sábado, 27 de diciembre de 2014



Paraguay: URNAS VENGATIVAS

José Antonio Vera
Las cosas no le están saliendo bien al Presidente de Paraguay Horacio Cartes, a pesar del triunfalismo que exhibe en sus sucesivos viajes al extranjero, los elogios, aunque con algo de reservas que le acaba de prodigar el FMI a su macroeconomía, y los falaces informes de las diferentes carteras del Ejecutivo Nacional, del Banco Central y de las cúpulas del agronegocio, groserías que apoya con generosidad la prensa comercial.
Hace 16 meses, el empresario asumió el mando quinquenal en nombre del Partido Colorado, con un crédito electoral muy ventajoso, contra un  deslucido candidato del Partido Liberal, una fuerza agónica que, a lo largo de su misma edad de un siglo y cuarto, ha ido perdiendo rivalidad para convertirse en un aliado vergonzante, doblemente traidor a los grandes hombres que le dieron prestigio en décadas pasadas y a la voluntad popular de cambios, al encabezar desde la Vicepresidencia, el Golpe de Estado de junio del 2012, contra Fernando Lugo.
Para muchos estudiosos de la intrincada vida doctrinaria paraguaya, Lugo fue derrocado por haber alimentado, quizás involuntariamente, un despertar del pensar políticamente en un porcentaje importante de la sociedad que se mantenía indiferente absorbida por su lucha diaria por salir de la miseria o para alcanzar una vida decorosa, por ignorancia y por el  miedo a la represalia del omnipresente estronismo aún vigente.
Lugo, aunque nunca constituyó una amenaza para la estructura del sistema capitalista, igual provocó desconfianza en el gobierno de Estados Unidos, que no podía tolerar sus vínculos con los gobernantes suramericanos integracionistas y desobedientes a los dictados imperiales y desembozadamente comenzó a obrar en su contra, utilizando a la angurrienta y cretina derecha liberal, que ya venía entregada de cuerpo y alma a las corporaciones transnacionales del agronegocio y de la megaminería.
En ese contexto, los diseñadores del corte democrático estimaron que Cartes era el hombre, dado que no tenía salpicaduras partidarias gruesas, lo cual prometía votos de una población harta de la politiquería, y además era un conocido socio en la economía visible y en la ilícita, emprendedor aventurero y, por lo tanto sin escrúpulos morales. Alguien con quien, en todo momento, se podría negociar su continuidad o reemplazo.
Un error de cálculo cometieron esos expertos planificadores de la vida humana. Delegaron tareas trascendentes en una persona que no está cumpliendo bien sus deberes en el tiempo requerido. Por ejemplo, la línea menemista de vender las empresas públicas a inversionistas privados que era el plan mayor del pillaje del patrimonio nacional que contemplaba el golpe, no avanza y enfrenta una fuerte oposición social que se está instalando en forma militante en diversos predios, entre  los que han pertenecido siempre a colorados y liberales.    
La pérdida por Cartes, en sólo 16 meses de ejercicio, del capital electoral, es algo que se reconoce en primer lugar entre las propias filas coloradas, impotentes para sortear una profunda crisis interna que produce la mayor atomización que sufre esa organización desde 1950, cuando comenzó a construir el poder absoluto que le ha permitido hasta hoy, administrar el país como a un rebaño, pisoteando los más elementales derechos humanos, saqueando, expoliando, encarcelando, torturando y asesinando a quienes no se plegaban.
Cartes, indudablemente, subió con muchos votos, pero también con mucha fragilidad política y está comenzando a pagar esa torpeza. Lo hizo alquilando al Partido Colorado, al que había ingresado apenas un par de años antes de las elecciones de abril del 2013, y al que forzó monetariamente a modificar los estatutos que estipulaban una antigüedad de 10 años para poder postularse.
Para alcanzar su ambicioso objetivo de ser Presidente, y convencido de que dirigir un gobierno nacional tiene mucha similitud con comandar una empresa privada, en lo que parece ser ducho, Cartes invirtió un fuerte capital que comenzó a devolverle generosos réditos con la elección de Arnaldo Samaniego como Intendente Municipal de Asunción, un colorado de vieja familia estronista (su hermana Lilian preside el partido).
Esa postura, Cartes la mantiene, al punto que en la Convención Colorado de hace un mes, se comprometió a “coloradizar” los 19 municipios del país en las elecciones del año que viene, un plan que podría tener éxito, a juzgar por las primeras reacciones de políticos diversos que, con leves diferencias, coinciden en que el dinero aún protagoniza la vida política y electoral del país.
Ambicioso, el mandatario quisiera ir más lejos, y se propondría alquilar de nuevo la voluntad mayoritaria del partido, para que lo autorice a reformar la Constitución Nacional de 1992, para que incluya la figura de la reelección presidencial. Da la impresión que no se ha puesto a pensar en la fuerza destructora que encierra la avaricia y mucho menos en el creciente clamor popular que anda reclamando su expulsión del palacio.
Quizás, en el 2018, podría imponerse de nuevo su tozudez de que la inversión financiera determina el accionar político en Paraguay, pero la realidad actual del país merece un estudio y un análisis con menos ligereza, improvisación y desprecio, pues cada día hay más gente en las calles reclamando derechos elementales para vivir con dignidad, sin los pueblos originarios arrinconados en pequeñas parcelas de sus tierras ancestrales, sin las 200 mil familias campesinas que subviven como parias, sin los dos millones de paraguayos en la pobreza, entre los seis y medio residentes, y sin la amoralidad institucionalizada en un país presa del narcotráfico y del agronegocio.
La hipótesis de la reelección ya calienta los motores, apareciendo signos claros de que podría ser aceptada por la mayoría de la ciudadanía, buena parte de la misma que un año atrás se oponía procurando disminuir los efectos contagiosos y alienantes de la algarabía que provocaba la victoria electoral y la esperanza consiguiente de que un empresario exitoso pudiera gerenciar bien el país.
Hoy la decepción es grande y las cartas se están barajando de nuevo en todas las carpas, permitiendo vislumbrar un viraje creciente, al punto que asoma un clima a favor de la enmienda constitucional con la esperanza de que Cartes salga perdedor, si es que logra sortear los obstáculos que se le están acumulando en su marcha y termina su mandato con normalidad, en aplicación de normas electorales que, en este país tan dependiente y  de tantos cambios palaciegos, nada garantiza que sean respetadas.
Ante esa eventualidad, ya se visualiza en el horizonte político un par de contendientes de peso, en un listado que engrosará en los meses a venir. En primer lugar y el más visible por ahora, es el derrocado Fernando Lugo, hoy Senador por el Frente Guasu, y sin dudas la figura con más adhesión popular, quien estaría saliendo del sopor que le produjo el Golpe de Estado, y está desplegando una inteligente labor de esclarecimiento y concientización entre la juventud, sector generalmente olvidado por los aparatos partidarios.
Otra personalidad política que probablemente reaparecería en el ruedo para el 2018, en el supuesto de que esa nueva figura constitucional se instaure, es el exPresidente Nicanor Duarte Frutos, 2003/2008, actual Embajador en Argentina, quien mantiene considerable respetabilidad al interior del Partido Colorado, respaldo del que Cartes carece.


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