EL DIAMANTE.—Asesino a sangre fría según los grandes medios colombianos y un padre para la tropa que estuvo bajo su mando durante décadas. Entre esas dos caras se divide la imagen de Jorge Briceño, el guerrillero que conquistó el Oriente colombiano a punta de disciplina y maestría militar.
Sus historias van desde la cordillera que bordea Bogotá hasta la frontera con Venezuela; y tan al sur como La Macarena y los Llanos del Yarí, donde por estos días sesiona la conferencia que debe decidir el paso a la vida civil de la mayor guerrilla de Colombia.
Bajo el mando de Briceño, el Bloque Oriental que ahora lleva su nombre se convirtió en el más poderoso y extenso de los siete que componen las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP).
Armando estaba en uno de los círculos de seguridad del Mono, como se le conoce en la guerrilla, cuando murió bajo las bombas del Ejército colombiano el 22 de septiembre del 2010. Este guerrillero de fuertes rasgos indígenas ha pasado 23 de sus 38 años en las FARC-EP y dice recordar cada detalle de lo que ocurrió ese día.
“El enemigo nos tenía bajo asedio desde hacía meses”, afirma. “Le dijimos al jefe que se saliera del campamento, al menos 500 metros, por su propia seguridad; pero no aceptó”.
Armando asegura que El Mono le comunicó a la tropa que tenía tareas “estratégicas” que cumplir y no podía hacerlo fuera.
“Ese día había estado sobrevolando el avión no tripulado y volvimos a insistirle que se protegiera”. El bombardeo fuerte comenzó en la madrugada. “Conté el paso de más de 100 helicópteros; hubo plomo, bombas y de todo un poco”.
“Intentamos recuperar el cuerpo. Estuvimos 40 minutos echando bala con el Ejército pero no se pudo. Nos quedamos viendo como a 250 metros sin poder hacer más”, cuenta Armando. “Fue como si se me hubiera muerto un padre”.
Sobre el Estado Mayor del Bloque Oriental, en la serranía de la Macarena, cayeron ese día más de siete toneladas de bombas, según declaraciones ayer en conferencia de prensa de Carlos Antonio Lozada, miembro del Secretariado de las FARC-EP y jefe de la subcomisión técnica del cese al fuego que sesionó durante los diálogos de paz en La Habana. “Fue una verdadera demostración del uso excesivo de la fuerza y de odio de quienes fueron nuestros contradictores en esta larga confrontación”.
La muerte del Mono resultó uno de los golpes más mediáticos contra el liderazgo de las FARC-EP. Antes había sido bombardeado en Ecuador el campamento de Raúl Reyes en territorio ecuatoriano y poco después murió el máximo líder de la organización, Alfonso Cano.
Briceño era denostado en la prensa por algunas de sus acciones militares como la toma de los pueblos de Mitú y Miraflores, donde murieron civiles. También por llevar a cabo operaciones en Bogotá y tener bajo su protección a cientos de soldados y militares retenidos por la guerrilla.
“Después de su muerte creyeron que las FARC-EP iban a desaparecer, que iban a instalar carpas para salir a recibir a los combatientes”, dijo Lozada tras reafirmar que la guerrilla siguió y sigue defendiendo los ideales de quienes murieron en la lucha.
Osvaldo, del Frente Yarí adjunto al Bloque Oriental, se enteró de la noticia esa mañana por el radio. “Fue muy duro, era muy querido por todos”. Recuerda a su antiguo jefe como una persona sencilla que siempre prestaba atención a las necesidades de los guerrilleros, pero también muy estricta. “Una vez me llamó la atención a las cinco de la mañana por pedir permiso para ir a visitar a mi hermano y volarme a ver una novia”.
“No es el monstruo que describen”, afirma Iván, miembro del Bloque que comandó Briceño. “Ese sanguinario, como le dicen, nos enseñó a ser hombres”
“Todo esto que se ve por aquí lleva el sello del Mono”, añade en referencia a la comunidad de El Diamante, donde se reúnen más de 300 delegados de las FARC-EP para decidir su paso a la vida civil en la Décima Conferencia Nacional.
A pocos kilómetros de donde sesiona la reunión, en medio de los Llanos del Yarí, se encuentra la Morichera, uno de los campamentos más utilizados por Briceño en esta región. Pero Iván recuerda haberlo visto también en el río donde está ahora uno de los campamentos de la prensa internacional.
“Los puentes y caminos que se utilizan ahora no fueron construidos por el Estado, sino por la guerrilla para sus necesidades y para mejorar las condiciones de la población”, dice.
Uno de los mitos que se han extendido sobre El Mono es que era de línea dura y prefería la guerra a la salida política. Esa fue la imagen que se mostró al mundo durante los Diálogos de El Caguán con el gobierno de Andrés Pastrana entre 1999 y el 2002.
Iván no está de acuerdo. “Era un enamorado de la vida guerrillera pero no la concebía como una forma de vida”, refiere. “Siempre nos dijo que ser guerrillero no es coger un arma e ir al monte, sino que el guerrillero es un político”.
En lo que sí coinciden todos es en su genialidad militar. “Al Ejército le tocó matarlo con bombardeos y tropas helitransportadas; por tierra no hubieran podido, él tenía el terreno siempre en la cabeza”, afirma Iván. “Muchos militares envidian esa capacidad tan verraca del Mono”
Según las informaciones de prensa, entre los planes de Briceño antes de morir estaba acercar el conflicto a la capital colombiana, partiendo de la Cordillera Oriental.
“Bogotá siempre ha estado en nuestros planes estratégicos, con armas o sin ellas”, dice Iván. “Y para allá vamos”.
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