lunes, 10 de noviembre de 2014


Siete grandes aciertos y errores de Podemos que los comunistas deberíamos aprender y evitar

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La última encuesta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) y de Metroscopia colocan al partido populista Podemos como primera fuerza en intención de voto directo y como tercera fuerza en intención total de voto, a punto de “comerle la tostada” al socialdemócrata PSOE. La intención directa de voto, parece ser, proviene sobre todo de desencantados del PSOE de la época de Zapatero y Rubalcaba, los que gritaron a Zapatero “No nos falles” el 14 de marzo de 2004 tras ganar el PSOE las Elecciones Generales en España, y tras varios años de manifestaciones contra la segunda guerra de Irak, la precarización de las condiciones laborales ejemplificada en la lucha de los trabajadores de SINTEL, la mala gestión gubernamental del desastre del Prestige en costas gallegas y, sobre todo, la imprudente política exterior del PP de José María Aznar en materia de alianzas estratégicas de cara a la ya mentada guerra. Zapatero falló a muchos nuevos votantes que tendieron su voto a la socialdemocracia y que, ahora, tras el impacto sociológico de la crisis económica y de su respuesta callejera del 15M (una especie de Padre Gapón ortodoxo contra los “poderosos” en la Rusia zarista presoviética), han visto en Pablo Iglesias y en Podemos, sin admitirlo, un nuevo José Luis Rodríguez Zapatero que, esperan, “no les falle”. En parte muchos votantes de Izquierda Unida también lo han visto así, con la salvedad de que Pablo Iglesias es un individuo muy transparente en sus fines si se ven bien sus vídeos en Youtube y se leen ciertos textos suyos desde hace años, manejando un Partido cuya ambigüedad calculada (como ya vimos en “La estrategia política de Pablo Iglesias”), supera a la de un Zapatero que, no obstante, nunca dejó de agitar la bandera izquierdista, algo clásico en el PSOE: radicales en el discurso, traidores en los hechos.
Si Podemos ha conseguido cierta transversalidad ideológica y electoral, buscada, aún consiguiendo el trasvase de voto del PSOE de ese grueso social llamado “de izquierdas”, es porque a nivel de clase social su transversalidad conecta mucho más de lo que pueda parecer con el PSOE post-Suresnes. El PSOE ha sido, hasta ahora (queda por ver qué pasará en el medio-largo plazo) el Partido que más se parece a España porque el PSOE rehizo España tras la Transición. Mimados por la socialdemocracia alemana, por la Unión Europea y por el Pentágono, Felipe González y los suyos ejemplificaron en su momento la transformación de una nación como España, que había vivido casi cuarenta años de dictadura militar derechista de corte autárquico que tuvo que abrirse al capitalismo desarrollista para conformar una sólida “clase media” (aristocracia del salario, consumidores satisfechos del mercado pletórico de bienes y servicios) que asegurase una Transición Política hacia la homologación democrática occidental, siendo ellos quienes culminaron dicho proceso. El PSOE, como todas las vertientes del liberalismo contemporáneo (salvo el ultraconservador), y al igual que el gruesto de votantes de Podemos que vienen de ahí, defienden una cierta estabilidad social y corporativa de clase junto con la máxima liberalidad ética y moral, y de consumo, posibles. Está por ver cómo Pablo Iglesias, una persona que admira la posibilidad de movilizar al Ejército en un desfile en el Paseo de la Castellana para amenzar a “los mercados” si atentan contra España, consigue convencer a ese grueso de votantes socialdemócratas desencantados del zapaterismo de que su opción semicentralista y semibolchevique es la solución a los problemas de la “gente”.
