lunes, 26 de octubre de 2015

II Parte de la Crisis de los cohetes


El presidente estadounidense J.F Kennedy se dirige a la nación el 22 de octubre de 1962. Foto: Archivo
SORPRENDIDOS IN FRAGANTI
De acuerdo con un análisis, presentado por la Comunidad de Inteligencia de Estados Unidos a principios de octubre, había unidades de cohetes antiaéreos en las provincias de Orien­te, Las Villas, La Habana y Pinar del Río. En Oriente y Las Villas existían bases aéreas y gran­des unidades importantes de las fuerzas cubanas, en La Habana, estaba la base aérea más importante, además de otros grandes objetivos militares y civiles, pe­ro en la provincia de Pinar del Río no había na­da importante conocido y precisamente allí es­taban varios de los emplazamientos antiaéreos detectados. ¿Qué hacían en aquel lugar?
Según informes recibidos, en la parte central de la provincia de Pinar del Río había un área grande restringida que era controlada por personal militar soviético y cubano, además de que los cubanos que vivían allí habían sido evacuados. Las informaciones sobre el personal militar soviético en Cuba indicaban una mayor concentración de este en el extremo occidental de la Isla, mostrando mayor interés en Pinar del Río que en otras provincias. Era significativo que si con centro en el área restringida indicada se trazaba un círculo de 2 000 km de radio, alcance considerado de los cohetes SS-4, el territorio abarcado incluía las ciudades de Filadelfia, Pitts­burg, San Luis, Oklahoma, Dallas, San Antonio, el Ca­nal de Panamá y los campos petroleros de Mara­caibo, en Venezuela.
9 de octubre: El presidente Kennedy aprobó el vuelo de un avión U-2 sobre Cuba, con el propósito de obtener evidencias acerca de la sospechada construcción de emplazamientos para cohetes de alcance medio en el área restringida, de que se tenían noticias en la provincia de Pi­nar del Río. Durante la mayor parte del mes de septiembre y principios de octubre reinó el mal tiempo en Cuba, con muchas nubes sobre la Isla, lo que impedía o hacía poco eficiente la toma de fotografías aéreas del territorio; incluso este vuelo, ya aprobado, fue suspendido durante varios días por las condiciones del tiempo.
14 de octubre: Era domingo y reinaba el buen tiempo sobre Cuba; resultaba la oportunidad que esperaban los norteamericanos desde hacía cinco días. En las primeras horas de la mañana un avión U-2 fotografió, en una trayectoria de vuelo desde el sur hacia el norte, la franja del territorio occidental de la
Isla que pasaba sobre la localidad de San Cristóbal, en la provincia de Pinar del Río. Las 928 fotografías obtenidas so­bre territorio cubano durante seis minutos brindarían la primera evidencia segura de la presencia de cohetes de alcance medio en Cuba.
Lunes 15 de octubre: Un equipo de interpretación identificó en los alrededores de San Cris­tóbal varios objetos similares a los componentes de los emplazamientos de los cohetes de alcance medio SS-4 (R-12 para los soviéticos).
Tarde en la noche Ray Cline, subdirector de Inteligencia de la CIA, llamó por teléfono a  McGeorge Bundy, consejero especial del presidente Kennedy para
Asuntos de la Seguridad Nacional, informándole que habían sido descubiertos cohetes de alcance medio en Cuba.  Bundy decidió esperar a la mañana para alertar al Presidente.
Mientras tanto, en Cuba, el jefe del aseguramiento técnico-nuclear, al haber concluido las comprobaciones de la técnica que tenía confiada con resultados positivos, informó al jefe de la Agrupación de Tropas Soviéticas que las municiones nucleares estaban verificadas y listas para ser empleadas si surgía la necesidad.
Así estaban las cosas aquel lunes apacible.
Martes 16 de octubre: El presidente Kennedy recibió las fotos en la mañana. Entonces formó un grupo asesor de alto nivel, que fue conocido como el
Comité Ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad (ExCom, por sus siglas en inglés), para analizar la situación y proponer medidas.
