sábado, 28 de julio de 2018


¿Quién mandará en Pakistán?



Si no sucediera algo realmente sorprendente, en pocas horas más se anunciara oficialmente que Imran Khan del partido Tehreek-e-Insaf (PTI) se convertirá en el nuevo Primer Ministro de Pakistán uno de los países más conflictivos de Asia, tras haber conseguido el triunfo en las elecciones del último miércoles 25, sobre los tradicionales partido políticos Liga Musulmana Nawaz (PMLN) de Pakistán que encabeza Shehbaz Sharif, y el Partido del Pueblo Pakistaní (PPP) de Bilawal Bhutto Zardari. Lo que significa por segunda vez en la historia del país que un gobierno termina un mandato completo y da paso a un nuevo ejercicio democrático.
Con más del 95% del votos contados, un día después del acto eleccionario el resultado señala que ganará cerca de 110 de las 269 bancas en juegos en la Asamblea Nacional, Khan, en un discurso televisado llamó a la unidad, prometiendo superar los ataques personales y sacar de la pobreza a millones de pakistaníes.
El próximo Primer Ministro, es una ex estrella del cricket y capitán de la selección nacional, hasta ahora el mayor logro de Imran Khan de 65 años, fue ganar la Copa Mundial de Cricket de Pakistán en 1992, más habituado a aparecer en las noticias mundanas de los periódicos por sus escandáleles como play-boy, que por haber sido gobernador durante estos últimos cinco años de la provincia Khyber Pakhtunkhwa, con pocas frecuencia Khan ha asistido a sesiones parlamentarias o ha mostrado interés en los detalles del gobierno.
Este cambió de rumbo en la política pakistaní marca un giró monumental para la historia de un país marcado por el poder militar, la influencia cada vez más fuerte del sunismo conservador, la corrupción, Nawaz Sharif ex primer ministro, se encuentra condenado a 10 años de prisión tras su aparición en los Panamá Papers y una casta política compuesta por las familias Sharif y Bhutto, que junto al poder militar han ido relevándose en el poder desde la independencia en 1947. Además del sempiterno conflicto con India, los movimientos separatistas y la presencia de grupos terroristas como Tehrik-e-Talibán Pakistán, Jamaatud Dawa, Lashkar-e-Jhangvi o Hizb-e-Islami, que juegan para el Daesh, al-Qaeda y el Talibán afgano.
Khan todavía necesita formar generar una coalición para convertirse en primer ministro, ya que es extraño en la política pakistaní que un solo partido pueda hacerse con todo el poder en un país de importantes raíces tribales y fuertes diferencias étnicas. Khan además tiene posibilidades de alzarse con el triunfo en la asamblea local del Punjab, la provincia más grande y más rica del país.
Observadores internacionales se han referido con preocupación respecto la trasparecía y la libertad de los medios periodísticos durante la campaña electoral y las irregularidades y los retrasos de la información que llegaba desde los colegios electorales controlados por el ejército. Mientras que la Comisión Electoral de Pakistán (ECP) informó que la participación se había reducido al 52%, una caída de dos puntos en referencia a las elecciones de 2013, se entiende debido a un electorado desmotivado, por una campaña cruzada de denuncias, sospechas de la intervención del ejército a favor de Khan, y el accionar de las bandas terroristas que han producido más de 300 muertos en unos 150 atentados.
El Tehreek-e-Insaf (PTI), que ha logrado la mayoría de las bancas de la Asamblea Nacional, de donde emergerá el nuevo Primer Ministro, ha recibido acusaciones de fraude electoral y de haber pactado con el ejército, un estado semi autónomo dentro del país, conocido como el establishment, que ha gobernado Pakistán directamente durante la mitad de sus 71 años de vida independiente y en más de una oportunidad manipulando a su antojo a varios gobiernos “civiles”.
