El discurso de “la casta”, un retroceso político de 3.500 años
Javier Parra
A menudo los apologetas de la “nueva
política” tratan de darnos lecciones sobre qué es lo viejo y qué es lo
nuevo a la hora de hacer política. Nos pretenden aleccionar sobre la
necesidad de abandonar conceptos como “izquierda” y “derecha” por ser
categorías “viejunas”, mientras construyen todo su discurso en torno a
conceptos como “casta”.
Por todos es sabido que los conceptos
“izquierda” y “derecha” proceden de la Revolución Francesa,
concretamente de la votación que tuvo lugar el 11 de septiembre de 1789
en la Asamblea Nacional Constituyente en la que se discutía la
propuesta de un artículo de la nueva Constitución en la que se
establecía el veto absoluto del rey a las leyes aprobadas por la futura
Asamblea Legislativa. Los diputados que estaban a favor de la propuesta,
es decir, del poder absoluto del monarca, se situaron a la derecha del
presidente de la Asamblea. Los que estaban en contra y ponían la
soberanía nacional por encima de la autoridad real, se situaron a la
izquierda del presidente. Así el término “izquierda” quedó asociado a
las opciones políticas que propugnaban el cambio político y social,
mientras que el término “derecha” quedó asociado a las que se oponían a
dichos cambios. Es decir, los conceptos “izquierda” y “derecha” cumplen
este año 225 años.
Sin embargo, para buscar el origen del
término “casta”, aquel en el que se basa la “nueva política”, tenemos
que retroceder ni más ni menos que 3.500 años, es decir, al año 1.500
antes de Cristo, momento en el que las castas empezaron a establecerse a
raíz de la invasión aria del norte de la India.
Además, si nos atenemos a la definición que
Anthony Giddens, en “Sociología” (2006 – Alianza Editorial) hace del
término casta tenemos que “es un sistema social en el que el estatus
personal se adjudica de por vida, por tanto en las sociedades
organizadas por castas los diferentes estratos son cerrados y el
individuo debe permanecer en el estrato social en el que nació. Las
características que diferencian los distintos estratos sociales son: la
raza, la religión, etc. que por accidente adquiera al nacer y con lo
cuál no puede cambiar. Las sociedades de castas pueden verse como
sociedad de clase en la que se adquiere clase social con el nacimiento.
Los sistemas de castas rechazan las relaciones estrechas con miembros de
otras castas. Esa “pureza” de castas suele mantenerse mediante regla de
endogamia, el matrimonio debe ser entre personas del mismo grupo
social”.
Según esta definición, ¿sería casta un
político corrupto ? ¿sería casta alguien que lleva 30 años viviendo de
la política? ¿sería casta el presidente de una multinacional? ¿sería
casta el presidente de un gran medio de comunicación? ¿sería casta el
presidente del gobierno? ¿serían casta los consejeros de las eléctricas o
de los bancos? ¿serían casta los principales accionistas del IBEX 35?
Si un grupo de personas podría considerarse
“casta” en sí es precisamente uno que se está salvando de las críticas
de dichos apologetas de la nueva política. Ese grupo de personas son los
Borbones, quienes tienen un estatus social y personal adjudicado
legalmente de por vida desde el día de su nacimiento.
Por tanto, más allá de incidir en discursos
populistas que nos hagan retroceder 3.500 años en el discurso y en
tratar de rehuir conceptos nacidos en la Revolución Francesa, de cuyas
conquistas por cierto la izquierda debe ser una orgullosa heredera (como
debe serlo de la Comuna de París o de la Revolución de Octubre),
debemos trabajar para no distorsionar la realidad a los ojos de quienes
tienen el desafío histórico de organizar la Revolución en este país. No
vivimos en un sistema de castas, sino en un sistema de clases sociales,
donde las clases dirigentes acumulan la mayor parte del poder económico,
y en un segundo término el poder político. Vivimos en un sistema en el
que la clase dirigente son quienes poseen y controlan los medios de
producción a través de los cuales dominan y explotan a la clase
trabajadora y a las clases populares. Un sistema en el que la renta de
la propiedad se utiliza para acumular capital, y acumular más poder,
para extender aún más su dominación de clase.
Así de sencillo, y así de importante.
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