La primera reunión del Comité fue esa ma­ñana. Kennedy explicó la situación creada y so­licitó a los presentes que abandonaran cualquier otra tarea. Al principio, el sentimiento ge­neral fue de que había que emprender alguna acción, no obstante, una pequeña minoría estimaba que los cohetes en Cuba no alteraban el equilibrio de fuerzas, por lo que toda acción era innecesaria. Mas la mayoría pensaba que el único camino posible era un ataque aéreo sorpresivo contra las bases de los cohetes.
Durante esa primera reunión no se tomaron acuerdos, pero se plantearon algunas de las ideas esenciales que discutirían en la se­mana. Entonces en el
Comité casi existía consenso a favor de una acción militar, pero sus integrantes desconocían que, cuando dicha acción podía ser inminente, ya había en
Cuba decenas de cargas nucleares para los cohetes tácticos, destinadas a rechazar un desembarco en la Isla, por lo que cualquier acción drástica de las fuerzas norteamericanas hubiera elevado demasiado el riesgo del inicio de una guerra nuclear general.
Desde aquel día comenzó a organizarse el Comando Unificado del Atlántico, órgano prin­cipal de mando para la dirección de las acciones militares futuras, al cual estarían subordinadas todas las fuerzas terrestres, navales y aéreas comprometidas.
Al mismo tiempo, al puerto de Mariel llegaba la motonave Omsk, en su segundo viaje, transportando seis cohetes R-12 para el regimiento de Santa Cruz de los Pinos-San Cris­tóbal, con lo que se completaban los 36 cohetes del tipo R-12 destinados a la división coheteril estratégica.
Durante el resto de la semana el Comité Eje­cutivo analizó las distintas variantes que po­drían ser aplicadas, hasta que el sábado 20 de octubre recomendó el bloqueo naval de la Isla, denominándolo “cuarentena”, de modo que fue­ra más aceptable para la opinión internacional, lo que fue aprobado por el presidente Kennedy; entonces se decidió que este se dirigiera a la na­ción y al mundo en la tarde del lunes 22.
Por entonces, el regimiento de cohetes R-12 emplazado en la región central de Cuba estaba listo para el combate, mientras que los dos regimientos ubicados en la zona de San Cristóbal continuaban preparándose. Además, una serie de barcos soviéticos se dirigían al Caribe, entre ellos el Alexandrovsk, con las cargas nucleares para los proyectiles R-14 y las 40 restantes para los cohetes alados tácticos, así como otros cuatro buques con los 24 cohetes R-14.

LA INTERVENCIÓN DEL SEÑOR PRESIDENTE
Lunes 22 de octubre de 1962: Cuando en horas de la mañana se anunció que Kennedy hablaría a las 7:00 p.m., para dar a conocer acontecimientos extraordinarios a la población de Estados Unidos, y teniendo en cuenta una serie de movimientos militares que se habían de­tectado en el sur de Estados Unidos, el Co­mandante Fidel Castro apreció que eso estaba relacionado con Cuba y con los cohetes soviéticos. Da­das esas circunstancias, ordenó poner en Si­tuación de Alerta a las FAR a las 3:50 p.m., y a las 5:35 p.m., decretó la Alarma de Combate pa­ra toda la nación, casi hora y media antes de que hablara Kennedy.
A las siete de la tarde, el presidente Kennedy inició su intervención:
“Conciudadanos, buenas noches. El Go­bier­no (…) ha mantenido una estrecha vigilancia sobre las actividades militares soviéticas en la isla de Cuba.
Durante la última semana se han obtenido pruebas inequívocas de que se están instalando bases de cohetes ofensivos en aquella Isla esclavizada. El objeto de estas bases no puede ser otro que el de montar una fuerza de ataque nuc­lear contra el hemisferio occidental”.[1]
Vease que desde el inicio pone a los cohetes la etiqueta de “ofensivos”, y los define como “una fuerza de ataque nuclear contra el hemisferio occidental”, como si los pérfidos soviéticos y cubanos quisieran reducir a polvo y cenizas a Costa Rica, Paraguay o Ecuador, entre otros.
“(...) Esta urgente transformación de Cuba en una base estratégica (…) constituye una evidente amenaza a la paz y a la seguridad de todos los americanos, en flagrante y deliberada violación (…) de las tradiciones de esta nación y de este hemisferio (…), de la Carta de las Naciones Unidas y de mis propias y públicas advertencias a los soviéticos”.
