Entrevista - Tanja Nijmeijer
"A los medios solo les interesa el morbo, nunca me dejan explicar en Europa el conflicto colombiano"
Entrevista a Tanja Nijmeijer, la joven holandesa que se hizo guerrillera de las FARC
"Repudio el capitalismo de Europa, pero no la gente o la sociedad"
"En nuestros países estamos agobiados con temas que desde la selva te parecen irrelevantes"
"Repudio el capitalismo de Europa, pero no la gente o la sociedad"
"En nuestros países estamos agobiados con temas que desde la selva te parecen irrelevantes"
Su nombre es Tanja Nijmeijer, nació en un pueblo de
Holanda, cerca de la frontera con Alemania, hace treinta y seis años. Es
licenciada en Lengua y Culturas Románicas y perfeccionó su carrera e
idioma español durante un año en Granada. Pero eso es el pasado. Desde
hace más de diez años se llama Alexandra Nariño y es una guerrillera de
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Esta es la
primera entrevista que concede a un periodista español.
Su acento puede parecer puro colombiano para un español. Su vocabulario
es rico, es evidente su alto nivel cultural. La entrevistamos en La
Habana, Tanja Nijmeijer forma parte de la delegación de guerrilleros de
las FARC que se encuentran en la capital cubana desde hace más de dos
años en diálogos con el gobierno de Colombia. Nació en 1979 en un ciudad
de unos diez mil habitantes, en una región campesina que habla un
dialecto entre holandés y alemán. Con 18 años se fue a estudiar a la
universidad al norte de Holanda. Eligió lenguas y culturas románicas:
español, francés e italiano. Después, mediante una beca, se fue a
estudiar un año en Granada, de donde guarda buenos recuerdos. Vuelve un
año a Holanda y un anuncio en la prensa solicitando una profesora de
inglés en Colombia le lleva a ese país. Tenía 20 años.
Tanja no sabía entonces ni que existiese un conflicto
armado en Colombia, no seguía las noticias. En aquellas fechas no tenía
ninguna especial inquietud política o social, su interés era histórico,
artístico y por la literatura hispana. Según señala ahora, la política
no le interesaba, más allá de la preocupación hacia la injusticia
sufrida por algún compañero o compañera. Una vez en Colombia comenzó a
ver la televisión para mejorar el español que había aprendido en
Granada. "Veía los atentados de la guerrilla en el campo, en la ciudad
casi no se notaba el conflicto. Miraba esos atentados y lo mal que
hablaban todos de la guerrilla, eso despertaba mi curiosidad y empecé a
preguntar alrededor mío, preguntas elementales: ¿Esa gente qué quiere? Parece que son muchos, ¿cómo pueden existir si son tan malos?
La gente me decía que existían porque engañan a los campesinos: 'son
gente muy pobre que no tiene con qué subsistir y la guerrilla dice que
les va a dar comida, ropa y así los reclutan'".
Pero
la realidad que la joven holandesa veía cada día le desmontaba el
discurso que escuchaba contra la guerrilla: "Yo no entendía bien, ¿acaso
la misma pobreza de esos campesinos no justifica también la existencia
de una guerrilla? Eso cada vez me preocupaba más y más. Viendo además la
injusticia, viendo personas buscando cosas en mi basura. A mí me
parecía muy absurdo, creo que eso no debería existir en el mundo, unas
personas que están buscando en la basura de otras personas a ver si
encuentran qué comer. Y más absurdo es que a nadie la perezca absurdo
eso".
Tanja comenzó una amistad con una profesora de
matemáticas y su marido del colegio donde trabajaba. Ante su curiosidad,
ellos les explicaban la situación, estudiaban la historia de Colombia,
el surgimiento y motivo de las guerrillas, y cuál había sido el
comportamiento del estado colombiano desde entonces. También estudiaron
la trayectoria de otros países, como la revolución cubana. Visitaron los
barrios pobres de Bogotá y la Universidad de la capital. "Así comprobé
que la guerrilla tenía una aceptación, pero la gente no habla del tema.
