El truco Trump
Todo aquello que no sea blanco y protestante vuelve a estar bajo sospecha, en libertad condicional, en prisión o expulsado
Ciñámonos a los hechos y
dejemos que hablen las pruebas, que diría el admirable CSI Gil Grissom.
Hasta la fecha, en medio del ruido y la furia, el presidente Donald
Trump ha sacado a USA de la cumbre contra el cambio climático y de la
UNESCO, ha pisado el freno en todos los acuerdos de libre comercio donde
participaban los norteamericanos y ha puesto en circulación de nuevo en
los mercados aquella vieja palabra que los liberales, en su inmensa
sabiduría, nos habían dicho mil veces que podíamos ir olvidando:
arancel.
Con los típicos saldos-señuelo de unos
cientos de dólares para la clase media, acaba de aprobar una rebaja de
impuestos de millones de dólares para las rentas de capital que
prácticamente convierten a Ronald Reagan en un socialdemócrata. La
tímida regulación financiera aprobada por Obama para intentar poner un
poco de orden en la especulación destructiva que gobierna Wall Street ya
es historia, recuerdo lejano de un pasado casi comunista. La relación
entre la administración y el mundo de los negocios se ha vuelto tan
promiscua que ha retornado de la “tecnocracia” de J.K. Galbraith a la ya
clásica plutocracia neofeudal.
La administración Trump no ha conseguido demoler el
Obamacare a pesar de intentarlo por tierra, mar y aire, pero lo ha
llevado a la ruina mientras las aseguradoras recuperan los márgenes de
beneficio de los buenos tiempos y el coste de los seguros se dispara. Al
mítico y tan cinematográfico Centro de Control de Enfermedades acaba de
prohibirle usar conceptos como “feto”, “diversidad”, “vulnerable” o
“transgénero”; tampoco podrá ya basar sus recomendaciones sólo en “datos
científicos” sino en “datos científicos así como considerando los
estándares y deseos de las comunidades sociales” porque desde hoy
Ciencia es aquello que digan Trump y los suyos que es ciencia decente y
como Dios manda. La verdad ya no está ahí fuera, ahora solo está la
posverdad.
Su racista y xenófoba reforma inmigratoria
ya está en vigor y en el ejército ha vetado a los reclutas transgénero
con un tuit. Mientras poderosos depredadores sexuales caen y dimiten a
su alrededor, nadie se pregunta siquiera como puede seguir en la casa
blanca un tipo que acumula más denuncias que Kevin Spacey. John Lasseter
y Louis C.K juntos. Todo aquello que no sea blanco y protestante vuelve
a estar bajo sospecha, en libertad condicional, en prisión o expulsado y
si un afroamericano se arrodilla al escuchar el himno no es un acto de
protesta, constituye una acto de traición.
En el lado
negativo de su balance hay que apuntar un Rusiangate que va camino de
eternizarse en la nada, miles de tuits publicados con éxito para que los
bien pensantes se indignen y protesten en su Facebook y un motón de
cabezas de turco y asesores precarios, baratos y fácilmente
reemplazables al minuto de cesarlos. Para ser una administración que,
según nos cuentan, va de derrota en derrota y está a segundos del
impeachment, no parece que le vaya mal a la hora de ir imponiendo su
agenda y favorecer a los suyos; que es lo que hace la derecha extrema
cuando gobierna, mientras que la izquierda suele renunciar a la suya
preocupada por la división social y la polarización política.
Donald Trump va ganando, por goleada. El truco Trump funciona: mientras
nosotros nos escandalizamos en twitter y le machacamos en Facebook, él y
los suyos gobiernan para él y los suyos en el mundo real. Aunque en
realidad, no resulta una sorpresa. El truco es viejo y funciona siempre y
en todas partes: ellos tienen a Trump, nosotros a Catalunya.
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