lunes, 23 de marzo de 2015

Alfredo Grande entrevista a Zito Lema

Encuentro entre dos grandes del pensamiento crítico


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Zito Lema y Alfredo Grande: dos amigos de charlas profundas.

Resumen Latinoamericano / La Retaguardia / Red Latina sin Fronteras 20 marzo 2015.- Volvió Vicente Zito Lema. Nunca se fue, eso es cierto. Pero tras la operación a la que fue sometido, y que preocupó a todos quienes lo admiramos, su reaparición pública era esperada. Fue la semana pasada, durante el programa radial Sueños Posibles, que conduce Alfredo Grande junto a Irene Antinori. Durante la charla, Zito Lema habló de la luz y las tinieblas; de la guerra y la paz; de la Revolución cubana, de Mozart, Pound y Marx; en definitiva, de la humanidad en guerra permanente. También mostró su preocupación por las declaraciones de Barack Obama sobre Venezuela: "su amenaza es para tomar en cuenta", dijo, durante esta charla para leer, escuchar y compartir.

—Sueños posibles: El planteo respecto a la guerra, la paz o la tregua, ¿cuál dirías que es la situación actual en la Argentina?

—Vicente Zito Lema: Creo que la historia de la humanidad habla de una perpetua guerra. Recuerdo al gran poeta, Ezra Pound, que en uno de sus cantos dice: "La guerra es eterna entre la luz y las tinieblas". También recuerdo en este momento La flauta mágica, de Mozart. Un momento culminante de la poesía musical que está construida a partir también de esta idea, de que los cuerpos y las almas están en perpetuo combate. La luz y las tinieblas, en el caso de La flauta mágica, remite a un principio masón; en ese momento la cultura masónica tenía una potencia relevante. En la luz se veía, finalmente, el bien. Pero no el bien individual, sino el bien social, o lo que Aristóteles trataba de explicar con el concepto del bien común. A lo que vamos es al convencimiento, que tanto Pound como Mozart —y puedo seguir buscando antecedentes potentes de la mejor cultura humana— han visto con que la paz es un momento de transición, de excepcionalidad. Cada cuerpo está en guerra. La pregunta sería si puede existir una situación de paz cuando existe la muerte, existe una historia en la que prácticamente el dominio de unos seres sobre otros en forma violenta ha sido una constante. Obviamente, hay un momento histórico. Cuando aparece la división del trabajo y el concepto de propiedad privada, como bien enseña Lévi-Strauss, desde entonces ya no se puede hablar de la paz ni a nivel del sujeto en relación a sí ni a nivel del sujeto como parte de las sociedades. Me atrevería a decir que en un mundo en el que el concepto de propiedad privada cada vez ha sido más legalizado, y hasta, por instantes, legitimado, hablar de guerra es la normalidad y hablar de paz, son momentos de excepcionalidad. En cuanto a mí, creo que conocí poquísima paz, tal vez —y ya es cuestión personal— unos pocos meses, cuando fue lo que se llama la Primavera de Cámpora, en el momento de la finalización de la dictadura que conocimos, y el advenimiento por un período corto de la posibilidad de transformar, al menos, la sociedad argentina. Tengo en mis ojos para siempre la imagen de Osvaldo Dorticós, presidente de la Cuba revolucionario, junto a Salvador Allende, al lado del doctor Cámpora en la Plaza de Mayo. Ese día yo sentí una profunda paz, pero no la paz de los cementerios, sino, precisamente, la paz de los que intentan cambiar el mundo. El resto de mi vida, con 75 años, creo que siempre viví en el medio de la guerra. Lo que sí, también, la guerra que uno vive a veces se da en contextos de más guerra a nivel del continente y a nivel del mundo, donde, incluso, las posibilidades de paz —pero no cualquier paz, la paz del triunfo en el cambio de las grandes estructuras—ha tenido cierto auge. La gigantesca destrucción de Vietnam por parte del imperio norteamericano también trajo en un momento dado, con la derrota del imperio, una posibilidad de paz, pero de paz en el triunfo, paz en un gran cambio. Puedo hablar de paz en los momentos en que la Revolución cubana se afianzó. Es decir, desde lo personal, son distintos momentos de paz que yo los ligo a triunfos estratégicos en el perpetuo combate, que desde, insisto, desde la propiedad privada y la división del trabajo no han dejado de darse como continuidad de una guerra de vida y muerte. Ahí está también, por ejemplo, el poeta Dylan Thomas, cuando dice que vida y muerte están en guerra, pero no siempre triunfa la muerte. Bueno, puede ser que algunos momentos no triunfe la muerte. Pero el sistema de la defensa a ultranza de la propiedad privada, de la división el trabajo, que vuelve como una pesadilla la vida cotidiana para la mayor parte de la humanidad, es una constante histórica. Yo diría que vivimos en guerra. Y vivimos en guerra con derrota, no con triunfo en general. Los momentos de triunfo son como momentos de delirio, de poesía, que rompen la continuidad histórica del sufrimiento humano.