Sin embargo, esta estrategia ha permitido comerse a casi la mitad de los votantes de Izquierda Unida, aunque a nivel proporcional-total no sean tantos como los votantes del PSOE. Pero ello ejemplifica que el grueso de la población de “izquierda” en España, esa que se situa entre el 3 y el 5 en la escala ideológica (el 1 sería la extrema izquierda, el 10 la extrema derecha, todo dicho sin entrar aquí en los criterios a mi juicio pobres de la gente y de la pedagogía política para definir qué es la izquierda y qué la derecha), se encuentra desperdigada en tres partidos hoy día: Podemos, Izquierda Unida y el PSOE. En ese margen de maniobra se mueve Pablo Iglesias, consciente de que España no es un país comunista, sino un país mayoritariamente de “centro-izquierda” cuyos partidos más representativos podrían aplicar medidas económicas que podrían compartir muchos votantes del Partido Popular. Y sociohistóricamente ese centro-izquierda surge de la conformación de la clase media que, bajo el amparo de las medidas aperturistas de los tecnócratas del Opus Dei a finales de la década de 1950, propició el franquismo. La conciencia de aquel ser social histórico se transformó generacionalmente en la actual porque el ser social, generacionalmente, ya se adaptó al capitalismo. La Transición no fue solo política, sino también económica. Y las jóvenes generaciones de “centro-izquierda” y de “izquierdistas” son tan deudoras de esa Transición y del desarrollismo franquista como lo puedan ser los partidos que tienen “ADN franquista” en fórmula de Iglesias.
Por ello, Podemos apoyándose en ello ha conseguido llegar hasta donde ha llegado en base a siete grándes aciertos tácticos y estratégicos que, aunque ya los definí anteriormente, creo que se pueden simplificar aquí y ahora, de cara a un Partido Comunista de España que debería aprender del adversario y del enemigo si quiere salir de donde está desde hace mucho tiempo:
1) Definirse de izquierdas al mismo tiempo que se reniega del eje izquierda-derecha para conformar una “unidad popular” interclasista. Lenin renegó en su momento, al igual que Stalin y Mao, del eje izquierda-derecha por considerarlo burgués, centrando el eje en capitalismo-comunismo. Eje reconstruido por Pablo Iglesias en democracia (comunismo) – dictadura (capitalismo). Sin dejar de reconocer que el comunismo es una ideología de izquierdas definida, y sin negar su evolución existente y necesaria, el comunismo debe aspirar a destruir cualquier eje dicotómico ideológico que no sea el de “amigo-enemigo”, que es el básico ya en el Manifiesto Comunista de 1848. Es decir, el comunismo, en vez de buscar la “unidad de la izquierda”, lo que supone una idea absurda en sí existiendo el PSOE (lo que obligaría a replantear qué es Izquierda Unida y su existencia incluso, algo que habría que dejar para otro texto), puede y debe buscar la unidad popular que, sin renegar del discurso de clase y de la defensa de los intereses de los trabajadores productores, debe apelar a todas las clases de trabajadores que funcionan en el marco de las ramas de las relaciones de producción. Y eso lo ha hecho Pablo Iglesias, porque si el comunismo tuviese que apoyarse solo en el proletariado español para tomar el poder, jamás lo conseguiría. En España apenas hay proletariado desde la reconversión industrial que el PSOE realizó con la vigilancia del eje franco-alemán encima.
2) Apelar a la patria común, España, de manera clara salvo en Cataluña y el País Vasco, donde defender la idea de España de manera explícita jamás les reportaría, hoy por hoy, réditos electorales. Podemos ha conseguido votos de españolistas, federalistas e independentistas apelando a la lucha contra la “casta” (los mayordomos de los ricos, los gestores de los negocios de la burguesía en fórmula marxiana). Sin embargo, aún siendo riesgoso este discurso, la estrategia es, finalísticamente hablando, españolista. Pablo Iglesias es experto en geopolítica y sabe perfectamente que un Estado Catalán, con el grueso de la industria de España en su poder robada al resto de España, colocaría al resto de lo que quedase de España en una situación más precaria para la reconversión sociolaboral de sus clases de trabajadores al mismo tiempo que convertiría geopolíticamente a Cataluña en un Estado más pobre aún con una burguesía muy bien asentada pero inoperante de cara a los poderes fácticos geoestratégicos anglogermánicos. Es decir, Cataluña no tendría ninguna relevancia internacional de ninguna clase, y el resto de España se vería muy mermada. Otro tanto vale para el País Vasco. Por ello, a Podemos le interesa ganar los mayores espacios posibles de poder electoral para vertebrar un país, España, que tiene que estar unido para, desde él, operar a nivel de poder político de manera más efectiva. La estrategia del Partido Comunista de España, respecto a España, debería ser también la del mantenimiento de su unidad para operar una revolución política y social más efectiva. Pues las revoluciones también son geopolíticas como demostró en su momento el camarada Stalin.
