viernes, 7 de julio de 2017

entrevista a Gabriela Selser

"La revolución sandinista hubiera sido maravillosa pero no la dejaron ser"

En su paso por Argentina, tierra que la vio nacer, la periodista Gabriela Selser dialogó con Télam acerca de su reciente libro de relatos sobre la revolución en Nicaragua y la experiencia vivida como alfabetizadora y corresponsal de guerra.

Por Valentina Selzer



La periodista Gabriela Selser recuerda como una herida abierta el exilio que vivió junto a su familia a inicios de la dictadura cívico-militar de Argentina: “Fue partir mi vida en dos, hay un antes y un después de Argentina donde me arrancaron mi niñez; claro, sin eso el resto no hubiera sucedido aunque el costo es demasiado alto. Agradezco todo lo que me ha dado la vida pero pienso en mis padres que murieron en el destierro y supongo que el día de mañana correré la misma suerte” expresó. Apenas terminada su adolescencia, la joven decidió dejar la capital de México y emprendió viaje a una nueva vida en Nicaragua.

"El destierro es todavía más doloroso cuando las botas militares te arrancan de la raíz”. Con esta frase contundente la periodista comenzó la entrevista con Telám, a raíz de su primer libro “Banderas y Harapos, relatos de la revolución en Nicaragua” recientemente presentado en la facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata y en el Centro Cultural “Caras y Caretas”.

Créditos M.Tapia
Créditos M.Tapia
La tercera hija mujer de Marta y Gregorio Selser (periodista emblemático sobre la historia latinoamericana, autor de "Sandino, general de hombres libres”), decidió rehacer su vida junto a una nueva familia. En 1980, los González Aráuz la recibieron cálidamente por seis meses en su humilde casa de adobe y madera ubicada en San José de las Casquitas -Nicaragua-. Gabriela formaba parte de cien mil brigadistas que tenían una misión: la Cruzada Nacional de Alfabetización, que al finalizar involucró a medio millón de campesinos.

En 1981, a poco de incursionar en el periodismo en la Agencia Nueva Nicaragua (ANN), Gabriela fue enviada como corresponsal de guerra del diario Barricada. Durante diez años retrató en sus notas y vivió en carne propia las postales de una guerra, donde vio morir compañeros, amigos e incluso a su novio apodado “Cabrerita”. Pero encontró en esos dramáticos años algunas satisfacciones, entre ellas, conocer al escritor Julio Cortázar durante una vigilia por la paz en Bismuna.

Catarsis

“Realmente no estaba en mis planes escribir un libro. A fines de los ’90 no podía dormir por tremendas pesadillas de helicópteros que caían, de combates, mis amigos muertos. Fueron infinitas noches con esas imágenes que invadían mi cabeza hasta que me di cuenta que eran los recuerdos de lo que viví y me decidí a escribir relatos”.

Télam: A partir de esa premisa ¿cómo fue el proceso hasta llegar al libro?
Gabriela Selser
: Empecé a buscar los archivos de los periódicos, de informes, de todo lo que pudiera conseguir de aquella época, abrí una ventana hacia todos los recuerdos bloqueados en mi mente. Los alfabetizadores llevábamos con nosotros un diario de campo, que también usé para el libro. Apoyada en esas dos fuentes, mis notas publicadas en Barricada como corresponsal de guerra y el diario de campo, armé treinta relatos que son los que forman parte del libro.
Cuando lo vi hecho realidad me aterroricé porque eran historias muy fuertes y sentí que el pasado me cayó encima otra vez así que guardé el libro. Muchos amigos y colegas me insistían que lo publicara, entre ellos el escritor Sergio Ramírez quien luego fue el autor del prólogo, pero al ver el borrador me volvía a deprimir y así pasaron quince años.
Gracias a una terapia me di cuenta que de varios duelos que había pasado como la muerte de mi papá, la de mi hermana, el exilio, el que más me dolía y no había procesado era la etapa de la revolución vista como un proyecto de vida que se truncó en el que, como miles de jóvenes, había depositado todos mis sueños.

De repente nos dormimos en un país y amanecimos en otro
Me había entregado con cuerpo y alma a ese proyecto sin importar hasta si moría. Era mi vida completa. Cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional pierde las elecciones la vida nos cambió de un día para otro. Luego de actualizarlo y superar esas etapas de pánico, en septiembre de 2016 finalmente salió editado Banderas y Harapos.