—SP: León Rozitchner, gran amigo tuyo, decía que cuando la guerra empieza cuando el invadido, el agredido, decide defenderse. Él llamaría guerra, en todo caso, guerra de liberación.

—VZL: O de resistencia.

—SP: Muchas de las cosas a las que llamamos guerra, en realidad son exterminio. La guerra empieza cuando el agredido puede hasta pensar esa categoría, porque muchas veces no se da cuenta de que está sometido.

—VZL: Así es. Pero en general está sometido con violencia como efecto de una guerra. Ahora, creo que —siguiendo tu pensamiento— cuando el sometido toma conciencia de su sometimiento, de su derrota, comienza el proceso de liberación, que hace que la guerra como dolor se transforme en guerra como esperanza.

—SP: A estas guerras las llamo lucha de clases. Las luchas por la liberación siempre son con violencia, porque, en definitiva, la violencia es la partera de la historia.

—VZL: Se puede también calificar así. El pensamiento de Marx tiene una potencia que trasciende las épocas. Lo que pasa es que a veces el concepto de lucha de clases ha sido a partir del temor de las grandes verdades. Ha sido como lavado o quitado la potencia histórica que tiene. De todas formas, para las personas que creemos que la lucha de clases nunca desapareció, se le puede dar perfectamente el nombre de lucha de clases a esta eterna lucha entre la luz y las tinieblas o cualquiera de las otras formas con que se quiera calificar. Porque, en definitiva —y Marx por supuesto que lo sabía—, mientras unos hombres se apoderen de los bienes materiales y espirituales a partir de la destrucción del gozo, del deseo y de la necesidad de los otros seres, no se puede hablar más que de lucha o de guerra. La diferencia entre lucha y guerra, es que cuando hablamos de guerra aparece más fuerte la palabra muerte y la palabra dominación. En una lucha, todavía es como que los bandos están enfrentados. Yo creo que la historia marca, más que una lucha de clases, si uno hace un resumen histórico, por más que uno mantenga el convencimiento de que el final de la partida va a ser distinto de éste, en estos momentos en el mundo, más que una lucha de clases, hay que una guerra en el sentido que los poderosos tienen la manija del dolor, de la explotación, del sacrificio del más débil en sus manos. Si uno ve el mundo en su totalidad, ve que hay muy pocos espacios donde se podría decir que las fuerzas del bien y del mal están enfrentadas parejamente. El poder el imperio, de la oscuridad, del mal, sea con lengua sociológica, política, poética o filosófica, nos sigue demostrando una realidad maldita.

—SP: ¿Escuchaste las declaraciones de Obama sobre Venezuela?