Veamos el párrafo anterior por partes.
—“de las tradiciones de esta nación”—. ¿A cuáles se referiría? A los viejos vicios de intervenir militarmente al considerar afectados sus intereses, de lo que eran aventajados testigos Mé­xi­co, Haití, República Dominicana, Nica­ra­gua, Cuba, etc., algunos incluso más de una vez. A las tradiciones de imponer  Enmiendas Platt o a las de la política del Gran Garrote…
—“y de este hemisferio”—. Sería a las tradiciones de sumisión, de golpes de Estado, de corrupción galopante, de rendirles culto de ro­dillas a los dioses del Norte. ¿A cuáles de las tradiciones tendría en mente?
—“de la Carta de las Naciones Unidas”— . In­vocaba esa Carta cuando la iban a violar, haciendo caso omiso de dicha Carta... Cuando iban a implantar una medida de guerra en tiempo de paz, pues el bloqueo es un método de la guerra, por lo que solo puede ser legal en tiempo de guerra. El derecho internacional moderno no reconoce ningún “bloqueo pacífico”.
En otra parte de su intervención el señor Presidente planteaba: “...y nuestra historia, a diferencia de la soviética (…), demuestra que no tenemos el menor deseo de dominar o conquistar a cualquier otra nación, o de imponer a su pueblo nuestro sistema”.
¡Sorprendentes planteamientos! ¿Qué había pasado en Guatemala en 1954?, ¿qué estaba co­menzando a pasar en Vietnam?, ¿qué estaba pasando con Cuba desde hacía casi cuatro años?
En base a semejantes declaraciones, y a otras que harían demasiado extenso este trabajo, el señor Presidente resolvía, entre otras co­sas, las siguientes: “...se inicia una estricta cuarentena de todo equipo militar ofensivo con destino a Cuba. Todos los buques (…) serán obligados a regresar si se descubre que llevan armamentos ofensivos”.
Era una medida de fuerza, como la que solo podría haber aprobado el Consejo de Seguridad de la ONU en determinadas condiciones. ¡Pero es que ningún Estado puede ha­cer eso! Ningún Estado puede detener los barcos de otro. ¿Dónde lo harían? ¿En aguas norteamericanas? ¡No! ¡En alta mar, es decir, en aguas internacionales!
Y hacia el final de su discurso el señor Pre­sidente manifestaba: “Por último, quiero decir unas palabras al pueblo cautivo de Cuba (...) Os hablo como amigo (...) Pero nuestro país no quiere causaros sufrimientos ni imponeros ningún sistema político (...)”.
El Presidente mencionó que le hablaba al pueblo como amigo. ¡¿Qué clase de amigo?! ¿Sería amistosa la invasión de Playa Girón, lo de pintar los aviones como los cubanos para bombardear, sería muy amistoso?, ¿sería amistoso lo del bloqueo?
Lo que sí estaba claro era que el gobierno nor­teamericano no quería causarle ningún su­fri­miento al pueblo cubano, todo lo sucedido du­rante los últimos años no era más que un mal entendido. Y sobre todo, no querían imponer ningún sistema político. ¡Qué va!
En conclusión, que dos grandes potencias y el mundo en su conjunto estaban a medio paso de la catástrofe nuclear.
El discurso del Presidente fue brusco, persiguiendo el objetivo de crear la impresión, en los estadounidenses y en la opinión pública mundial, de que los cohetes soviéticos en Cuba re­presentaban en sí una amenaza mortal para  Es­tados Unidos y otros Estados latinoamericanos, ya que a rusos y cubanos les hormigueaban los dedos por comenzar a oprimir los botones de lanzamiento.

LA REACCIÓN DE LOS “CAUTIVOS”
Martes 23 de octubre: Desde la tarde anterior, en Cuba se desarrollaba la movilización de los “cautivos”, para defenderse de sus posibles “li­beradores”.
