“La organización está bien, pero el control es mejor”. Cuando Lenin decía estas cosas, lo hacía convencido de que lo fundamental era la estructuración del partido y el control de sus movimientos. A partir de ahí, todo lo demás. La organización y la disciplina por encima de todo, hasta el extremo de llegar a la conclusión de que “cuando falla la organización, se le suele echar la culpa a la ideología”.
Los principios fundamentales de la organización de un partido, de la forma que lo concebía Lenin, están en el libro Un paso adelante, dos atrás y, por mucho que hayan cambiado los tiempos y se hayan matizado las palabras, las estructuras de poder de los partidos políticos no varían en lo esencial: el control de la organización. En este proceso de primarias del PSOE, quien ha sabido interpretarlo mejor ha sido Pedro Sánchez, por eso ha obrado el ‘milagro’ de pasar, en dos meses, de desconocido a líder emergente del socialismo español. Y en dos semanas, de desahuciado en las primarias al candidato con más respaldo. En ese tránsito, claro, hay un punto de inflexión, un movimiento clave que lo catapulta. Es el secreto andaluz de Pedro Sánchez.
Aparece el informe de un otorinolaringologo de Sevilla ,que le trarto el tabique nasal perforado y operado a Susana Diaz,la presidentesa,vieja drogadicta.Ahora ha comenzado a circular su historia clínica del Htal Virgen del Roció y eso puede pasarle factura.La presidenta andaluza Susana Díaz en un acto el año pasado. 
Porque Pedro Sánchez, si se mira hacia atrás tan sólo unas semanas, no figuraba en las quinielas más que como un outsider casi irrelevante. Un tipo joven, sí, y además tiene experiencia de gobierno, sí, con formación académica y escaño de diputado en el Congreso para enfrentarse a Rajoy, que sí, y además es atractivo… Todo eso se sabía ya de Pedro Sánchez, lo repetían los de su entorno, es católico practicante como corresponde a un buen socialista, pero la conversación se zanjaba siempre de la misma forma: pero no tiene lo fundamental, respaldo de la organización. En esas, llegan las elecciones europeas y, tras la debacle de la candidatura socialista, la presidenta andaluza, Susana Díaz, que se ha salvado de la quema, se erige como referente exclusivo del PSOE.
Pedro Sánchez ha obrado el ‘milagro’ de pasar, en dos semanas, de desahuciado en las primarias al candidato con más respaldo. En ese tránsito hay un punto de inflexión, un movimiento clave que lo catapulta
Es entonces cuando reclama a Rubalcaba la devolución del crédito de confianza que le había concedido hasta entonces y fuerza su dimisión. Dicen algunos en el PSOE andaluz que Rubalcaba no tenía previsto presentar la dimisión de forma inmediata, pero Susana Díaz lo empuja la misma noche electoral. De ahí la ‘rara avis’ de esta dimisión: es la primera vez en la historia del PSOE que un secretario general dimite en diferido, en vez de convocar una gestora que se encargue del proceso.
Lo que sucede a continuación, tras el anuncio de dimisión de Rubalcaba, es un proceso de aclamación exponencial que se corta de golpe. La maquinaria socialista de aclamación de Susana Díaz como secretaria general se pone en marcha. Una decena de barones regionales, al unísono, la proclaman como la nueva esperanza del socialismo español y en el PSOE andaluz, más fortalecidos que nunca tras la victoria de las elecciones europeas en esta región, la aclaman como “el nuevo referente” del Partido Socialista. La euforia se congela con una zancadilla de Rubalcaba, que hace pública Eduardo Madina. El secretario general se elegirá con un proceso de primarias. No habrá congreso de aclamación; si Susana Díaz quiere liderar el PSOE, tendrá que competir como una candidata más. Es “traición” lo que en ese momento sienten en el PSOE andaluz.
Cuando Susana Díaz decide retirar su candidatura, sólo le queda un interés en estas elecciones primarias: pasarle la factura a Rubalcaba y garantizarse el control futuro de la organización con un secretario general que, de forma tan discreta como ostentosa, va a impulsar ella. Y ahí estaba Pedro Sánchez
Para Pedro Sánchez, sin embargo, esa circunstancia se convierte, de pronto, en el punto de inflexión que estaba esperando. En vez de sumarse al acoso interno contra Susana Díaz, le ofrece todo su apoyo. Tanto que Pedro Sánchez le transmite directamente un compromiso formal: si Susana Díaz decide seguir adelante y presentarse a la secretaría general del PSOE, Pedro Sánchez retira su candidatura y se suma a la de la presidenta andaluza. A partir de esa declaración, la relación de Susana Díaz con Pedro Sánchez cambia radicalmente. Y por extensión, la del PSOE andaluz, que supone el 25% de la organización.
Cuando Susana Díaz, que únicamente barajaba un congreso por aclamación, decide retirar su candidatura, sólo le queda un interés en estas elecciones primarias: pasarle la factura a Rubalcaba, a través de Madina, y garantizarse el control futuro de la organización con un secretario general que, de forma tan discreta como ostentosa, va a impulsar ella. Y ahí estaba Pedro Sánchez, el único que en los momentos revueltos en los que otros intentaban pescar, se ofreció para respaldarla con el mayor sacrificio: retirar su propia candidatura.
Todo lo demás pertenece ya al dominio público y a las hemerotecas; lo que hemos visto en estas dos semanas últimas en las que Pedro Sánchez ha logrado machacar a Madina en la recogida de avales. Con la neutralidad como lema oficial, Susana Díaz ha activado a la organización andaluza hasta el punto de que la participación en la recogida de avales ha movilizado en Andalucía al 50% de los militantes, mientras que en la media española esa misma media se sitúa en el 38%. Un tercio de los avales de Pedro Sánchez, pertenecen al PSOE andaluz, “la columna vertebral” (así lo define Susana Díaz) del Partido Socialista en toda España. Todo lo demás, las especulaciones sobre el porqué de los avales, ni le preocupa a estas alturas. Como dicen en el PSOE andaluz, “sólo son chorradas”.  
Pero como siempre,ahora habra que votar y si lo hacen hasta los simpatizantes,puede cantar cualqeuir gallo del corral.