T.: ¿A qué se refiere el nombre Banderas y Harapos?
G.S.:
El nombre del libro es de una canción de los hermanos Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy, que inicialmente era un poema dedicado al ejército del General Augusto César Sandino (Ejercito Defensor de la Soberanía Nacional). Los campesinos que eran muy humildes se unieron a luchar junto a Sandino para enfrentar una intervención del ejército de Estados Unidos. Durante una de las veces que fui a la montaña con las tropas, uno de ellos estaba cantando esa canción y me emocioné.
Banderas y Harapos es un juego de palabras para mostrar el pasado y el presente: las banderas son la ilusión, la utopía, la esperanza, el sueño colectivo que fue truncado por una guerra que duró diez años, de muertes brutales perpetradas por los ‘contras’ apoyados por Estados Unidos que minaron la capacidad de resistir de la gente. No solo había nada que comer sino que las familias todos los días recibían a algún familiar o amigo muerto. Los harapos son la actualidad de Nicaragua que es común a la de muchos países de América Latina con altos índices de pobreza, de desempleo, de violencia contra la mujer, de embarazos adolescentes. Son las metas que todavía no han sido alcanzadas.

Relatos

“Reúne relatos de distintos momentos a partir de mi perspectiva como periodista y protagonista a la vez de los diez años de la revolución desde 1979. Por un lado hablo de la etapa en la que fui alfabetizadora durante seis meses donde formé parte de un ejército de cien mil brigadistas jóvenes. Esta etapa fue como la luna de miel de la revolución, épica, bonita, donde cada uno se entregó desinteresadamente y sacó lo más noble y humano por los demás. Y sigue con la etapa de cuando empezó la guerra. Los contras empiezan a organizarse en territorio hondureño formados y dirigidos por guardias somocistas, que habían sido desplazados del poder y desde ahí comienzan a atacar poblados fronterizos de Nicaragua financiados por el gobierno de Ronald Reagan que había asumido como presidente en 1980”.
Créditos G. Selser
Créditos G. Selser

T.: ¿Cómo respondieron los lectores?
G.S.:
No son memorias a nivel individual limitadas a mis recuerdos y sentimientos, tal vez por el hecho de ser periodista volví a hacer hablar a la gente que había conocido en esos años. Ahora recibo muchos mensajes de gente que se ve retratada en el libro. Fue como una catarsis colectiva, algunas personas me dicen que con el libro están aprendiendo a hablar aquello que callaron tantos años.
Me he reencontrado con gente que aparece en el libro, como aquella campesina que menciono en un capítulo, “La loca del Quibuto”, que pasó días y noches enteras buscando a sus hijos secuestrados por la contra y hace poco me escribió uno de ellos para contarme que están vivos porque lograron escaparse, que volvieron a su pueblo y formaron familia. La gente me escribe para contarme que dentro del libro está su hermano o su primo; la verdad es que todos apostamos a esa revolución y nos quedamos sin nada. Pero mientras tanto si no se hace esto la historia oficial se va imponiendo sobre la real, donde hay una nueva versión, a pesar de que el Frente Sandinista está gobernando Nicaragua, que no revela en toda su dimensión un proceso importantísimo. Creo que el ejercicio de la memoria lleva a honrar ese pasado y a darle su lugar a la gente que se jugó la vida y sobrevivieron y a los que no también.

Memoria

“En el país hay un hueco profundo en la memoria, hay muchas historias que no han sido contadas. En el libro trato de honrar al pasado y al sacrificio de una y hasta tres generaciones”.

T.: ¿Qué quedo de aquella revolución? G.S.: Nicaragua no tiene hoy un gobierno revolucionario como fue en los ’80, a pesar que Daniel Ortega ha vuelto a gobernar y lleva su cuarto periodo de gobierno. Sin embargo la revolución dejó semillas que hoy podemos verlas cosechadas en proyectos sociales de organismos no gubernamentales: programas de mujeres en el campo, de construcción de viviendas, de distintos ejes de desarrollo. Son como los alfabetizadores del ahora porque es un voluntariado de jóvenes que se suman a esos proyectos para la gente que menos tiene.

Revisar la historia en un país es fundamental para no repetir los errores del pasado; ojalá tuviéramos otra revolución pero de una manera diferente, sin violencia y sin guerra. Hubiera sido maravillosa pero no la dejaron ser.

T.: ¿Cuál es la situación actual del país?
G.S.:
Nicaragua sigue siendo el segundo país más pobre de América después de Haití, con altos niveles de desempleo, de violencia doméstica, de embarazo adolescente, hay gente que sobrevive con dos dólares al día, el salario mínimo es de U$S 160 y la canasta básica supera los U$S 400. Considero que Daniel Ortega está perdiendo una gran oportunidad de hacer un gobierno democrático y conciliador porque está restringiendo cada vez más los espacios para el debate público y para las protestas.
Muchos analistas consideran que esta situación es muy peligrosa porque podríamos llegar a una situación semejante a la que se vivía cuando se produjo la revolución. Anastasio Somoza cerró los espacios de tal manera que en los años ’70 no quedó otra salida que la lucha armada para intentar restaurar la democracia en el país. Esperemos que nada de eso suceda porque Nicaragua no quiere más violencia.

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