Los únicos que pueden hablar abiertamente de la guerrilla en Colombia
son los que hablan mal. Los que están de acuerdo con algunas ideas,
aunque solo sean unas mínimas de justicia social deben estar callados
porque son sospechosos. Así engañan a todo el mundo, a todos los
extranjeros a quienes les hacen ver que en Colombia hay una democracia".
Esta primera estancia en Colombia dura el año del contrato. Su
experiencia en el país, todo lo que vio y vivió le introdujo la "fiebre
de la revolución". Pero no lo suficiente para quedarse, tenía que
terminar su carrera en Holanda, sus raíces seguían allí. Volvió a su
país, terminó sus estudios e hizo sus tesis sobre el gobierno de las
FARC en el Caguán, una amplia zona colombiana que estuvo gobernada por
la guerrilla mientras se desarrollaban una fallidas negociaciones de paz
con el entonces presidente Andrés Pastrana. "Yo no pude ir al Caguán,
pero tenía un profesor de la Universidad que dirigía mi tesis y que me
dejaba documentación, junto a otra que yo buscaba pude desarrollar el
trabajo. Mi idea era comparar el gobierno que estaban aplicando las FARC
en el Caguán con la Constitución colombiana y las prácticas del
gobierno colombiano, una especie de comparación entre los dos estados".
Pasan dos años y se enfrenta de nuevo al qué hacer. "En Holanda empiezo
a hacer activismo político, creamos un grupo llamado Plataforma contra
el Plan Colombia [un amplio plan militar del gobierno colombiano,
financiado por Estados Unidos para derrotar a las guerrillas y sus bases
sociales], hicimos algunas acciones. Pero yo ya había iniciado mi
formación política en Colombia y no me podía adaptar a hacer activismo
político en Holanda. Allí hay mucha desmotivación, es muy difícil
encontrar interés de la gente para cambiar el sistema, yo quería estar
con los compañeros en Colombia, ver cómo iban a hacer la revolución. Me
fui otra vez, ahora ya sin contratos ni un plan previo".
La idea de integrar la guerrilla ni siquiera se le había pasado por la
cabeza. "Yo solo quería ver. Ni siquiera ser participe de nada, solo
estar ahí. Comencé a trabajar enseñando inglés y volví a encontrarme con
mi amiga la profesora. Seguíamos estudiando, escribiendo algunos
trabajos, etc... Un día le dije que yo quería aportar algo a la lucha
social de Colombia. Entonces ella me dijo: 'Ahora sí le puedo decir.
Nosotros somos milicianos de las FARC'. Ahí me enteré y ella me puso en
contacto con un guerrillero que trabajaba en Bogotá, quien me propuso
irme con él a trabajar en la capital. Estuve seis meses con la milicia
en la ciudad, y después me propuso irme otros seis meses al monte".
Ese viaje a lo más profundo de la guerrilla fue fundamental para poder
contrastar la versión que le decían de las FARC y la que ella pudo
conocer de primera mano. "El sistema siempre logra inculcarle a una la
idea de que la guerrilla no tiene ideología, no tiene norte político.
Esa manipulación es muy fuerte. Yo en esa época tenía mis dudas y quería
ver como era eso en realidad, uno no puede estar seguro de las cosas
hasta que no las ve. A los dos o tres meses de estar en el monte, pedí
el ingreso de las FARC". Nace
Alexandra Nariño, una guerrillera a la que no le falta el humor. "Yo
pensaba que en la guerrilla nadie más se llamaría Alexandra y ahora en
cada lugar encuentro una Alexandra".
Sus
primeros años, a pesar de que los vivió alejados de todos los adelantes
habituales en occidente, como la radio, la televisión, el agua
corriente, la electricidad, incluso sin lectura, no los recuerda con
especial dureza, ella lo califica de normal: "cargar leña, madrugar,
despejar terrenos, hacer la gimnasia, estar de guardia". Se trataba de
una época de transición entre el plan de despeje de las negociaciones
fallidas en el Caguán y el Plan Patriota de guerra total que llegaría
después.