3) Abrir, en tiempos de frustración, a buena parte de la ciudadanía la posibilidad de participar en procesos de elección de líneas ideológicas y estratégicas y de representantes electorales, no solo a militantes. Sin dejar de ser algo meramente coyuntural de cara a la “galería”, ello no deja de tener un efecto positivo aglutinador de electorado, de militantes y simpatizantes que en tiempos de crisis es difícil de gestionar. Otros partidos han tenido que copiarles, precisamente los que temen ser engullidos por Podemos, PSOE e IU, los cuales se transforman en retaguardia de la vanguardia que encabeza el bunker de Somosaguas y Luis Alegre. Como dijo Lenin, “salvo el poder, todo es ilusión”, y el populismo español tiene clarísimo que no hay mayor factor de conquista del poder que una vanguardia profesional bien dispuesta a la toma del poder a la que sigan masas fanatizadas que no cuestionen sus directrices. Y si para que esas masas sigan a la vanguardia hay que abrir procesos aparentemente participativos se habrá de hacer.
4) Acudir a todos los medios de comunicación posibles, tanto radio como televisión, tanto de Internet como presenciales (anfiteatros, teatros, cines). Tanto de la “extrema izquierda” como de la “extrema derecha”. Lo importante es prepararse bien para llegar a todos sin importar lo que a uno allí le digan y lo que se vaya a encontrar. Y si para ello hay que estudiar comunicación política y telegenia, y pagar cursos de formación a militantes y a la vanguardia, se tendrá que hacer. Los comunistas pueden ser telegénicos, y la comunicación audiovisual en manos de sabios comunistas puede ser un arma muy poderosa.
5) No alinearse con Venezuela de manera explícita, para evitar el daño electoral. Hay documentos a disposición de todo el Mundo en Internet que atestiguan la más que cercanía de los líderes de Podemos al régimen chavista, pues entre otras cosas han sido sus asesores políticos, mediáticos y electorales. Venezuela no goza de mucha popularidad entre el electorado de centro-izquierda, y de ahí las reservas de Podemos de cara a que se les vea cercanos a lo bolivariano. Salvo que se trate de Bolivia, Uruguay o Ecuador, Estados de menor peso en el populismo pero con indudable régimen populista, que no espantan al electorado al tiempo que mantienen a los votantes de “extrema izquierda” simpatizantes del populismo bolivariano, en tanto que relacionarán una presencia en Ecuador con Venezuela. El comunismo podría haber hecho lo mismo con el riesgo evidente de perder relaciones efectivas con la embajada de Venezuela en España. Aunque esta situación podría cambiar y beneficiar al PCE si el régimen bolivariano en Venezuela cayese.
6) No ser explicitamente antieuropeístas, sino declararse europeístas pero defendiendo “otra Europa” alternativa a la de la Troika. Una nueva Unión Europea comenzada por las naciones del Sur de Europa en rebeldía contra “la Merkel”. A pesar de la crisis, y a pesar de que el euroescepticismo e incluso el antieuropeísmo han crecido en España, el europeísmo sigue siendo un cáncer ideológico muy mayoritario en España, y de manera especial entre el electorado que se define entre el 3 y el 5 de la escala antedicha, sin mencionar al resto. En España son europeístas desde el Rey Felipe VI hasta Arnaldo Otegui, pasando por Artur Mas, Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Alberto Garzón, Cayo Lara y Pablo Iglesias. Y todavía afirmarte antieuropeísta en cualquiera de sus vertientes supondría marginalidad política. Aunque el antieuropeísmo es transversal a todos los partidos del espectro electoral, y nunca se sabe cómo podría evolucionar en una nación cuya relación con “Europa” siempre ha sido discutida y discutible. Está por ver todavía cuál es la postura del PCE respecto de la idea de Europa.
