Cartas desde Cuba
"Un error no debe conducir a otro error"
Las recientes reclamaciones del
músico Roberto Carcassés, en un acto por la libertad de los agentes
cubanos presos en EE.UU., provocaron un tsunami político. En los
círculos intelectuales de la isla no se habla de otra cosa, tal y como
si el hecho tuviera una importancia capital.
La repercusión estuvo dada porque muchos cubanos
escucharon en directo por televisión un pliego de reivindicaciones en
el que mezclaba la libertad de expresión con la de fumar marihuana y la
elección directa del presidente con el automóvil que no le quieren
vender.En las redes sociales algunos colegas jóvenes me escribieron indignados contra el músico criticón. También leí los post de los blogueros profesionales "pidiendo sangre", pero no me sorprendieron porque siempre quieren aparentar ser más marxistas que Marx.
En el anticastrismo externo renacieron las esperanzas. Aseguran que "Carcassés es la punta del iceberg", que "el pueblo está perdiendo el miedo", y vuelven a soñar con el levantamiento popular que la disidencia interna ha sido incapaz de promover.
Los cubanos de a pie con los que hablé se dividen entre quienes lo ven como un oportunista que se "robó el show de los 5", los que lo consideran un valiente que "se lo jugó todo", los que piensan que "ejerció su derecho en un lugar equivocado" y a la mayoría les aburre el tema.
Lo cierto es que las cosas no habrían trascendido del territorio de lo anecdótico si no hubieran surgido de inmediato los sancionadores, dispuestos a cortarle la carrera profesional por tiempo indefinido, obligándolo a emigrar con su música a otra parte.
El cantautor invitó al músico castigado a participar en sus próximos dos conciertos barriales y de esa manera puso a los sancionadores ante la disyuntiva de prohibir también sus presentaciones como única vía de lograr que su mandato se cumpla.
Lo paradójico es que Silvio cree que su colega "cometió una gran torpeza". Dice que hubiera preferido que lo dijera en otro concierto porque "la lucha por la libertad de Los Cinco es una bandera sagrada del pueblo de Cuba, muy por encima de otras consideraciones".
Pero interviene cuando "a la torpeza de mi compañero la siguió otra por parte de la institución que rige el trabajo de los profesionales de la música en Cuba". Lo hace "por repudio a prácticas de este tipo en otros tiempos, por rechazo a la idea de que volvieran a instaurarse".
Silvio sufrió esas prácticas en carne propia, cuando era un joven rebelde. Aprendió que "un error no debe conducir a otro" y comprende que resulta verdaderamente "espantoso que la causa de Los Cinco pueda usarse como pretexto para un acto de represión".
Desde los 70, el sector ideológico del Partido se ha proyectado como punta de lanza de la intolerancia, contra los religiosos y los homosexuales, ejerciendo un férreo control sobre la prensa y atacando cualquier expresión artística o intelectual que no transite por los caminos debidamente autorizados.
Desde luego no es la primera vez que sucede algo así, lo nuevo es que esta historia tuvo un final feliz. Las autoridades recapacitaron, apostaron por el diálogo e informaron que "las conversaciones fueron tan positivas que han decidido dejar sin efecto la sanción".
Pensar que la presión funcionó sería solo parte de la verdad porque también puede estar influyendo la renovación de cuadros dirigentes al frente del Departamento Ideológico del Partido Comunista, algo que podría traer cambios trascendentales en ese sector.
Dice en su carta Silvio Rodríguez que "un error no puede conducir a otro error" y yo le acoto que cuando, a pesar de eso, alguien se vuelve a equivocar, la rectificación no es un gesto de debilidad ni de fortaleza, es un acto elemental de justicia.
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