domingo, 7 de septiembre de 2014


El discurso de “la casta”, un retroceso político de 3.500 años

eldiscursodelacasta
Javier Parra
A menudo los apologetas de la “nueva política” tratan de darnos lecciones sobre qué es lo viejo y qué es lo nuevo a la hora de hacer política. Nos pretenden aleccionar sobre la necesidad de abandonar conceptos como “izquierda” y “derecha” por ser categorías “viejunas”, mientras construyen todo su discurso en torno a conceptos como “casta”.
Por todos es sabido que los conceptos “izquierda” y “derecha” proceden de la Revolución Francesa, concretamente de  la votación que tuvo lugar el 11 de septiembre de 1789 en la Asamblea Nacional Constituyente en la que se discutía la propuesta de un artículo de la nueva Constitución en la que se establecía el veto absoluto del rey a las leyes aprobadas por la futura Asamblea Legislativa. Los diputados que estaban a favor de la propuesta, es decir, del poder absoluto del monarca,  se situaron a la derecha del presidente de la Asamblea. Los que estaban en contra y ponían la soberanía nacional por encima de la autoridad real, se situaron a la izquierda del presidente. Así el término “izquierda” quedó asociado a las opciones políticas que propugnaban el cambio político y social, mientras que el término “derecha” quedó asociado a las que se oponían a dichos cambios. Es decir, los conceptos “izquierda” y “derecha” cumplen este año 225 años.
Sin embargo, para buscar el origen del término “casta”, aquel en el que se basa la “nueva política”, tenemos que retroceder ni más ni menos que 3.500 años, es decir, al año 1.500 antes de Cristo, momento en el que las castas empezaron a establecerse a raíz de la invasión aria del norte de la India.
Además, si nos atenemos a la definición que Anthony Giddens, en “Sociología” (2006 – Alianza Editorial)  hace del término casta tenemos que “es un sistema social en el que el estatus personal se adjudica de por vida, por tanto en las sociedades organizadas por castas los diferentes estratos son cerrados y el individuo debe permanecer en el estrato social en el que nació. Las características que diferencian los distintos estratos sociales son: la raza, la religión, etc. que por accidente adquiera al nacer y con lo cuál no puede cambiar. Las sociedades de castas pueden verse como sociedad de clase en la que se adquiere clase social con el nacimiento. Los sistemas de castas rechazan las relaciones estrechas con miembros de otras castas. Esa “pureza” de castas suele mantenerse mediante regla de endogamia, el matrimonio debe ser entre personas del mismo grupo social”.
Según esta definición, ¿sería casta un político corrupto ? ¿sería casta alguien que lleva 30 años viviendo de la política? ¿sería casta el presidente de una multinacional? ¿sería casta el presidente de un gran medio de comunicación? ¿sería casta el presidente del gobierno? ¿serían casta los consejeros de las eléctricas o de los bancos? ¿serían casta los principales accionistas del IBEX 35?
Si un grupo de personas podría considerarse “casta” en sí es precisamente uno que se está salvando de las críticas de dichos apologetas de la nueva política. Ese grupo de personas son los Borbones, quienes tienen un estatus social y personal adjudicado legalmente de por vida desde el día de su nacimiento.
Por tanto, más allá de incidir en discursos populistas que nos hagan retroceder 3.500 años en el discurso y en tratar de rehuir conceptos nacidos en la Revolución Francesa, de cuyas conquistas por cierto la izquierda debe ser una orgullosa heredera (como debe serlo de la Comuna de París o de la Revolución de Octubre), debemos trabajar para no distorsionar la realidad a los ojos de quienes tienen el desafío histórico de organizar la Revolución en este país. No vivimos en un sistema de castas, sino en un sistema de clases sociales, donde las clases dirigentes acumulan la mayor parte del poder económico, y en un segundo término el poder político. Vivimos en un sistema en el que la clase dirigente son quienes poseen y controlan los medios de producción a través de los cuales dominan y explotan a la clase trabajadora y a las clases populares. Un sistema en el que la renta de la propiedad se utiliza para acumular capital, y acumular más poder, para extender aún más su dominación de clase.
Así de sencillo, y así de importante.

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