y 7) El populismo de Podemos, obsesionado por evitar el ascenso de un partido neofascista en España tras la crisis, ha asumido algunas ideas y algunos elementos estéticos que podrían relacionarse con el neofascismo. Un riesgo evidente, pues la defensa del interclasismo, del pueblo, o tener como símbolo en Uróboros de origen pagano, además de una idea de Patria española que trata de engullir, en sentido corporativista ideológico, a otras identidades políticas con las que rivaliza como el separatismo sin dejar de simpatizar con él. Este acierto es coyuntural a la crisis económica que vivimos. Es imposible que el PCE asuma estos riesgos, por tradición y por coherencia, por mucho que diga Pablo Iglesias que el comunismo solo es un “instrumento” que, según el momento, habrá que afirmar o habrá que ocultar. Iglesias ha optado por ocultarlo, lo que le ha dado réditos por todo lo dicho más arriba. El comunismo español podría haber hecho lo mismo, sin renegar de la defensa de los intereses de los trabajadores productores de valor.
No obstante, todos estos aciertos conllevan grandes errores al mismo tiempo, por pura dialéctica. Las contradicciones pueden seguir cabalgando al jinete sin que lo sepa:
1) La disputa de la palabra “democracia” a la “democracia realmente existente”, desde postulados populistas, pero también de los indignados, conlleva el riesgo de disputar algo sin definir sus parámetros siquiera a nivel teórico y acabar siendo engullidos por dicha democracia realmente existente. Si además esa idea de democracia en disputa tiene componentes socialistas anticapitalistas, el engullimiento puede derivar de un anticapitalismo a un mero contracapitalismo, esto es, a un modelo capitalista alternativo que, en lo esencial, por ser el sistema económico-productivo dominante en nuestra Era, no acabaría por diferenciarse mucho del capitalismo oficial, y además con desventaja en tanto que su posible fracaso sea un elemento de contrapropaganda liberal-burgués más que efectivo. Algo que ya pasó en la URSS. Por ello, el comunismo no puede teorizar ni disputar términos para acabar convertido en un contracapitalismo más. Debe superarlos.
2) La defensa de la unidad de España, al tiempo que se defiende el “derecho de autodeterminación” de las Comunidades Autónomas apelando a un federalismo que no es sino una ficción jurídica (solo se federan Estados o colonias antes separadas que ceden su soberanía a una federación, que es una unión, un nuevo Estado), es peligroso. Porque el café para todos, unido al tradicional anarquismo antropológico del pueblo español, haría difícil establecer el límite de decisión política de esas “autodeterminaciones”, y ello conlleva una balcanización del Estado español. Podemos banaliza la idea de España y de patria, aún disputándolas, en tanto que niega la soberanía nacional española (esto es, que todos los españoles decidan sobre la unidad de España, y no que solo los españoles censados en municipios catalanes tengan ese privilegio, negado incluso a catalanes de origen censados en otros municipios no catalanes de España). Y creo que es necesario recordar dos cosas: 1) los únicos Estados del Mundo que han admitido el “derecho de autodeterminación” de sus regiones han sido Etiopía, la Unión Soviética y Yugoslavia, y ninguno de estos tres Estados, que fueron comunistas, existe ya (lo que queda de Etiopía no tiene ya salida al mar, pues la secesión de Eritrea así lo ha posibilitado); y 2) en política, a veces, lo prudente y también lo audaz es decir aquello que no gusta a buena parte de tus tradicionales simpatizantes y aliados. De ahí que haya que tener cuidado con las alianzas que puedan hacerte el “abrazo del oso” como Partido, como proyecto político y como Estado. Y de ahí que las prisas sean malas si luego no se toma el poder, pues sin él no podrás jamás hacer lo que hay que hacer.
