Nazanín Armanian
Turquía se acerca a Rusia sin romper con EEUU
En la cumbre de San Petersburgo, Putin y Erdogan trataron las siguientes cuestiones:Que ningún líder occidental le fuera a visitar tras el intento del golpe de estado del 15 de julio —uno de los más extraños de la historia— ha sido para Tayyeb Erdogan otra prueba de la complicidad de la OTAN con los golpistas. El primero que fue a consolarle fue Nursultan Nazarbayev, el presidente de Kazajistán, país centroasiático que forma parte del “Plan de Arco de Crisis” de EEUU y que el pasado jueves 18 sufrió un atentado en Almaty.
El presidente truco, muy resentido con EEUU y Europa porque hace tiempo que le buscan un sustituto, adelantó su cita con Vladimir Putin para confirmar que “los Estados no tienen amigos o enemigos permanentes, sólo tienen intereses permanentes”. El único socio “musulmán” de la OTAN desde 1952 reconocía en una misiva enviada la Kremlin lo caro que le salió a Turquía el derribo del avión ruso el noviembre pasado. Además, no ha dudado en acusar a Washington de estar detrás del golpe. Ahora pasan por el peor momento en la historia las relaciones entre Washington y Ankara.
1. Relaciones económicas: que Rusia levantase las sanciones a Turquía (perdían 10 mil millones de dólares anuales) por el derribo del avión Su-24 y pusiera en marcha el proyecto de una planta nuclear y el gaseoducto TurkStream, algo que disgusta a la UE porque pretende diversificar sus fuentes de suministro de gas.
2. La cuestión kurda: Erdogan habría intentado obtener promesas de Putin para impedir la desintegración de Siria y la formación de un Estado kurdo. Moscú juega con la carta kurda al igual que los demás países de la región para conseguir ventajas políticas. En este caso, la contrapartida podría ser que a cambio, Turquía, el país que posiblemente es el eslabón más débil de la OTAN, se negase a participar en ese cerco a Rusia, un objetivo de la Alianza que fue diseñado en la reciente cumbre de Varsovia.
3. La guerra de Siria: El precio de una verdadera reconciliación ruso-turca será que Ankara se involucre en el fin de la guerra en Siria. Un Erdogan sin margen de maniobra ha tenido que aceptar las condiciones de Putin al tiempo que confesaba: “Sólo cooperando con Rusia podemos resolver la crisis de Siria”. El diario libanés Al Manar sostiene que el acuerdo puede incluir el cierre de la frontera turca a los terroristas y labores de coordinación entre ambos Estados para poner en marcha el último plan de paz para Siria, elaborado por EEUU y Rusia, el cuál prevé la permanencia de Bashar al Asad durante seis meses de transición.
Si Erdogan puede llamar al presidente ruso “mi amigo Vladimir” después de declararle la guerra en suelo sirio, también podrá estampar tres besos en las mejillas de Asad, “su viejo enemigo”. Turquía dejará, así, de ser un obstáculo para la cooperación ruso-estadounidense en Siria, permitiendo a Moscú fortalecer su posición en las negociaciones con Washington. Los americanos, por su parte, deberán convencer a Arabia Saudí para que acepte el plan y la presencia de Irán en las negociaciones sobre el desenlace del conflicto. En cuanto a Israel, según el diario World Tribune, Asad, en un mensaje dirigido a Tel Aviv, le ha ofrecido garantías de seguridad como presidente (futuro) de Siria. La laicidad del Estado sirio y el regreso de los refugiados también forman parte del acuerdo ruso-turco.
Turquía atada a EEUU
Hay dos países en la región que les costará sudor y sangre mantener o conseguir su independencia: Irán, por ser la primera reserva mundial de gas y la tercera de petróleo, y Turquía, por su ubicación estratégica en Eurasia. Gran parte de las inversiones extranjeras en el país heredero del imperio otomano son capital estadounidense y europeo, y la totalidad del aparato militar y de seguridad turco está bajo el control del Pentágono, que cuenta con decenas de bombas nucleares depositadas en la base de Incirlik.
El jefe del Comando Central de EEUU, el general Joseph Votel, se quejaba de la detención de sus “interlocutores” entre los altos cargos del ejercito tras el intento del golpe de estado. La justicia turca ha solicitada a EEUU la detención y la entrega del clérigo Fethullah Gülen, al que acusa de conspirar contra el Estado. EEUU podría entregarlo para complacer a los turcos. Por un lado, Washington, no puede destruir sus relaciones con Turquía por el predicado pero por otro tiene la opción de alargar el proceso de la extradición, alegando la “excepción política” (la contaminación de las pruebas por motivos políticos). Otra opción es que la Oficina del Procurador General cuestionase la validez de las pruebas, o que el propio acusado utilice su derecho de apelar.
El fallecimiento de Gülen –convertido en una patata caliente-, acabaría con el litigio, como sucedió con el Sha de Irán. La embajada de EEUU fue ocupada por quienes reclamaba la extradición del dictador para ejecutarlo y que había huido del país en febrero del 1979. Pasó por Marruecos, Bahamas, México, Panamá y EEUU, y ningún país le permitió quedarse. Cinco meses después moría en Egipto. Turquía (que no se reduce a Erdogan) no se alejará de Occidente, e incluso puede utilizar a Rusia para fortalecer sus relaciones con el EEUU.
En esta coyuntura geopolítica, la preocupación principal de Ankara no es formar un eje con Rusia —lo cual solo supondría recuperar la relación que tenían antes de la guerra en Siria— sino contener a los kurdos y evitar una guerra civil en su país. EEUU seguirá siendo el jugador más importante del escenario turco, y el flirteo entre Erdogan y Putin convencerá aun más a EEUU para mantener el ‘cambio de régimen’ de Erdogan en su agenda.
En realidad, la relación entre Turquía y EEUU es como un matrimonio islámico en el que sólo el “cabeza de familia” tiene derecho a repudiar a su cónyuge, o como uno católico en el que no hay divorcio, hasta que la muerte de uno de ellos los separe (o no).
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