Cumbre en Lisboa
La OTAN suma y sigue a la búsqueda de su yo
La OTAN prosigue, y ya son veinte años, con su tortuosa y sangrienta búsqueda de una razón de ser. Apagados los ecos de la Guerra Fría y en un momento histórico en el que el centro de gravedad mun-dial bascula hacia el Pacífico, los 28 estados que conforman la Alianza Atlántica debaten en Lisboa un nuevo «concepto estratégico».
Dabid LAZKANOITURBURU
Ese nuevo «concepto estratégico» identifica a los nuevos enemigos y riesgos, además de sacar las lecciones «oportunas» del desastre de la participación de la OTAN en la aventura militar afgana. Elaborado por una comisión de 12 expertos presidida por la ex secretaria de Estado de EEUU Madeleine Albright, el documento, que suplirá al aprobado en 1999 y guiará el accionar aliado en los próximos diez años, comienza reafirmando la vocación de la Alianza Atlántica de defender el territorio de sus miembros y la solidaridad entre los aliados en caso de ataque contra uno de ellos. El mismo principio que invocó para apoyar la guerra de EEUU contra Afganistán a finales de 2001 con la excusa de los ataques del 11-S.
Nada nuevo, por tanto, bajo el sol.
Pese a ello, el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, resumió el concepto estratégico señalando tres nuevas exigencias:
«Modernización»
Nuevas amenazas
El primer reto que se marca la Alianza pasa por modernizar su aparato militar. En este sentido, apuesta por situar su potencial bélico «en orden de batalla frente a amenazas más solapadas que la antigua confrontación con el Bloque Soviético». Entre esos nuevos enemigos destaca el «terrorismo internacional», la proliferación de misiles balísticos, los «ataques contra las líneas de aprovisionamiento» de unas economías cada vez más interdependientes y los ataques informáticos. Identificados los «enemigos», la OTAN propone el «remedio»: la mejora de su capacidad de «disuasión», incluida el arma nuclear, que el documento estratégico advierte de que seguirá siendo central.
La guerra cibernética
La guerra cibernética es una de las cinco secciones de una nueva división creada en el seno de la OTAN bajo el nombre de «Desafíos de seguridad emergentes». Y figura entre los peligros de nuevo tipo en los que insiste el nuevo concepto estratégico.
El director del Centro de Seguridad Informática de la Alianza Atlántica, Suleyman Anil, recuerda que en el año 1989 se ocupaba él solo, con un PC, de la defensa de los ordenadores de la OTAN. Hoy, supervisa el trabajo de dos equipos en el cuartel general de Mons (sur del Estado belga) y en la sede de Bruselas.
Las primeras señales de alarma sonaron en 1999. Los miles de correos de protesta de la población serbia durante el bombardeo de los Balcanes habrían dejado en evidencia, en palabras de Anil, la vulnerabilidad de los servidores de la OTAN ante ataques tanto amateurs como profesionales,
El año pasado, la sede central de Bruselas firmó un protocolo de seguridad cibernética con siete miembros, al que se acaban de adherir otros cuatro países. En 2008, cuando la OTAN realizó su primer ejercicio en la materia, fue un asunto interno. 24 de los 28 estados miembros, además de Austria, participan esta misma semana en el tercer simulacro. El escenario de «Cyber coalition 2010» prevé «múltiples ciberataques perpetrados simultáneamente contra la OTAN y sus países miembros».
La Alianza no hace en eso sino seguir la estela de Estados Unidos, que creó en 2009 una comandancia militar encargada tanto de reaccionar a ataques informáticos como de perpetrar ataques en el ciberespacio, el Cyber Command.
Afganistán
Aprender de los errores
El segundo elemento de esa estrategia se llama Afganistán y parte, aunque no lo reconozca, de la certificación de un fracaso. La cumbre de Lisboa escenificará un acuerdo de los aliados con el Gobierno títere afgano para el lanzamiento de un proceso de transición y de entrega paulatina, desde 2011 hasta 2014, del control de la seguridad del país, a las fuerzas nativas. En definitiva, sancionará la «afganización» del conflicto o, en otras palabras, que los afganos se maten entre ellos sin que la sangre salpique a los occidentales. Para evitar hablar de retirada militar, Lisboa albergará la firma de una asociación a largo plazo con Afganistán al que darán su visto bueno también la veintena de países no aliados que participan en la ISAF.