Como es lógico, el primer combate fuerte
nunca se olvida. "Fue en un filo, donde participamos nueve compañías,
unos seiscientos guerrilleros. El ejército pasaba por abajo, y nosotros
les esperábamos en lo alto. Mi compañía era la última en la línea, y yo
era el último guerrillero, cuidaba la carretera. Recuerdo que me salió
un caballo asustado, probablemente había visto el ejército, y casi le
pego un tiro. Después comenzaron a subir los soldados y empezó el
combate. Al lado mío, había una guerrillera veterana que me preguntaba
constantemente '¿Cómo está mamita?, ¿está asustada?'
Yo le decía que no, ya antes había sufrido asaltos del ejército o
bombardeos. Un combate de estás características, donde tú llevas la
iniciativa, comparado con sufrir asalto, es algo de mucha más cohesión y
sensación de fortaleza".
También rememora el momento
de mayor peligro. Fue un bombardeo a su campamento en 2010. En él se
encontraba el que entonces era el máximo jefe militar de las FARC, Jorge
Briceño Suárez o " Mono Jojoy". "He sufrido varios
bombardeos pero en ese nos cayeron siete toneladas de explosivos. Fue a
las dos de la mañana. Se percibe un sonido característico del tipo de plof, plof,
cuando los aviones disparan las bombas. Cuando lo escuchas sabes que
pronto llegará e impacto. No se puede hacer otra cosa que estar quieto
en la trinchera. En el momento en que yo escucho veinte veces el plof, plof encima de mí, me dije 'hasta aquí llegué'. Murieron siete compañeros".
Alexandra estuvo diez años sin salir del monte, hasta hace dos años y
medio que se desplaza a La Habana para participar en los diálogos de
paz. Allá en Holanda quedaron sus padres, sus dos hermanas, toda su
familia. "Yo le dije a mi familia que me iba a trabajar a la selva en un
proyecto con los indígenas durante seis meses. Cuando pido el ingreso a
la guerrilla quise informarles, pero estábamos muy adentro en la selva y
era muy difícil sacar cualquier cosa o información. Un día logré
escribir una carta, vino alguien de fuera, se la di para que se la
hiciera llegar a mi familia y me quedé tranquila. Luego me di cuenta de
que esa carta nunca llegó. Mis padres estuvieron un año y medio sin
saber de mí y, claro, estaban desesperados. Como es lógico denunciaron
mi desaparición en Colombia. Cuando después de un año y medio salimos a
una zona algo más accesible, entonces pude mandar una carta e invitarlos
a que me visitaran. Y fue mi madre a verme a la selva".
La presencia de un joven holandesa en las filas de las FARC ha supuesto
toda una cadena de incidentes, especulaciones y anécdotas. En torno a
2006 el ejército colombiano bombardeó el campamento donde ella estaba y
encontraron su diario, en holandés, donde anotaba todos sus estados de
ánimo, incluido sus penas y tristezas por el impacto cultural. El
ejército lo mandó traducir y difundió algunos de los extractos más
duros, donde aparecían sus críticas a la organización, y con eso
montaron una campaña mediática diciendo que estaba secuestrada por la
guerrilla. Fue varios años después, en 2010, cuando Alexandra lo
desmintió tras una conversación con el periodista colombiano Jorge
Enrique Botero, quien publicaría el libro sobre ella titulado La vida no es fácil, papi.
"Aquello provocó un cambio mediático importante, porque pasé de ser una
secuestrada a una guerrillera. Una terrorista por todos lados. Ahora ya
tocaba mirar si esta 'terrorista' tiene derecho a mantener la
nacionalidad holandesa y todo tipo de acciones contra mí. Incluso
convencieron a mi mamá para llevarla a la selva en un helicóptero y que,
a través de un megáfono, en holandés, me pidiera que desertara.".
