sábado, 18 de abril de 2015

LA PRIMERA DERROTA DE LOS YANQUIS EN AMERICA LATINA

Desde el puesto de observación, un miliciano informó: “Una lancha está desembarcando y dispara ha­cia la playa. Tenemos esta gente encima. Vamos a romper la planta y nos vamos para las trincheras”. El jefe del Batallón 339, compuesto por 528 obreros y estudiantes de la ciudad de Cienfuegos, ordenó formar la tropa, acampada desde hacía una semana en el central Australia. A uno de sus pelotones lo envió hacia Playa Larga, a rechazar a los invasores.
El parque era escaso: 80 cartuchos para cada M-52, 90 para cada suba­metralladora checa, 200 para cada una de las tres ametralladoras BZ. Muy cerca de la costa se bajaron del camión. Empezaron a avanzar por el terraplén en medio de la noche. “Por ahí viene gente”, alguien alertó. Oye­ron una voz de la tropa que se acercaba: “Alto ahí, ¿quiénes son ustedes?” “El 339 de Cienfuegos. ¿Y ustedes?”, respondieron los combatientes de la sureña ciudad cubana. “La compañía E del segundo ba­tallón”, le contestan quienes vienen del mar y acto seguido: “Eso no existe en Cuba”. “So­mos del Ejército de Libe­ración, no vi­nimos a pelear contra ustedes. Rín­danse”, se apresuraron los agresores. “Patria o Muerte”, gri­tó un jo­ven miliciano. “Fue­go”. Y se generalizó la balacera. Era el 17 de abril de 1961. Había em­pezado la Batalla de Playa Girón.
Las milicias y combatientes de Playa Girón con la victoria. Foto: Archivo
Con su tenaz resistencia de esa ma­drugada, aquellos milicianos hicieron fracasar una parte importante del plan de la CIA para la Brigada mercenaria, al impedir que la com­pañía E siguiera avanzando hacia el estratégico poblado de Pál­pite, en don­de debían unirse con los paracaidistas. También creó incertidumbre en­tre los invasores. Esta aventura no iba a ser el fácil paseo que les habían descrito los asesores de la CIA. Los milicianos no se rendían, luchaban.
Fidel envía como jefe de tropas al central Australia al entonces capitán José Ramón Fernández; a Cova­don­ga, al comandante Filiberto Oli­ve­ra. En Yaguaramas, unidades del Ejército del Centro reforzadas con dos batallones pesados de La Habana estaban bajo el mando del comandante René de los Santos. El Co­mandante en Jefe encomendó a Fer­nández la toma inmediata de Pálpite, lo que se realizó a las 10 de la mañana, a pesar del hostigamiento de la aviación y unidades de infantería mercenarias. “Ya ganamos la guerra. Les hemos hundido dos barcos y tres lanchones y si no se dieron cuenta de que tienen que defender Pálpite, están perdidos”, exclamó jubiloso el líder histórico de la Revolución.
Fidel condujo a las fuerzas cubanas a la victoria. Foto: Archivo
En la noche, Fidel, Fernández y otros altos oficiales de las FAR se reunieron en Pálpite para delinear el plan de ataque.
Ya de madrugada (18 de abril) cuatro tanques T-34 iniciaron la marcha con las luces apagadas. Los bazuqueros mercenarios neutralizaron dos de los T-34. Ya los hombres de la Escuela de Res­ponsables de Mili­cias de Matan­zas y de la columna Uno del Ejército Rebelde habían co­menzado a avanzar. Los invasores ofrecieron una tenaz resistencia.
A las 10:30 a.m. del 18 de abril de 1961, las fuerzas revolucionarias to­maron Playa Larga y al posesionarse del lugar, hallaron en un parapeto una ametralladora 50 del enemigo, con varios invasores muertos a su alrededor. A unos metros estaban los cadáveres de Juan Alberto Díaz, profesor de la Escuela de Responsables de Milicias de Matanzas, y de varios de sus alumnos, que habían llegado has­ta allí a pesar de lo angosto del ca­mino y del fuego enemigo. Tal vez en­tonces los mercenarios se convencieron de la imposibilidad de quebrar el heroísmo de los milicianos.
Desde las primeras horas de la madrugada del 19 de abril, las piezas de artillería del comandante Pe­dro Miret comenzaron el fuego de hostigamiento en la carretera de Covadon­ga. En Yaguaramas se fu­sionaron las fuerzas del comandante René de los Santos con las del capitán Emilio Aragonés. Fidel previó que los invasores acantonados en San Blas esperaban el ataque principal por la carretera de Cova­donga por lo que el ataque por la de Yaguaramas contó además con el factor sorpresa. A las diez de la maña­­na, las fuerzas cubanas tomaron San Blas y el aledaño pueblo de Ber­meja. El enemigo se replegó hacia Girón y se atrincheraron en la gran curva que hace la carretera, de don­de también fueron desalojados. En­tre­tanto, más al oeste, el batallón de la PNR se batía contra los mercenarios. En medio del combate una bala al­canzó al capitán Luis Arte­mio Carbó. Se levantó, recogió su arma y siguió disparando con solo una mano. Aferrado al arma murió de frente al enemigo. Y el batallón de la PNR siguió avanzando. Luis Artemio Car­bó solo tenía 23 años.
Fidel, con las unidades blindadas y las tropas que habían liberado San Blas, organizó la ofensiva sobre Gi­rón. “Hacia la playa”, ordenó, mien­tras se incorporaba como tripulante en uno de ellos. En el oeste, los ba­tallones de la PNR y de las milicias entraban en Girón. Con ellos, montado en un yipi, el capitán Fernández. Al poco rato, se le reunía Fidel con el resto de las tropas.
Era las cinco y media de la tarde del 19 de abril de 1961. En menos de 66 horas se había vencido inobjetablemente a la brigada mercenaria organizada por la CIA, una formidable fuerza muy bien entrenada y pertrechada, con una alta capacidad combativa, como lo demostró en Playa Larga y San Blas. Si fueron derrotados, se debió al extraordinario heroísmo de los milicianos, a su tenaz voluntad de defender el suelo patrio y la Revolu­ción socialista, y a la dirección de Fidel, quien además compartió riesgos con la tropa, a la que lideró a unos cien metros de las líneas mercenarias.

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