Paraguay: URNAS VENGATIVAS
José Antonio Vera
Las cosas no le están saliendo bien al
Presidente de Paraguay Horacio Cartes, a pesar del triunfalismo que exhibe en
sus sucesivos viajes al extranjero, los elogios, aunque con algo de reservas
que le acaba de prodigar el FMI a su macroeconomía, y los falaces informes de
las diferentes carteras del Ejecutivo Nacional, del Banco Central y de las
cúpulas del agronegocio, groserías que apoya con generosidad la prensa
comercial.
Hace 16 meses, el empresario asumió el
mando quinquenal en nombre del Partido Colorado, con un crédito electoral muy
ventajoso, contra un deslucido candidato
del Partido Liberal, una fuerza agónica que, a lo largo de su misma edad de un
siglo y cuarto, ha ido perdiendo rivalidad para convertirse en un aliado
vergonzante, doblemente traidor a los grandes hombres que le dieron prestigio
en décadas pasadas y a la voluntad popular de cambios, al encabezar desde la
Vicepresidencia, el Golpe de Estado de junio del 2012, contra Fernando Lugo.
Para muchos estudiosos de la intrincada vida
doctrinaria paraguaya, Lugo fue derrocado por haber alimentado, quizás
involuntariamente, un despertar del pensar políticamente en un porcentaje
importante de la sociedad que se mantenía indiferente absorbida por su lucha
diaria por salir de la miseria o para alcanzar una vida decorosa, por
ignorancia y por el miedo a la
represalia del omnipresente estronismo aún vigente.
Lugo, aunque nunca constituyó una amenaza
para la estructura del sistema capitalista, igual provocó desconfianza en el
gobierno de Estados Unidos, que no podía tolerar sus vínculos con los
gobernantes suramericanos integracionistas y desobedientes a los dictados
imperiales y desembozadamente comenzó a obrar en su contra, utilizando a la
angurrienta y cretina derecha liberal, que ya venía entregada de cuerpo y alma
a las corporaciones transnacionales del agronegocio y de la megaminería.
En ese contexto, los diseñadores del corte
democrático estimaron que Cartes era el hombre, dado que no tenía salpicaduras
partidarias gruesas, lo cual prometía votos de una población harta de la
politiquería, y además era un conocido socio en la economía visible y en la
ilícita, emprendedor aventurero y, por lo tanto sin escrúpulos morales. Alguien
con quien, en todo momento, se podría negociar su continuidad o reemplazo.
Un error de cálculo cometieron esos
expertos planificadores de la vida humana. Delegaron tareas trascendentes en
una persona que no está cumpliendo bien sus deberes en el tiempo requerido. Por
ejemplo, la línea menemista de vender las empresas públicas a inversionistas
privados que era el plan mayor del pillaje del patrimonio nacional que
contemplaba el golpe, no avanza y enfrenta una fuerte oposición social que se
está instalando en forma militante en diversos predios, entre los que han pertenecido siempre a colorados y
liberales.
La pérdida por Cartes, en sólo 16 meses de
ejercicio, del capital electoral, es algo que se reconoce en primer lugar entre
las propias filas coloradas, impotentes para sortear una profunda crisis
interna que produce la mayor atomización que sufre esa organización desde 1950,
cuando comenzó a construir el poder absoluto que le ha permitido hasta hoy,
administrar el país como a un rebaño, pisoteando los más elementales derechos
humanos, saqueando, expoliando, encarcelando, torturando y asesinando a quienes
no se plegaban.
Cartes, indudablemente, subió con muchos
votos, pero también con mucha fragilidad política y está comenzando a pagar esa
torpeza. Lo hizo alquilando al Partido Colorado, al que había ingresado apenas
un par de años antes de las elecciones de abril del 2013, y al que forzó monetariamente
a modificar los estatutos que estipulaban una antigüedad de 10 años para poder
postularse.
Para alcanzar su ambicioso objetivo de ser
Presidente, y convencido de que dirigir un gobierno nacional tiene mucha
similitud con comandar una empresa privada, en lo que parece ser ducho, Cartes
invirtió un fuerte capital que comenzó a devolverle generosos réditos con la
elección de Arnaldo Samaniego como Intendente Municipal de Asunción, un
colorado de vieja familia estronista (su hermana Lilian preside el partido).
Esa postura, Cartes la mantiene, al punto
que en la Convención Colorado de hace un mes, se comprometió a “coloradizar”
los 19 municipios del país en las elecciones del año que viene, un plan que
podría tener éxito, a juzgar por las primeras reacciones de políticos diversos
que, con leves diferencias, coinciden en que el dinero aún protagoniza la vida política
y electoral del país.
Ambicioso, el mandatario quisiera ir más
lejos, y se propondría alquilar de nuevo la voluntad mayoritaria del partido,
para que lo autorice a reformar la Constitución Nacional de 1992, para que incluya
la figura de la reelección presidencial. Da la impresión que no se ha puesto a
pensar en la fuerza destructora que encierra la avaricia y mucho menos en el
creciente clamor popular que anda reclamando su expulsión del palacio.
Quizás, en el 2018, podría imponerse de
nuevo su tozudez de que la inversión financiera determina el accionar político
en Paraguay, pero la realidad actual del país merece un estudio y un análisis
con menos ligereza, improvisación y desprecio, pues cada día hay más gente en
las calles reclamando derechos elementales para vivir con dignidad, sin los
pueblos originarios arrinconados en pequeñas parcelas de sus tierras
ancestrales, sin las 200 mil familias campesinas que subviven como parias, sin
los dos millones de paraguayos en la pobreza, entre los seis y medio
residentes, y sin la amoralidad institucionalizada en un país presa del
narcotráfico y del agronegocio.
La hipótesis de la reelección ya calienta
los motores, apareciendo signos claros de que podría ser aceptada por la
mayoría de la ciudadanía, buena parte de la misma que un año atrás se oponía
procurando disminuir los efectos contagiosos y alienantes de la algarabía que
provocaba la victoria electoral y la esperanza consiguiente de que un
empresario exitoso pudiera gerenciar bien el país.
Hoy la decepción es grande y las cartas se
están barajando de nuevo en todas las carpas, permitiendo vislumbrar un viraje
creciente, al punto que asoma un clima a favor de la enmienda constitucional con
la esperanza de que Cartes salga perdedor, si es que logra sortear los
obstáculos que se le están acumulando en su marcha y termina su mandato con
normalidad, en aplicación de normas electorales que, en este país tan
dependiente y de tantos cambios
palaciegos, nada garantiza que sean respetadas.
Ante esa eventualidad, ya se visualiza en
el horizonte político un par de contendientes de peso, en un listado que
engrosará en los meses a venir. En primer lugar y el más visible por ahora, es
el derrocado Fernando Lugo, hoy Senador por el Frente Guasu, y sin dudas la
figura con más adhesión popular, quien estaría saliendo del sopor que le produjo
el Golpe de Estado, y está desplegando una inteligente labor de esclarecimiento
y concientización entre la juventud, sector generalmente olvidado por los
aparatos partidarios.
Otra personalidad política que
probablemente reaparecería en el ruedo para el 2018, en el supuesto de que esa
nueva figura constitucional se instaure, es el exPresidente Nicanor Duarte
Frutos, 2003/2008, actual Embajador en Argentina, quien mantiene considerable
respetabilidad al interior del Partido Colorado, respaldo del que Cartes carece.
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