domingo, 26 de marzo de 2017

ITALIANOS CAGONES Y COBARDES SOLO TIENEN A ARMANI

80 años de la batalla de Guadalajara, la primera derrota del fascismo

Del 8 al 23 de marzo de 1937 se enfrentaron el Ejército Popular y las Brigadas Internacionales al Corpo Truppe Volontarie italiano y el ejército franquista
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Milicianos del Ejército Popular de la II República entran en la ciudad de Guadalajara
Milicianos del Ejército Popular de la II República entran en la ciudad de Guadalajara - José Díaz Casariego
M. CEBRIÁN .

Ángel Martínez Álamo relataba a sus nietas, las hermanas María y Laura Lara, a modo de cuento y cuando eran pequeñas, sus vivencias de cuando estuvo alistado a cargo de las transmisiones en el laboratorio bélico de la Alcarria durante la batalla de Guadalajara. Ahora, cuando se cumplen 80 años de la contienda, estas dos jóvenes historiadoras guadalajareñas, autoras de diferentes libros y Premio Algaba por su obra «Ignacio y la Compañía. Del castillo a la misión», analizan para ABC lo que supuso el penúltimo intento del bando nacional por conquistar Madrid durante la Guerra Civil Española.
La batalla de Guadalajara tuvo lugar entre el 8 y el 23 de marzo de 1937 en torno a la capital alcarreña y en ella participaron el Ejército Popular Republicano con el apoyo de las Brigadas Internacionales y, por otro lado, el Corpo Truppe Volontarie italiano apoyado por el ejército franquista, y en concreto por la División Soria comandada por el general Moscardó. En las primeras horas, explica María Lara, la balanza pareció inclinarse a favor de las tropas italianas, capitaneadas por Mario Roatta, alias «Mancini», quien gozaba de la amistad de Mussolini y de la Alemania nazi.
Según cuenta Laura Lara, durante todo el 8 de marzo de 1937, los italianos bombardearon con su artillería el frente republicano al mando del coronel Víctor Lacalle, rompiendo la línea con sus tanquetas. Al día siguiente, el 9 de marzo, el Corpo Truppe Volontarie siguió su avance con tanques pesados y, hasta el 11 de marzo, los nacionales parecieron ir adelante. Sin embargo, subraya, «Guadalajara supuso un turno de réplica constante» y las cosas cambiaron de signo, de modo definitivo, el 12 de marzo, cuando las tropas leales a la República se repusieron lanzando la contraofensiva.

Brihuega, papel fundamental

Es aquí donde Brihuega juega un papel fundamental, tal y como destaca Laura Lara, pues esta localidad guadalajareña fue el destino de un movimiento envolvente en el que las divisiones del ejército republicano, comandadas por Enrique Líster y Cipriano Mera, cosecharon éxitos. Otro hito republicano se registró el 14 de marzo, en los bosques de Brihuega, al ocupar la XII Brigada Internacional el Palacio de Ibarra, tomado jornadas antes por los «camisas negras». Y también, en la noche previa, la retirada del CVT y la consiguiente recuperación de Trijueque por la Brigada Thaelmann y la 1ª Brigada de Asalto de Valentín González «el Campesino».
A partir de la segunda semana, relata Laura Lara, «en las filas nacionales a menudo se escuchaba el grito de fratelli (hermanos). En desbandada, yacían los cadáveres de los italianos y sus enseres: documentos militares, cartas de familiares, fotografías de corridas de toros o de víctimas de la guerra colonial en África, documentos de la catedral de Sigüenza, botas…». Y es que, tal y como indica María Lara, «la batalla de Guadalajara significó la primera derrota internacional del fascismo, ya que entre ríos de sangre, por el ego del Duce, la expedición italiana sufrió unas 6.500 bajas».
Coincidiendo con la batalla de Guadalajara, María Lara cuenta una anécdota acaecida durante ese mes de marzo de 1937. Por aquel entonces, el poeta Rafael Alberti y su mujer María Teresa León visitaron a Stalin en la Unión Soviética, ya que en Rusia se programaban guiones protagonizados por Federico García Lorca o por Dolores Ibarruri «La Pasionaria» y el teatro del Siglo de Oro se representaba en el Kremlin. De hecho, según señala la historiadora, fue Stalin quien informó a Alberti de la derrota italiana en Guadalajara y tan alta fue la proyección internacional de este triunfo de las fuerzas aliadas con la República que, en agosto de 1944, uno de los primeros autos blindados que liberaron París se llamó Guadalajara.
Precisamente de Rusia, indica Laura Lara, llegó a Guadalajara el periodista de mayor renombre de los que envío la Unión Soviética para cubrir esta batalla, Mijail Koltsov, quien informó de que «los elementos atmosféricos fueron los mejores aliados de los republicanos». Así describió la jornada del 13 de marzo de 1937: «Llueve a cántaros todo el día. Las nubes bajan, envuelven los valles y los barrancos, no se ve el cielo… La gente está calada hasta los huesos. Todos se enrollan en las mantas, pero las mantas son enormes esponjas empapadas de agua».
Paradójicamente, según señala Laura Lara, «los nacionales no podían salir del lodo desde la Nacional II y, así, se materializó el primer colapso o atasco de esta vía de comunicación entre Madrid y Zaragoza. El soporte aéreo al ejército sublevado tampoco pudo canalizarse a través de la ayuda que la Legión Cóndor estaba dispuesta a prestar, pues la meteorología impidió el uso de los aeródromos de campaña de Soria. La base aérea más próxima que estaba en condiciones de ser utilizada era la de la capital aragonesa, situada a más de 200 kilómetros, es decir, muy lejos».

