a veces se antoja insuficiente para contener a los rebeldes de Al Shabab.
«El mayor problema al que se enfrenta nuestra misión es la falta de hombres. Actualmente, tan solo somos 7.500, y necesitamos al menos el doble si queremos derrotar a las milicias islamistas», denuncia Ba-Hoku, en unas palabra ahogadas, por el sonido de las balas.
Desde que en 1991 el dictador Siad Barre fuera depuesto del poder, Somalia no goza de un Gobierno estable. Una situación que es plausible en el hospital «Hope Gate», donde cerca de 300 personas son atendidas cada día, en precarias condiciones.
«Con un sistema político en la encrucijada y sin el apoyo de la comunidad internacional es imposible combatir a los rebeldes», denuncia a este diario Yussuf Ibrahim, quien fue tiroteado hace sólo unos días por los miembros de Al Shabab. Una acusación respaldada por otro de los heridos, Iss al Noor, quien -entre moscas- asegura que los somalíes se encuentran «desbordados» ante esta crisis.
«Occidente debe darse cuenta de que ésta no es sólo una guerra que afecte a los somalíes, sino que tendrá una influencia futura en el terrorismo internacional», señala al Noor.
Sólo unas horas después de pronunciar estas palabras, al menos 20 personas -una de ellas, un soldado ugandés de Amisom- fallecían en un nuevo brote de violencia registrado en el barrio de Shaqalaha.
Sin embargo y pese a las bajas registradas, los «cubanos» de Amisom continuarán combatiendo. Porque como reconoce el oficial Ban-Hoku, «para eso fuimos educados y para eso estamos aquí. Ningún país se labró su futuro sin abrazar la lucha armada».

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