3) La idea de democracia disputada por Podemos es democratista, fundamentalista democrática. Da mucho peso a la idea de círculos concéntricos que se unifican de cara a un proyecto común. Pablo Iglesias sabe que solo funciona el centralismo democrático como forma de organización de partidos políticos de cara a una necesaria disciplina militante para la toma del poder, y de ahí que su propuesta Claro que Podemos se impusiera en la Asamblea de su partido populista. El Partido Comunista de España no puede renegar del centralismo democrático en absoluto.
4) De nada sirve acudir a los medios si tú no dispones de los tuyos propios. El verdadero Partido de Pablo Iglesias es La Tuerka. El PCE necesita su Tuerka, su Fort Apache, sus propios vídeos formativos llamativos, sus propios buenos videobloggers y youtubers, y formar tertulianos. No todo es comunicación política, pero es hora ya de superar al populismo en esto, y se puede superar.
5) El PCE, como advirtió ya Pablo Iglesias, debe aprender mucho de los procesos políticos populistas en Hispanoamérica. Y si en España el populismo se abre camino de manera tan clara (y Podemos no es Syriza, más parecido a Izquierda Unida que a Podemos) es porque los elementos antropológicos, institucionales, sociológicos, culturales y políticos en común entre España y América Latina son más que evidentes, pues siempre hemos tenido, desde el siglo XIX, momentos históricos en que diversos Estados del continente geocultural iberoamericano han tenido regímenes políticos parejos. Ello conlleva que el PCE debe acercarse de manera más explícita si cabe al populismo ecuatoriano, uruguayo, boliviano, nicaragüense y venezolano, incluso sin dejar de criticarlos para defender un proyecto comunista netamente español.
6) Relacionado con lo anterior, es necesario que el PCE critique el europeísmo de Podemos, de su cúpula dirigente. Sin renegar del internacionalismo proletario, el europeísmo desde antes de Maastricht es una lacra ideológica que hay que tratar, por todos los medios, y aprovechando las coyunturas (la situación económica podrá mejorar, pero la inestabilidad social se mantendrá en España), de cercenar, mitigar y yugular. Y por el mismo motivo que se pueda criticar el democratismo y el contracapitalismo de Podemos, pero también extensivo al PSOE e incluso a Izquierda Unida.
y 7) La obsesión antifascista de Podemos, por paradójico que pueda parecer, puede abrir las puertas al neofascismo en España, a una “derecha populista” que siempre fue minoritaria y vigilada por el CNI español. Que se haya ya legalizado una sucursal de Amanecer Dorado en España, o que Ernesto Milá aplauda en su blog “Infokrisis” la existencia de Podemos, puede ser anecdótico solo si el discurso “tercerposicionista” leve de Podemos abre las puertas a un tercerposicionismo más explícito, sin organización masiva desde el franquismo. Por eso, el discurso comunista tiene que ser netamente antifascista, denunciando los elementos criptofascistas que pueda tener cada partido del espectro ideológico español, incluidos los de “izquierdas”, los “separatistas” y los “mediopensionistas”.
Podemos, en definitiva, ha puesto patas arriba el mapa político español, con sus aciertos y con sus errores, pues también han sido un tapón a la revuelta social, buscado por las elites políticas y económicas españolas. Por desgracia, y como me dijo una vez la socióloga y filósofa Bettina García, y respecto al comunismo español, “si Pablo Iglesias triunfa, nosotros fracasamos, pero si Pablo Iglesias fracasa nosotros también fracasamos”. Por ello, el PCE no puede esperar al triunfo o al fracaso de Podemos para organizarse y para ser lo que siempre debió ser: un Partido político disciplinado, organizado y dispuesto a ganarse a la mayoría social sin realizar los tradicionales pactos y cesiones que, desde nuestra fundación, nos dejó en el mero menchevismo.
Doctor por la Universidad Complutense de Madrid--España

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