Al amanecer ya estaban en completa disposición combativa muchas unidades cu­banas y soviéticas. El regimiento de la región central podía efectuar el lanzamiento de los cohetes 2:30 horas después de recibir la orden, pero las cargas nucleares se mantenían en el almacén central, a más de 300 km, por lo que se requería un plazo real de 20 horas para el lanzamiento. El regimiento de Candelaria-San Cris­tóbal y uno de los grupos de combate del de San­ta
Cruz de los Pinos-San Cristóbal, estaban casi listos, con sus rampas en diferentes plazos para el lanzamiento, en dependencia de sus condiciones concretas. Ambos regimientos estaban a 80-100 km del almacén central de cargas nucleares.
Mientras tanto, al puerto de Isabela de Sa­gua llegaba la motonave Alexandrovsk con las cargas nucleares de los cohetes R-14 y las 40 que faltaban para los cohetes alados tácticos FKR. Por la noche comenzó la descarga de las últimas. En aquellos momentos, la Agru­pa­ción de Tropas Soviéticas en Cuba ya contaba con alrededor de 43 000 hombres.
El Comité Ejecutivo se reunió en la Casa Blanca. Se discutió lo que se haría si uno de los aviones U-2 era derribado; se convino en que sería destruida la base de cohetes antiaéreos que hubiera disparado. Al finalizar la reunión, Kennedy aprobó la realización de vuelos de reconocimiento a baja altura sobre
Cuba para obtener más fotos, y más detalladas, de los emplazamientos de los cohetes soviéticos.
A partir de las 11:30 de la mañana se realizaron los primeros vuelos sobre las posiciones soviéticas y cubanas; se efectuarían dos veces al día, en la mañana y en la tarde, por varios aviones de forma más o menos simultánea sobre distintas regiones de la Isla. El Gobierno soviético solicitó al cubano que no se disparara contra ellos para no empeorar la situación.
Al llamado de la Revolución el pueblo respondió con valentía y firmeza. Nunca antes se había sentido tan cercano el peligro de la agresión militar directa; sin embargo, el país se preparó tranquilamente para enfrentar y resistir a pie firme el bloqueo total, los golpes aéreos limitados o masivos y la invasión.
Don­de­quiera ha­bía gente armada. Por toda la costa se abrieron trincheras, se emplazaron cañones, tanques y otros armamentos, mientras que por carreteras y caminos se desplazaban interminables co­lum­nas de tropas que se dirigían hacia todas partes. En las ciudades había mítines masivos y se organizaban nuevas unidades de milicianos; en los edificios habían colocado telas y carteles con consignas y llamados: ¡Patria o Muerte!, ¡Vence­re­mos!,
¡Cuba sí, yanquis no!, ¡Todos a las ar­mas! y otros.
En la Isla no existía pánico alguno, funcionaban la televisión y la radio, eran editados periódicos y revistas. A pesar de la alarmante situación y del peligro inminente, en el país reinaban el orden y la tranquilidad. En distintos puntos de La Habana y otras ciudades estaban emplazadas baterías de armas antiaéreas. En aquellos días no se interrumpió la vida cultural y social del país, al contrario, se desarrollaba una elevada actividad. Funcionaban los cines, clubes, círculos sociales, playas, teatros e instalaciones de­portivas. La gente reía, cantaba, bailaba, se burlaba del enemigo, engendraba hi­jos, en fin, disfrutaba de la vida, aunque podría decirse que esta transcurría por el filo de una navaja. El heroísmo era multitudinario. Tenía gran éxito el Ba­llet Nacional de Cuba, encabezado por Alicia Alonso, que realizó funciones en las trincheras. En tales momentos críticos, el pueblo mostró su tradicional fervor patriótico. En las ciudades te­nían lugar enormes manifestaciones, el pueblo enjuiciaba la agresión norteamericana y el país se convirtió en un gran campamento militar.
A las 7:06 p.m., el presidente Kennedy fir­mó la “Proclamación 3504”, en la que se de­claraba que la “cuarentena” de Cuba se establecería a partir de las 2:00 p.m. del 24 de octubre (hora de Greenwich).



*Teniente coronel (r) y fundador de las Tropas Coheteriles Antiaéreas
[1] Kennedy, Robert: Trece días (La crisis de Cuba) Editorial Plaza & Janes, p. 53. Las citas siguientes del discurso del presidente Kennedy también fueron tomadas de esta obra.

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