Durante la reciente campaña electoral mucho de los enemigos políticos de Khan afirmaron que el astro del cricket era el candidato puesto por el ejército, ya que entre los mejor posicionado Khan, aparecía como el de menor experiencia y autoridad, lo que lo convertía en una presa fácil para ser controlada. Incluso ha corrido denuncias que la omnipresente Dirección de Inteligencia Inter-Services (SIS) el servicio secreto pakistaní habría forzado a otros dirigentes políticos para que respaldaran a Khan, llegando a retirar acusaciones a dirigentes religiosos sospechados de vinculaciones con las milicias fundamentalistas para alentar su apoyo al candidato finalmente consagrado.
Khan, se ha apurado, no solo a asumir su victoria proclamándose como un ganador “honesto, digno y creíble” y utilizando su prestigio como ídolo deportivo para conquistar a los sectores más jóvenes de los 106 millones de votantes.
Concretada la victoria, Khan, deberá imponer su autoridad, en un país inestable muy acostumbrado a los golpes de estado y los magnicidios. Con un poderoso servicio de inteligencia, prácticamente autónomo, que se ha dado el lujo de ser el anfitrión de Osama bin Laden, mientras prácticamente todos los servicios de inteligencia del mundo estaban en una búsqueda desesperada del fundador de al-Qaeda.
El nuevo Premier, para perdurar, se verá obligado a crear una coalición que le dé mayoría en las cámaras. Sus posibles aliados provendrán del partido Muttahida Majlis-e-Amal (MMA) un conglomerado de cinco partidos religiosos pertenecientes a las principales escuelas de pensamiento islamista y algunas otras fuerzas de extrema derecha, que le permitan cumplir con sus promesas de campaña respecto a la lucha contra la corrupción sistémica y la pobreza crónica.
La economía pakistaní, en franco declive, por la pérdida de reservas y los fuertes cimbronazos devaluatorios de la rupia, que están disparando los precios de los productos básicos y la desocupación, por lo que se espera que Khan un nuevo arreglo con el FMI, si no consigue un sostenimiento de su más importante socio comercial China, embarcada en la expansión comercial de la Ruta de la Seda, que tiene a Pakistán como una de las más importantes piezas.
Khan, tendrá que atender con particular atención, la política que sus asesores militares le señalen sobre India, hoy aliada a los interese israelíes. La compleja urdimbre afgana, el terrorismo wahabita, los movimientos separatistas y las relaciones con China y los Estados Unidos, a quien Khan ha criticado con dureza en estos últimos meses, y que desde la llegada de Trump a la Casa Blanca se han enrarecido como nunca en la historia.
Votos de sangre.
Toda la campaña electoral estuvo plagada de atentados alcanzado en las últimas dos semanas cerca de 120 ataques donde murieron unas 250 personas y resultaron heridas 670, el mayor de estos ataques se produjo en Mastung, a unos cuarenta kilómetros de Quetta, la capital de Beluchistán, la provincia más pobre e inestable del país, matado a 153 personas que participaban en un acto electoral el último 13 de julio. Lo que obligó al gobierno a disponer de más de 370 mil efectivos para controlar los 85 mil colegios electorales.
Además de cerrar los pasos fronterizos con el inestable Afganistán, Así todo no se pudo evitar nuevos atentados durante el proceso electoral en curso, como el sucedido en cercanías del complejo educativo Tameer-i-Nau, en la ciudad de Quetta, donde un comando suicida del Daesh, se detonó asesinando a treinta personas e hiriendo a una cantidad similar. En la madrugada, del 25 un ataque con granadas mató a un policía e hirió a otros tres, en un centro electoral de la localidad de Khuzdar, Baluchistán.
El partido islamista Tehreek-e-Labbaik, una nueva formación política de extrema derecha, acusado de propiciar las matanzas de “herejes y blasfemos”, aunque no logró ganar ninguna banca a nivel nacional, consiguió salir segundo en muchos distritos y consiguiendo u milagroso 10% de los votos en la provincia del Punjab, de 110 millones de habitantes, ha generado la atención de los analistas por su proyección política en los próximos años.

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