Actualmente, tanto las potencias occidentales como Rusia bombardean desde el aire al grupo islamista Estado Islámico (EI) en Siria, sin embargo, no aceptan unificar sus ofensivas militares porque las primeras reclaman la salida de Al Assad, mientras que Moscú defiende su legitimidad.

"Apoyo los bombardeos contra el EI, pero nunca voy a apoyar el bombardeo de un Estado, en el que el gobierno fue legítimamente electo. ¿Es más importante derribar al EI o al presidente Al Assad?", se preguntó Nikolic durante una entrevista con Télam.

"Yo viví eso en Yugoslavia. En ese momento la OTAN dijo que lo más importante era sacar del poder al presidente Milosevic y con eso justificó bombardear a todo el pueblo de Yugoslavia", explicó.

A 20 años del fin de la guerra en Bosnia, que motivó la primera de dos campañas de bombardeos de la OTAN contra fuerzas serbias en los conflictos de la ex Yugoslavia, el mandatario habló del rol actual de su país, tironeado entre la expansiva UE y su histórico aliado, Rusia.

Nikolic, de 63 años, fue el único presidente de un país no latinoamericano que asistió el jueves pasado a la asunción de Mauricio Macri. Cruzó Europa y el Océano Atlántico sólo para estar presente en Buenos Aires y, tras las ceremonias protocolares, volvió a Belgrado.

"Vine a agradecer personalmente la posición de Argentina con respecto al territorio soberano de Serbia", explicó, en referencia al reclamo sobre Kosovo, un Estado que declaró su independencia en 2008 con el apoyo explícito de Estados Unidos y la mayoría de las potencias europeas.

Argentina no reconoce ninguna secesión o declaración de independencia unilateral, que no se enmarque en los procesos de descolonización tradicionales.

El mandatario, quien contó que conoce "personalmente" a varios de los miembros del gabinete de Macri, adelantó que la prioridad con el nuevo gobierno argentino será "trabajar sobre las relaciones económicas, algo que hasta ahora no se había explorado mucho".

"Podemos ofrecer a Argentina una buena oportunidad para lanzar sus producto, principalmente a Europa y también a otros países con los que Serbia tiene tratados de libre comercio (como Rusia). Serbia tiene una posición favorecida dentro de Europa, pero no tiene suficientes productos para colocar allí. Por eso, Argentina podría encontrar en nosotros un buen socio", sugirió el mandatario desde un hotel porteño.

Nikolic, un dirigente que creció dentro de la derecha ultranacionalista y luego demostró tener una gran cintura política para moderar su discurso y adaptarse a los nuevos tiempos regionales, busca desde que asumió, en 2012, mantener un frágil y quizás imposible equilibrio entre su ambición de ingresar a la UE y su aspiración de seguir dependiendo de su alianza con Rusia.

"Nuestros vecinos son de la UE, por lo que no tenemos otra alternativa. Queremos ser parte de la UE", explicó el mandatario y recordó que recientemente Bruselas activó la última parte del largo proceso de ingreso al bloque europeo.

"Pero -agregó- nuestros vínculos históricos, por religión, tradición y por haber estado siempre del mismo lado de los buenos en la historia, está con Rusia. De Rusia compramos la energía y a ella le vendemos nuestros productos. Nuestra comida es la mejor de Europa, pero también es la más cara. Nuestro Estado por ahora no puede subvencionar a nuestros campesinos para que bajen los precios", dijo.

Los beneficios de la alianza con Rusia no terminan ahí para Belgrado.

"Rusia es nuestro aliado en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y garantiza que Kosovo no se convierta en un Estado miembro de la ONU. Fue Moscú quien vetó una iniciativa presentada justamente por los miembros de la UE", recordó el mandatario.

Consciente del evidente conflicto de intereses nacionales, aclaró: "Necesitamos a Rusia cuando la UE se pasa y necesitamos a la UE cuando Rusia se pasa".

El equilibrio de Belgrado se volvió aún más vertiginoso hace unos meses, cuando la UE firmó un tratado comercial con Kosovo, un primer paso necesario para que el pequeño territorio también empiece el proceso de ingreso al bloque regional.

"Si la UE tiene la intención de que Serbia acepte el así llamado Kosovo, Serbia jamás lo hará", sentenció Nikolic, antes de tragar saliva y reconocer: "Yo personalmente no puedo ver cómo la UE va a hacer que nosotros seamos miembro sin reconocer la independencia unilateral de Kosovo".

El mandatario tampoco dudó en cuestionar la política de la UE hacia los casi un millón de refugiados e inmigrantes que llegaron a las costas europeas desde Medio Oriente y África.

Serbia fue uno de los países que quedó en el medio de la ruta que transitaron muchas de estas personas para llegar a los países ricos del norte europeo.

Belgrado mantuvo sus fronteras abiertas durante meses y ayudó a transportar a los recién llegados a través de su territorio, pero cuando todos sus vecinos cerraron sus fronteras completamente o prohibieron el paso a todas las personas que no fueran sirias, afganas e iraquíes, Nikolic los copió.

"Hicimos todo lo que pudimos, pero creo que diferenciar entre refugiados e inmigrantes económicos no es un buen principio europeo. ¿Hay que empezar una guerra para que la UE acepte a las personas que no tienen con qué vivir? ", cuestionó el presidente.

"No se trata sólo de la guerra, el problema es que en muchos lugares no hay de qué vivir. Inclusive si hoy se resolviera la guerra en Siria, no habría de qué vivir. En Libia tampoco, en Irak tampoco, en Afganistán tampoco. Todos los países que han sido bombardeados y destruidos no pueden ofrecer una vida decente a sus ciudadanos", sentenció.

Pese a su coqueteo con las potencias europeas, Nikolic cuela un guiño tras otro que demuestran que las heridas nacionalistas que dejaron los bombardeos de la OTAN y las sucesivas fracturas de la ex Yugoslavia siguen abiertas.