Alexandra rehuye hablar de su familia y la forma en que han encajado su
incorporación a la guerrilla. Su historia ha sido muy difundida por los
medios en Holanda. "A mi familia no les gusta que hable de ellos. Han
sufrido mucho acoso de la prensa. Cada vez que yo salgo diciendo algo de
ellos, la prensa les cae encima".
Durante su vida en la selva ha sufrido todo tipo de inclemencias y enfermedades como leishmaniasis , malaria
o dengue. Vivir como mujer y europea la experiencia de ser guerrillera
en la selva colombiana es sociologicamente también algo excepcional.
"Nada es blanco y negro, no se puede decir que nunca fue fácil o que
nunca fue difícil. Claro, a la gente le despierta curiosidad, me
preguntaba muchas cosas. Por otro lado ellos los guerrilleros sienten
muchas veces que están solos, que no hay solidaridad internacional. Ver
una persona de otro países entre sus filas, les impacta y emociona
mucho". En contra lo que muchos podríamos pensar, más que el miedo,
sufre la diferencia cultural. "A veces no me siento, no me hallo. Es
enorme la diferencia entre la cultura latina y la cultura europea. Los
latinos son sociables, nosotros somos fríos. Yo soy como soy, no quiero
cambiar, pero no es divertido sentirte la más antisocial de todos. Yo en
Holanda no sería percibida como una mujer fría o distante, y para ellos
sí. No entienden algunas reacciones mías. La sociabilidad de los
latinos la mayoría de las veces me parece algo bonito, incluso lo
admiro, pero yo no puedo ser así. Otras veces reconozco que me resulta
algo cargante".
Como todos los guerrilleros con los
que hemos hablado, el momento más duro es la muerte del compañero. Nos
preguntamos si no les parece tan duro como para pensar si vale la pena
tanto sacrificio. "Sensación de que no vale la pena, no. Lo que sí se
puede tener es la sensación de que ¡Dios mío yo no puedo con esto! Por
el cansancio, el agotamiento físico. Uno a veces cree que no va a poder,
pero de ahí a decir que esto es inviable, o dudar de si hizo lo
correcto, no".
Sin duda los proceso son largos, muy
largos. Alexandra lleva más de diez años en la selva, su organización
cincuenta combatiendo. "Pero es que uno no puede ser voluntarista. En el
sentido de que no puede esperar que los procesos históricos se den de
un día para otro. Si uno conoce la historia de Colombia, cómo se ha
desarrollado la lucha en este país, me parece que es fácil de entender
por qué se da de esta forma tan prolongada".
Nuestra
guerrillera reconoce que tiene mucha curiosidad por conocer cómo es
Holanda hoy, casi catorce años más tarde. Ver cómo han cambiado las
cosas y cómo reacciona ella. "Me produce mucha curiosidad. Repudio el
capitalismo de Holanda y de occidente, pero no la gente o la sociedad.
Veo que en nuestros países estamos agobiados con temas que cuando los
ves desde la selva te parecen irrelevantes: las facturas, el colegio de
los niños... En la selva hay problemas, pero son más básicos, de
supervivencia. Pero en una sociedad capitalista son problemas creados,
igual que las necesidades. Ahora en La Habana, de nuevo en la sociedad,
veo como funciona esa vaina [ese asunto]. Ya estoy pensando si necesito,
por ejemplo, un ventilador. Tal cosa, tal otra. En la televisión sale
una señora que dice que yo necesito una sartén y yo pienso que necesito
una sartén. Ahora que he salido de la guerrilla estoy redescubriendo
otra vez esta espiral de necesidades creadas".
De
momento su viaje a Holanda no es fácil. Tanja tiene órdenes de busca y
captura de Colombia y de Estados Unidos. Tres norteamericanos estuvieron
en poder de las FARC, ella tradujo algo y las autoridades
estadounidenses la persiguen por eso. Por ello no puede salir de Cuba
mientras se desarrollan los diálogos.