El plan no está exento de riesgos y un fracaso comprometería la credibilidad de la Alianza. Quizás por ello se presenta en un formato totalmente abierto tanto por lo que respecta a plazos como a hipotéticas redefiniciones del anunciado repliegue y coincide con el intento de Kabul de llegar a un acuerdo negociado con los talibanes que permita un día después más o menos controlado.
Ansiosa por salir del avispero afgano, la nueva estrategia apuesta por conjugar desde un principio, en futuras intervenciones similares, «las tareas de formación» de las fuerzas de seguridad nativas para asegurar que serán capaces de asumir el relevo cuanto antes. En la misma línea, «los esfuerzos militares y civiles deberá estar coordinados con una puesta en común» con instituciones como la ONU y la UE.
Mirando lejos
Rusia como «aliado»
La tercera pata del nuevo concepto estratégico pasa por una profundización de las asociaciones actuales de la OTAN con los países de la zona Asia-Pacífico, del Mediterráneo y del Golfo, con un capítulo especial reservado a Rusia. La cita de Lisboa se cerrará hoy con una cumbre OTAN-Rusia, que Rasmussen ha presentado como la señal «de un nuevo punto de partida en nuestras relaciones» con el gigante euroasiático.
Ambas partes anunciarán un estudio para examinar la posibilidad de ensamblar de alguna manera el escudo antimisiles ruso al que la Alianza tiene en proyecto, lo que presagiaría un cambio notable en la actitud recíproca, tanto por parte de Occidente como de Moscú.
A nadie se le escapa el giro protagonizado en los últimos tiempos por Rusia. Moscú se ha sumado a las presiones contra uno de sus históricos aliados, el Irán islámico. Todo ello en el contexto de la buena sintonía con el presidente de EEUU, Barack Obama, quien trata estos días por todos los medios de salvar el veto republicano a la ratificación del Tratado Start II.
Crisis global
Dinero, sucio dinero
Ya en general, la profundización de las relaciones de la OTAN con otras potencias, entre las que se incluyen Australia y Japón, tiene que ver con un elemento que, pese a no estar incluido en el documento final, sobrevuela todo el debate en torno a la futura estrategia aliada: el dinero.
Los aliados europeos, afectados especialmente por la crisis económica y global que estalló hace dos años, se están viendo obligados, bien que a regañadientes y en proporciones muchísimo menores a los draconianos ajustes sociales tan en boga, a reducir sus presupuestos militares.
El jefe del Pentágono, Robert Gates, ya advirtió en febrero de que el nuevo concepto estratégico «será papel mojado si los europeos no invierten en aviones, helicópteros y tropas preparadas para el combate».
Justin Vaïsse, de la Brookings Institution de Washington, insiste en que la OTAN «corre el riesgo de quedarse anclada en un retraso tecnológico y militar» que la convertiría, a ojos de EEUU, en «poco más que una fuerza complementaria».
No aclara el experto si la Alianza ha sido alguna vez algo más que una fuerza de apoyo a los planes de Washington, aunque reconoce que «la importancia geopolítica de la OTAN para EEUU ha disminuido hace tiempo. Cada vez cuenta menos». Ello explica el interés de Washington, y de su subalterno aliado, por tejer alianzas más allá de sus fronteras, llegando incluso a Corea del Sur.
Mientras los europeos suplen el desfase en capacidades militares respecto a EEUU con crecientes alianzas ad hoc, la propia OTAN como estructura se está viendo afectada por la crisis y los problemas financieros de sus miembros. Se anuncia la desaparición de un tercio de los 20.000 empleos en sus sedes, así como la reducción de la estructura de la comandancia aliada y de los cuarteles generales y estados mayores. Sus 14 agencias serán reagrupadas en tres y desaparecerán casi todas las comisiones y los grupos de trabajo.
Economía y eficacia
Fuerza de reacción rápida
A la crisis de identidad de la OTAN se le ha sumado el contexto de crisis. Siguiendo el consejo de hacer de la necesidad virtud, la Alianza, que forjó sus estructuras en pleno inicio de la Guerra Fría, en 1949, se marca como objetivo una reforma que la haga «más eficaz» en el contexto mundial actual, con fuerzas expedicionarias fáciles de movilizar a los escenarios de guerra que marque el hermano mayor norteamericano.
Lo que no está nada claro es si para este viaje, que garantizará al fin y a la postre el carácter históricamente subalterno de la OTAN, hacían falta tantas alforjas, aunque se presenten con el rimbombante título de «concepto estratégico».
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