Las historiadoras guadalajareñas y hermanas María y Laura Lara
Las historiadoras guadalajareñas y hermanas María y Laura Lara- ABC

Además de Guadalajara capital y Brihuega, en el listado de municipios guadalajareños que fueron escenarios de la batalla, ambas historiadoras citan Cogolludo, Cifuentes, Torija, Jadraque, Trijueque, Masegoso, Romancos, Hita, Las Inviernas, Alaminos, Hontanares, Renales, Membrillera, Arbancón o Taragudo, entre otros. María Lara dice que, «desde el Pico del Águila al castillo templario de Torija, entre 1936 y 1939 los pueblos quedaron vacíos de varones en edad laboral. Niños, mujeres y abuelos aguardaban con expectación los partes mediante las ondas de alguna emisora ubicada en una casa solariega. Pero, a menudo, el estruendo llegaba con los temibles obuses hasta los mismos dinteles de las viviendas».
«Los bandos de evacuación dejaban desiertas villas y aldeas, cada persona expresaba de una forma su dolor e incertidumbre: en una fecha entraban a caballo los nacionales teniendo como telón el palacio de Cogolludo; otro día las ancianas buscaban alguno de sus enseres en el amasijo de escombro al que había quedado reducida su morada centenaria; en otra tarde sin escuela los pequeños del lugar se emocionaban- con ese ímpetu de infancia que no calibra consecuencias-, al contabilizar más de 200 camiones, tanques y vehículos militares desfilando cerca de las eras», relata María Lara.
Los parajes donde se combatió, la historia oral con interesantes anécdotas del paso de las tropas de ambos bandos y el recuerdo en la prensa, pues las máquinas de escribir experimentaron un continuo tecleo tanto en las dos cabeceras de ABC como en medios del extranjero, sirven aún hoy de testimonio de lo que fue la batalla de Guadalajara. El 12 de marzo del 37, en ABC, mientras desde Sevilla se lanzaban noticias afines a los nacionales, en Madrid se daba cuenta del empuje republicano con la viñeta de un brigadista comiendo macarrones.
De este modo, tal y como afirma Laura Lara, «España suscitó una guerra civil de tinta que convirtió el periodismo en una continuación del barrizal y de la metralla». En Guadalajara Ernest Hemingway contempló la auténtica dimensión internacional de la conflagración. Con el realizador holandés Joris Ivens, de militancia comunista, captaría luego imágenes para el documental The Spanish Earth (Tierra Española, 1937), del que el estadounidense fue guionista y locutor.
Por Guadalajara pasó también la fotógrafa alemana Gerda Taro, pareja sentimental y profesional de Robert Capa. Las instantáneas de Gerda transmiten una visión diferente del conflicto, menos centrado en el despliegue militar y más en la retaguardia, como reflejan las fotos hechas en Brihuega de casas dañadas por los bombardeos o la escena tomada en la Plaza del Coso de esta localidad con dos niños, uno de los cuales lleva un sombrero de la CNT.
Pero, como testimonio oral, también quedan los poemas de la batalla de Guadalajara (de Miguel Hernández o de José Herrera Peteres, entre otros) y las coplas entonadas por los republicanos para conmemorar la victoria:
«¿Qué es aquello que reluce
en lo alto de aquel cerro?
La brigada de El Campesino
que viene rompiendo el fuego».
O las canciones del bando nacional en el consabido pique con los italianos:
«Guadalajara no es Abisinia.
Aquí los rojos tiran bombas como piñas.
Los italianos en las trincheras
no se desprenden de las camisas de seda.
Españolita no te enamores,
espera a que vuelvan los españoles»..

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