sábado, 31 de agosto de 2013

Paraguay: ¿AGUANTARÁ EL EJÉRCITO?



José Antonio Vera



El militar paraguayo, como todos en esa profesión en el mundo, está
formado para matar y morir, además de reprimir poblaciones en gran
escala, obedeciendo siempre a la orden superior, pero carece de
capacidad para desempeñar el papel de policía en el control de la
seguridad pública, que le ha asignado el Presidente Horacio Cartes, en
una decisión complicada, que nada bueno presagia para nadie.
Cientos de soldados y sus superiores, se están instalando desde hace
una semana en tres departamentos del este-norte del país, desbordados
por el narcotráfico y el contrabando múltiple, con la misión de
terminar, no con esos males, sino con el Ejército del Pueblo Paraguayo
(EPP), un emblema llamado guerrilla revolucionaria por la prensa
derechista, por el grueso del mundillo más cavernario del país, y por
parte de la ciudadanía malinformada, sin que nadie pueda presentar
pruebas contundentes acerca del carácter ideológico y los objetivos de
tal organización, si es que ella existe.
Por el momento, la sigla EPP alimenta a los sectores más retrógrados
del país alistados  en la campaña mundial que dirige Estados Unidos
contra toda manifestación individual y colectiva de contenido
democrático, progresista, emancipador, empeñado en impedir la
integración de gobiernos y pueblos para mejor someterlos, en
asociación con las oligarquías vernáculas, las cuales, como siempre,
utilizan a los uniformados como escudo, con el beneplácito de jerarcas
movidos por cálculos mezquinos.
Cartes ordenó la sustitución de la policía por el ejército y el cambio
se ha hecho sin ningún tipo de alteración institucional aparente, pero
observando más a fondo es posible encontrar elementos disonantes,
debido a que la cúpula del primer organismo se siente humillada y,
aunque no lo pueda decir públicamente, considera que ese piso le
pertenece por antigüedad y oficio, facultada mejor que nadie porque
maneja un importante capital de vínculos muy estrechos y comprometidos
con los cabecillas del narcotráfico y el contrabando de armas,
vehículos, personas e infinidad de otras mercaderías. Numerosos
oficiales han sido denunciados por asociación ilícita.
En cambio, la soldadesca, formada para otras misiones, llega sin
experiencia a ese terreno, carente de la gimnasia necesaria y, aunque
formalmente tenga la delantera en la decisión de las operaciones,
siente sobre sí la presencia baquiana de la policía, cuya comandancia
fue otorgada días atrás por Cartes al Comisario General Antonio
Gamarra, hombre de oscuros antecedentes en la institución, en la que
lleva muchos años, y quien difícilmente aceptará subordinarse a un
oficial castrense, ni éste a él.
Además de esa contradicción que debilita la autonomía militar sobre el
terreno,  provocando malestar entre su oficialidad, otro problema que
se presenta al Presidente es el riesgo de fracaso en la eliminación
del  EPP y en el cumplimiento de instalar un clima de seguridad para
la población rural en sus diferentes componentes, en particular las
familias marginadas, sin tierra, humilladas y hambreadas, y sin
excluir al grueso de los influyentes productores que exigen
tranquilidad para sus negocios.
La eventualidad del fracaso abre, entonces, la hipótesis de que si, a
pocas semanas, se vislumbrara un descrédito para la jerarquía
castrense, mayoría cercana a su jubilación y habituada a una
existencia desactivada, nada garantiza que acepte continuar alejada
del confort de sus cuarteles, aunque ello suene a insubordinación y
pueda generar sobresaltos en el quehacer político nacional, al punto
que hasta la juguetona figura del boomerang podría aparecer en un
tiempo no muy lejano.
Cartes es Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, pero hasta ahora
no del Estado, a tal punto que el Fiscal General, Javier Díaz Verón,
apunta que todo operativo que se ordene en esa zona en conflicto,
deberá llevar la fiscalía al frente.
De ello se desprende una serie de interrogantes: ¿Los jefes militares
estarían subordinados, a pesar de la decisión del parlamento y la
autorización del Presidente?. ¿Aceptará esa situación el Ejército?.
¿El mandatario se vería forzado a negociar, incluso con los partidos
políticos?. ¿Qué decisión tomarán los expertos norteamericanos,
colombianos e israelíes que han sido contratados para combatir el
narcotráfico y la guerrilla terrorista?.  ¿Aceptarán el fracaso o
intentarán intensificar la criminalización, reeditando las tiranías de
hace tres décadas, sustentadas por Estados Unidos?.
La subjetividad que está en juego entre la mayoría del pueblo, quizás
permanecerá en las próximas semanas en ese espacio semioscuro del
sentir humano, velada por los movimientos inaugurales y muy
mediatizados de la actividad internacional de Cartes, que comenzó este
jueves con el viaje a Surinam para participar en la asamblea de la
Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), a la que Paraguay retorna