Alexandra considera que la visión de las FARC que
se difunde en Europa es errónea. "En Europa se tiene una mala imagen de
las FARC. Siento que gran parte de esa imagen, un 90%, es debido a los
medios colombianos. Veo que los medios europeos copian mucho de los
medios colombianos. Yo me acuerdo de las noticias que salían en Holanda
sobre la guerrilla: que secuestran, que son narcos... Artículos en
profundidad han difundido pocos. Yo era noticia en Holanda, pero era
puro sensacionalismo, ningún interés real por la población colombiana.
Ni siquiera por este proceso de paz que me parece muy interesante. Otros
países podrían aprender de esto, meterse aquí. Habría que hacer cosas
pro-positivas".
Sus críticas hacia los medios son
constantes, su experiencia ha sido muy frustrante cuando intentaba
explicar su visión del conflicto. "Yo he intentado explicar, escribiendo
artículos a periódicos holandeses, pero no me han publicado. He
concedido entrevistas donde he hablado veinte minutos sobre el acuerdo
agrario de las FARC y el periodista se empeñaba en preguntarme que qué
iba a hacer yo después de la firma de un acuerdo. Respondo que quiero
seguir trabajando en las FARC y el titular es 'Guerrillera holandesa se
queda en las FARC'. No profundizan. En otra ocasión, tras una larga
entrevista hablando de política, política y política, el periodista se
limita a terminar preguntándome ¿usted que quería hacer cuando era
pequeña? Les interesan esas boberías, pero no que yo les diga mi opinión
sobre Colombia, el conflicto o las FARC. Su justificación -dicen- es
que no quieren ser una tarima para el terrorismo, hasta ahí les llega la
libertad de prensa. La libertad de prensa les alcanza hasta que Estados
Unidos les dice esto es una organización terrorista, y de ahí no pueden
pasar. Ese es el límite para todo el mundo".
Su
situación de una europea, con acceso fácil a los medios occidentales
debido al morbo que despertaba en ellos que formase parte de una
guerrilla en Colombia, le ha servido para poder observar cómo
funcionaban esos medios. Especialmente cuando quería profundizar en los
acontecimientos y no quedarse en la frivolidad de su situación personal.
"Uno habla con periodistas extranjeros e intenta hacerles ver que hay
una política premeditada detrás del silenciamiento de la explicación del
conflicto colombiano. Pero a la gente le suena muy conspirativo,
denunciar eso queda como muy atrasado, muy trasnochado. Con el
periodista de Spiegel, una revista prestigiosa alemana, estuve varias
horas y al final salió un artículo lleno de datos de internet con mis
delitos y acusaciones. Está bien, él puede sacar información de otras
fuentes para enriquecer una entrevista, pero yo le di también mucha
información, no solo opiniones políticas, que no utilizó. Del mismo
modo, son numerosos los casos de periodistas que me han entrevistado y
nunca publicaron nada. En Holanda hasta se ha escrito un tesis sobre el
trato que he tenido en los medios".
Es curioso, pero
el momento de la entrevista que vive con más emoción y no puede evitar
unas lágrimas es cuando le pregunto si echa de menos la selva, el monte,
esas montañas lejanas de Colombia donde todavía sigue la guerrilla.
"Echo de menos todo, pero sobre todo la gente". Le planteo que si este
proceso de diálogo sigue adelante quizás ya nunca vuelva. "Ojalá. La
idea es no volver. Por la paz de Colombia uno quisiera no volver. Pero
si fuera necesario, volveríamos".
Pase lo que pase,
ella descarta volver a Holanda para quedarse. "Me gustaría viajar a
Holanda pero solo de visita. Ver, conocer, reconocer. No vivir allá. Me
gustaría seguir construyendo en Colombia. Creo que la firma de la paz no
es la paz, es apenas un inicio. Esto tiene que ser el inicio de unas
transformaciones que desde hace años son necesarias y que nunca se han
hecho, se han ido postergando. Yo quiero estar allí en Colombia,
buscando lograr esas transformaciones".
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