—VZL: Estoy muy golpeado por eso. Los que conocemos a nivel histórico lo que hay detrás de las amenazas del imperio, las tomamos en serio. Honestamente, mi preocupación por Venezuela crece, porque Obama, más allá de que a veces dice idioteces, cuando habla de causar muerte, dolor, causar daño, es ahí cuando más serio tenemos que tomar sus palabras. O pensamos que es un matón que habla por hablar... Sin caer en retórica, sino simplemente teniendo en cuenta la historia mundial, es para tomar en cuenta. Hoy no es un día de alegría para los pueblos latinoamericanos, es un día de peligro para los que creemos que el destino de Argentina está absolutamente unido a los otros pueblos de América Latina. Y la amenaza de Estados Unidos contra Venezuela es contra Cuba, contra Nicaragua, contra todos los países que aún con contradicciones no cumplen a rajatabla lo que manda el imperio. Y en esas contradicciones también pongo a la Argentina.

—SP: Sí, porque la presidenta, con las medidas que, podemos decir que son acotadas, se pudo enfrentar con los fondos buitres.

—VZL: Algunos las verán como contradicciones menores, otros, como contradicciones mayores. Creo que no se puede negar que también en Venezuela se está jugando el destino de nuestro país.

—SP: Cuando colapsa la Unión Soviética, en Cuba empezó el Período Especial y todos pronosticaban que Cuba no iba a aguantar más de tres años, que la gente iba a salir a las calles porque no había comida, transporte, luz. Cuba resistió. ¿La Argentina, con nuestra historia, podría resistir algo equivalente?

—VZL: Creo absolutamente que no. Me viene, como una ráfaga, la época del primer peronismo, cuando por un gran conflicto con Estados Unidos, cuando empieza un momento de las discusiones mayores —porque la relación entre la Argentina peronista y Estados Unidos tuvo diferentes momentos—, trae como consecuencia la falta de trigo para el mercado interno. En esa época, la cuestión de comer pan negro, que ahora cuesta más caro y se busca, no estaba de moda ni en la ponencia ni en la necesidad de la gente en general. Lo que pasó es que por dos o tres meses hubo nada más que pan negro en las panaderías. Yo no olvido la cantidad de insultos, de peleas, que la gente común, de todos los días, sacó a partir de ese pequeño momento de falta de las costumbres alimenticias. También tengo presente el Chile de Salvador Allende. Yo había ido a Chile por esos tiempos y vi lo que se llamó la guerra de los camiones. En Chile, básicamente, el transporte son los camiones. Se pusieron duramente enfrente del gobierno socialista del compañero Salvador Allende. A partir de ahí, hubo algunas molestias, no grandes faltas. Pero la sociedad chilena, sacando, por supuesto, algunos sectores, tampoco lo soportó. Creo que una sociedad que no conoce las mieles —permítaseme la palabra— de una verdadera revolución, le cuesta luego enfrentar las necesidades y las molestias. Quien pasa por una revolución, o por una lucha por la revolución, tiene luego su cuerpo y su espíritu mejor preparado. En síntesis, creo que el pueblo cubano es el único pueblo que realmente pudo soportar la necesidad extrema sin abandonar su sueño, con todo respeto y con todo amor por Nicaragua. También cuando en Nicaragua se acrecentaron las necesidades, recuerdo que hubo elecciones y que los compañeros revolucionarios perdieron esas elecciones. Y no porque la gente no quisiera el socialismo: es que la gente ya no quería más la necesidad. Yo, por lo que puedo dar fe, por haber participado de una manera u otra en estas historias, digo que la imagen del pueblo cubano es la imagen más fuerte que tengo de un pueblo en la victoria. Y reconozco las contradicciones, algunos errores, todo lo que se quiera decir sobre la Revolución cubana. Pero también es cierto que la gesta histórica que ha hecho Cuba es uno de los momentos culminantes de la historia del siglo XX. Y no es fácil de repetir.

Vicente Zito Lema, además de poeta, abogado, docente, periodista, militante político y social, también es un gran pensador. Sobre todo porque invita a pensar, no a quedarse solo con lo que él dice como si fuera verdad absoluta. Es simplemente su análisis, lo que no es poco.


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