después de haber sido suspendido como socio del MERCOSUR, a
consecuencia del Golpe de Estado del 22 de junio del 2012, contra el
gobierno democrático de Fernando Lugo.
Pensada o no, decidida a ex profeso o no, la agenda presidencial, que
enumera varios desplazamientos al extranjero para septiembre, podría
cumplir la tarea de distraer o disminuir la presión de los conflictos
internos, del gremio docente, movilizado desde hace dos meses, el de
salud y del campesinado cada día más empobrecido y ahora reprimido en
los primeros actos de una peligrosa escalada contra las ideas
socialistas y de solidaridad bolivariana, cuyo fin es atemorizar a los
luchadores sociales bajo el pretexto del terrorismo que encarnaría el
EPP, aunque éste podría ser solo un instrumento de las mafias
fronterizas, en un juego macabro de los superpoderes.
Cartes, ante la acefalia política nacional, y vista su temeridad, nada
sorprendería que, además del título de empresario y Presidente de
Gobierno, quiera subir otro escalón y graduarse de Tendotá, o Jefe de
Estado Todopoderoso, al estilo de su admirado General Alfredo
Stroessner, empujando un plan cuya aplicación lo llevaría a ignorar el
carácter parlamentarista de la Constitución vigente y las potestades
de varias instituciones del poder republicano.
Ese anhelo, que traslucen algunas medidas tomadas en sus primeros días
de mandato, asumido el jueves 15, junto a varios enunciados de
impopulares intenciones, está tomando cuerpo y alimenta diversas
hipótesis acerca del desarrollo práctico que podría protagonizar en
los cinco años del mandato por el cual fue electo el pasado 21 de
abril, en representación del Partido Colorado. Claro, no se excluyen
imprevistos.
Acostumbrado a los riesgos, incursionando desde muy joven en
actividades complicadas,  que años atrás lo llevaron a banquillos de
tribunales de investigación de delitos económicos en su país y en
Brasil, Cartes ha tenido, escrúpulos aparte, la habilidad de convertir
esos tropiezos en una escuela y hoy goza de las mieles de esos
triunfos misteriosos y asombrosos que permiten que  una  minoría de
personas, en el mundo,  acumulen fortunas inmensas en cortos periodos
de su vida.
Empeño, audacia y temeridad, sin dudas, para llegar a conducir con
rentabilidad a más de veinte empresas bancarias, agropecuarias, de
bebidas, etc, éxito que parece haber convencido a Cartes de que nació
predestinado para ascender constantemente en todo emprendimiento, como
el de gerenciar fácilmente un país con 6 a 7 millones de habitantes,
más de un millón emigrado, con la más desigual tenencia de la tierra
de Suramérica, y con el 40 por ciento de la población en la pobreza y
la mitad en la miseria total, alto analfabetismo e importante
porcentaje de mortalidad infantil.
Frente a esa penosa realidad, Cartes ha llegado a su nueva función sin
presentar a la ciudadanía ningún proyecto alentador en la corrección
de esos males sociales y, más bien, transita por el viejo método de
respaldarse en los aparatos represivos y en el tejido corrupto de la
partidocracia, huérfana de la creatividad e innovación estructural que
el país reclama a gritos, y de un parlamento venal e inepto, dando
espalda a la contribución que podría aportar el pueblo en ideas e
iniciativas de progreso.
A Cartes no se le conoce ninguna iniciativa para reordenar las
funciones y el personal del paquidérmico Estado, quizás porque es el
mayor empleador del país y la principal clientela electoral,
consecuencia del prebendarismo sistémico de los Partidos Colorado y
Liberal, con 270 mil personas en planillas, que cuestan 250 millones
de dólares por mes en salario, aunque la mayoría no sirve a la
sociedad sino a los grupos de poder financiero, donde se superponen
las instituciones públicas y su ineficacia.
Sin embargo, redireccionarlo no sería muy difícil para un buen
administrador, dado los enormes recursos naturales que posee en sus
400 mil kilómetros cuadrados de superficie, poco poblado, con buena
tierra, agua dulce abundante y variedad de metales, y que produce gran
cantidad de alimentos para la exportación, en particular soja y carne,
con una deuda externa para nada asfixiante y el doble de reservas en
divisas, aunque la FAO denuncie que hay un millón y cuarto de niños
desnutridos.
Paraguay es difícil de explicar racional y culturalmente porque el
origen del grueso de su población multilingüe arrastra desde hace más
de un siglo el complejo no asumido de tener origen indígena,  raíz
despreciada permanentemente por la creciente y alienada clase media y
la oligarquía inculta, dificultando una definición rigurosa del ser
nacional, cuya construcción viene siendo obstaculizada desde la
destrucción de la República Soberana, en 1870, y que sólo la
movilización consciente y organizada de su pueblo podrá recuperar,
para garantizar el bienestar, la independencia y la integración.
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