Y al quinto día, resucitó. Oliver Stone (Nueva York, 1946) lleva desde el viernes en San Sebastián. Hasta asistió a la inauguración del festival, donde fue fotografiado junto al lehendakari Iñigo Urkullu. Sin embargo, no ha sido hasta el quinto día de la muestra cuando se ha puesto a disposición de la prensa. No ha sido engullido por el frenesí culinario al que el festival somete a sus estrellas, sino que ha estado ocupado en el asunto que más le preocupa ahora mismo: hacer política.
Stone lleva varios días dialogando con el público que ha asistido a la proyección (por partes) de su último trabajo: La historia no contada de EEUU (The Untold History of the United States), serie histórica de diez capítulos de una hora donde el director, que coescribe y dirige la función, da su versión de la geopolítica estadounidense desde la II Guerra Mundial hasta nuestros días. Resumiendo: Oliver Stone cogió su fusil.
Todo empezó a torcerse cuando el presidente Harry Truman dio luz verde a los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Un martillazo militar que segó la vida de 220.000 personas, la mitad de las cuales falleció durante los bombardeos. Era el inicio de una nueva era de dominio militar planetario. "Cuando bombardeamos Japón en 1945, empezó nuestra historia como imperio global. Hasta entonces, nuestras ansias expansionistas eran mucho más limitadas", cuenta Stone.
No más conspiraciones
Stone, dos veces ganador del Oscar al mejor director (Platoon, Nacido el 4 de julio) y una al mejor guion (El expreso de medianoche), siempre ha rodado ficciones de alto contenido político, de la codicia de las finanzas (Wall Street) a los dramas presidenciales (JFK, Nixon), sólo que en los últimos años se ha echado más al monte, con una serie de controvertidos documentales sobre las izquierdas latinoamericanas (Comandante y South of the Border).
Da la casualidad de que la que quizás sea la mejor película de Stone, JFK, flirteaba con las teorías de la conspiración. Dado su interés en presentarse ahora como una mezcla de cineasta e historiador, Stone no entró ayer en ninguno de los trapos conspiratorios que le lanzaron, ni en la rueda de prensa ni en la entrevista. Y eso que en noviembre JFK se reestrenará en EEUU coincidiendo con el 50 aniversario del asesinato de Kennedy.
"Lo que quiero explicar en la serie es qué representaba Kennedy y hacia dónde se movía el país con él. Su asesinato provocó cambios drásticos en la política estadounidense. Eso es lo que me interesa. Igual que lo que más me llama la atención del 11-S son sus consecuencias, no quién estuvo detrás", aclara.
La historia no contada de EEUU vendría ser una síntesis del Stone tardío: una revisión crítica de su país con aires documentales. La abundante documentación histórica en la que se apoya la serie, producida por la cadena de cable Showtime, no puede ocultar un hecho indudable: Stone reparte cera presidencial a diestro y a siniestro. Empezando por Harry S. Truman (presidente entre 1945 y 1953 y padre ideológico de la bomba atómica), y acabando por Barack Obama, al que Stone atiza sin cuartel por no haber acabado con la guerra contra el terror y haber puesto la solución al crash financiero (2008) en manos de los chicos de Wall Street. Todos se llevan aquí lo suyo.
A la cara, a las claras
Stone, como es habitual, soltó cuarto y mitad de titulares geopolíticos explosivos: "EEUU se ha metido en la cama con extremistas muchas veces", dijo sobre la época de finales de los setenta y principios de los ochenta cuando EEUU hizo piña con los futuros talibanes en Afganistán para echar a los rusos.
"Tenemos un sistema que ningún hombre es capaz de cambiar", soltó sobre el presidente Barack Obama antes de empezar a criticarle: “Yo no he dicho exactamente que sea peor que Bush, sino que hay que analizar cada mandato según el contexto. Obama fue elegido como el candidato de las reformas, y no las ha hecho. Ha decepcionado a la mayoría de sus seguidores. Obama ha perdido el control".
Al primer presidente afroamericano de la historia de EEUU le critica, entre otras cosas, no haber derogado algunas de las leyes especiales de Bush contra el terror que han convertido EEUU, según el director, en el país del todo vale. "EEUU es un gobierno sin ley. No podemos parar de saltarnos la ley. La nacional y la internacional. Es muy depresivo que Obama haya continuado por este camino. Parece que nunca aprendemos. Me encanta la idea de América, pero me decepciona ver en qué nos hemos convertido", zanja.
Se podrá estar más o menos de acuerdo con las tesis de Oliver Stone, pero nadie podrá acusarle de andarse con medias tintas o de rehuir una buena polémica. Eso de que para tener una larga carrera en Hollywood es mejor no meterse en berenjenales políticos no va con él. Charco que ve, charco que pisa.
La entrevista se cierra, de hecho, con su opinión sobre La noche más oscura, la oscarizada cinta de Kathryn Bigelow sobre la captura y asesinato de Osama Bin Laden, a la que en la serie acusa de justificar la tortura. En el cara a cara tampoco es que Oliver Stone se corte un pelo a la hora de calificar el trabajo de Bigelow: “Se trata de una película abominable y asquerosa que no se hace ningún tipo de cuestionamiento moral”. Vamos, que no le ha gustado.