No son los 4.000 negativos de Capa, Chim y Taro,
ocultos durante 70 años y guardados en tres pequeñas cajas envueltas en
una bolsa de plástico del seguro social mexicano, pero tienen
similitudes. Aquel material abundante y precioso sobre la Guerra Civil
llegó con el embajador de México en Francia entre 1941 y 1942, el
general Francisco Aguilar González. Ahora trasciende la aventura de
otras fotos históricas, ocho, en este caso sobre el Che Guevara, que han
permanecido ocultas casi medio siglo, y que no viajaron en valija
diplomática. Lo hicieron en el equipaje de un cura, un misionero
zaragozano destinado en Bolivia, a quien se las dio un fotógrafo francés
como copia de seguridad por si él no pudiera sacarlas del país.
Cuando se cumplen 47 años de la ejecución de Ernesto, Che, Guevara, en la localidad zaragozana de Ricla una caja de puros guarda esas imágenes del cadáver del líder guerrillero, entre ellas dos de su compañera, la camarada Tania, alias de Tamara Bunke, la única mujer del grupo de Guevara. Imanol Arteaga es su custodio. Están en su casa desde hace año y medio. “El Che fumaba puros”, comenta mientras muestra eufórico el tesoro que contiene la caja de habanos. “Las fotos las tenía mi tío, el canónigo Luis Cuartero, hermano de mi madre. Algunas son muy conocidas, reconocibles otras; diferentes también”. El misionero Cuartero las trajo a España entre finales de octubre y principios de noviembre de 1967, el año en que mataron al comandante revolucionario.
De cómo llegaron a sus manos habla Imanol con pasión. Reconoce que quedan partes por hilar, pero hay una certeza: son los revelados de seguridad que un periodista francés, Marc Hutten, corresponsal de France Presse, hizo de las fotos que tomó del Che ya muerto. “Hutten llegó a Bolivia, a la zona de Sucre, y se alojó en una misión protestante que llevaba su apellido. En ese tiempo los misioneros católicos y protestantes tenían mucha relación, eran pocos. Por eso cuando tomó las fotografías, al no tener seguridad de poderlas sacar del país, se las entregó al primer europeo que regresaba: mi tío. Además, era cura, ¡qué mayor seguridad!”. Cuartero regresó a España para celebrar la boda de los padres de Imanol, en 1967. “Mi tío pasó 11 años en Bolivia desde 1959, fue director del seminario de Sucre”.
Las fotos hablan de un revelado de urgencia, las de color se
positivaron en blanco y negro, en un papel “certificado” que ya no se
fabrica desde hace más de treinta años. ¿Por qué Imanol las saca ahora a
la luz? “Siempre escuchamos que en casa había fotos del Che, era como
una leyenda. Al fallecer mi tío hace dos años —yo estaba muy unido a
él—, mi tía me confirmó su existencia: estaban en un sobre junto a otras
que guardó sin contárselo a nadie”. Imanol es un inquieto concejal de
Urbanismo por la CHA
y primer teniente de alcalde de su pueblo, y lidera el grupo local de
paleontología. Curioso, apasionado, se lo comentó a un amigo fotógrafo
de El Heraldo de Aragón. Cotejaron las fotos, certificaron su
autenticidad y decidió contar la historia con motivo del aniversario de
la ejecución del Che (murió tiroteado por el Ejército boliviano el 9 de
octubre de 1967). “No pienso venderlas, ¡por Dios!, sería traicionar a
mi tío, y además son un tesoro”.
Imanol nunca llegó a hablar con Hutten. “Lamentablemente, murió dos meses antes que mi tío”. También siente que su tío no llegara a conocer al Che, aunque ejercía el sacerdocio muy cerca del lugar donde lo mataron, en La Higuera. “El seminario estaba a medio camino”. El canónigo regresó a Zaragoza y fue director del colegio de los infanticos del Pilar. Su sobrino acaricia su tesoro: “Voy a seguir buscando en esta historia”, concluye Imanol.
Cuando se cumplen 47 años de la ejecución de Ernesto, Che, Guevara, en la localidad zaragozana de Ricla una caja de puros guarda esas imágenes del cadáver del líder guerrillero, entre ellas dos de su compañera, la camarada Tania, alias de Tamara Bunke, la única mujer del grupo de Guevara. Imanol Arteaga es su custodio. Están en su casa desde hace año y medio. “El Che fumaba puros”, comenta mientras muestra eufórico el tesoro que contiene la caja de habanos. “Las fotos las tenía mi tío, el canónigo Luis Cuartero, hermano de mi madre. Algunas son muy conocidas, reconocibles otras; diferentes también”. El misionero Cuartero las trajo a España entre finales de octubre y principios de noviembre de 1967, el año en que mataron al comandante revolucionario.
De cómo llegaron a sus manos habla Imanol con pasión. Reconoce que quedan partes por hilar, pero hay una certeza: son los revelados de seguridad que un periodista francés, Marc Hutten, corresponsal de France Presse, hizo de las fotos que tomó del Che ya muerto. “Hutten llegó a Bolivia, a la zona de Sucre, y se alojó en una misión protestante que llevaba su apellido. En ese tiempo los misioneros católicos y protestantes tenían mucha relación, eran pocos. Por eso cuando tomó las fotografías, al no tener seguridad de poderlas sacar del país, se las entregó al primer europeo que regresaba: mi tío. Además, era cura, ¡qué mayor seguridad!”. Cuartero regresó a España para celebrar la boda de los padres de Imanol, en 1967. “Mi tío pasó 11 años en Bolivia desde 1959, fue director del seminario de Sucre”.
Las fotos hablan de un revelado de urgencia, las
de color se positivaron en blanco y negro, en un papel “certificado”
que ya no se fabrica desde hace más de treinta años
Imanol nunca llegó a hablar con Hutten. “Lamentablemente, murió dos meses antes que mi tío”. También siente que su tío no llegara a conocer al Che, aunque ejercía el sacerdocio muy cerca del lugar donde lo mataron, en La Higuera. “El seminario estaba a medio camino”. El canónigo regresó a Zaragoza y fue director del colegio de los infanticos del Pilar. Su sobrino acaricia su tesoro: “Voy a seguir buscando en esta historia”, concluye Imanol.
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