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309 nazis buenos. 309 nazis muertos para Lyudmila Pavlichenko.
La mano de esta soviética no temblaba ni por el miedo a morir ni por el frío gélidode la península de Crimea.
Ella es considerada la francotiradora más mortífera de toda la historia. Así lo dice esa cifra de 309 enemigos abatidos durante la II Guerra Mundial.
Son casi 100 bajas más que Vasili Záitsev, el mediático francotirador de la películaEnemigo a las puertas. Ahora, para no ser menos que aquel, La batalla de Sebastopolacaba de llevar la vida de Pavlichenko al cine.
Lyudmila Pavlichenko nació en 1916 cerca de Kiev, donde pasó su juventud. Fue en la capital ucraniana donde se alistó en uno de los grupos paramilitares soviéticos para practicar una de las cosas que más le gustaba: el tiro de precisión.
En Kiev también se matriculó en la universidad para cultivar su otra pasión, la Historia. Estaba en su cuarto año cuando sucedió algo que cambió millones de vidas, incluida la de Lyudmila. En junio de 1941, el III Reich invadió la URSS.
Miles de jóvenes fueron llamados a filas y otros tantos se presentaron voluntarios para defender la patria comunista. Lyudmila era una de ellos. Le ofrecieron ser enfermera de campaña, pero lo rechazó.
Tenía claro que su destino tenía que ser algo como la 25ª división del rifle del Ejército Rojo. Con su rifle semiautomático consiguió sus dos primeras bajas a los 24 años. En el frente de Odessa, al sur de Ucrania, 187 nazis cayeron bajo sus balas en dos meses y medio. Un promedio de dos bajas y media al día.
Su siguiente puesto estuvo en la defensa de Sebastopol, donde continuó siendo el terror del ejército alemán durante 8 meses más. En junio de 1942 fue herida por un mortero. Para entonces ya había matado a 257 soldados nazis más, haciendo un total de 309, que incluían a 36 francotiradores de Hitler.
La vida de Pavlichenko dio entonces otro giro. No volvió al frente. En su lugar, el gobierno de Stalin la envió a Canadá y Estados Unidos para que hiciera propaganda soviética. Allí se convirtió en la primera ciudadana soviética en ser recibida en la Casa Blanca por un presidente norteamericano.
Pavlichenko debió caerle bien a Eleanor Roosevelt, la esposa del presidente, ya que fue invitada de nuevo por esta a Estados Unidos. En aquel país realizó discursos en los que reivindicaba su papel como mujer activa en la guerra contra el nazismo.
En el más famoso de ellos, Pavlichenko dijo en Chicago: “Caballeros, tengo 25 años y he matado a 309 nazis…
… ¿no creen que ustedes se han estado escondiendo detrás de mí demasiado tiempo?”. La audiencia estalló en aplausos. La Guerra Fría aún no había estallado y EE.UU. y la URSS eran aliados.
Fue nombrada comandante, y con ese rango se dedicó a instruir a jóvenes francotiradores mientras la URSS trataba de liberarse de la invasión nazi. Ella había sido una más de las 2.000 francotiradoras soviéticas movilizadas, pero también había sido la mejor de todas.
Antes de que acabase la guerra, ya tenía la estrella dorada que le acreditaba como Héroe de la Unión Soviética. Pavlichenko también recibió la medalla de la Orden de Lenin y apareció en varios sellos conmemorativos.
Pero sobre todo pudo acabar su carrera de Historia en cuanto acabó la guerra. Aunque fuera solo un trámite de poca importancia.
Porque cuando murió en 1974, la joven estudiante Lyudmila era la comandante Pavlichenko.
Su historia había hecho Historia. Con mayúscula.
LAS MUJERES NO SOLO CURAN HERIDAS, TAMBIÉN LAS ABREN