Hambre, carajo, hambre Cristina Fallarás.
Ya hay hambre en España, y no es la población la que lo denuncia,
sino las autoridades y los medios de comunicación. Mal síntoma,
malísimo.
Pongamos que en un país se tortura. Pongamos que los
torturados se cuentan por miles. ¿Cuánto tarda la palabra tortura es
ser asumida por las administraciones públicas? ¿Cuánto tarda esa
puñetera palabra maldita en aparecer en los medios de comunicación?
¿Cuánto tarda, después, la población en dignarse a verla, digerirla y
darse por enterada?
Podría haber utilizado “se mata” en lugar de “se tortura”, pero ya ven que no.
Hay acciones que podríamos llamar las Acciones de la Bestia. Son esas
acciones que suceden en otros países, en países no democráticos, en
países que nos resultan lejanos o despreciables o con regímenes a
combatir. No aparecen por generación espontánea, no son consecuencia de
un llamado desastre natural. Son fruto de la acción del hombre,
provienen de la acción u omisión de aquellos que gobiernan dicho país.
Entre las Acciones de la Bestia más evidentes se encuentran el
genocidio, la masacre, el asesinato, las “desapariciones”, la tortura o
el establecimiento de sistemas institucionales de terror. En España, por
supuestísimo, consideramos imposible e inimaginable que exista ninguna
de las anteriores Acciones de la Bestia.
Pero existe
una entre todas las Acciones de la Bestia que parece no resultarnos tan
evidente. El hambre. Sin embargo, al igual que las anteriores, en
España, por supuestísimo, consideramos imposible e inimaginable que
exista. A usted mañana, de viaje por Caracas o Berlín, le preguntan ¿En
España se pasa hambre? Y su respuesta será que no. Aunque haya leído que
sí, dirá que no. Aunque haya oído que sí, e íntimamente considere esa
posibilidad, responderá que no.
A ver. Vuelvo al principio.
Pongamos que en España se pasa hambre hoy. Pongamos que los que pasan
hambre se cuentan por miles, y los niños que pasan hambre se cuentan por
miles también. ¿Cuánto tarda la palabra hambre es ser asumida por las
administraciones públicas? No sé cuánto ha tardado, pero ya está ahí, ya
la han pronunciado. ¿Cuánto tarda esa puta palabra maldita en aparecer en los medios de comunicación? Nada, una vez la ha enunciado la política. ¿Cuánto tarda, después, la población en dignarse a verla, digerirla y darse por enterada? Hum.
Desde luego, no parece que los ciudadanos españoles hayan asumido aún
la presencia de esa Acción de la Bestia entre nosotros. Y eso, sin lugar
a dudas, resulta gravísimo. Es como el paso inadvertido del primer
inmolado, o la sutil forma de ignorar la evidencia del primer
desaparecido. Si un hombre se inmola y no sucede nada, ya nada sucederá.
Si el primer desaparecido sobrevuela a la población sin rozarla, serán
millares. Si los dirigentes políticos pronuncian la palabra HAMBRE y los
medios de comunicación publican la palabra HAMBRE
y no pasa nada, es que el hambre, esa Acción de la Bestia, ha llegado
para quedarse y aquellos que la han dejado entrar, que la han provocado,
han ganado la guerra sin necesidad siquiera de enfrentar batalla.
Hambre, carajo, estamos hablando de hambre entre la población, de
hambre infantil, estamos pronunciando la palabra hambre y publicándola
sin que se nos mueva un pelo. El hambre es una Acción de la Bestia, y
ninguna Acción de la Bestia debería pasearse entre nosotros como
discurre la tarde de primavera. Hambre, hostias, HAMBRE, ya hay hambre
en España, y no es la población la que lo denuncia, sino las autoridades
y los medios de comunicación. Mal síntoma, malísimo. Hay hambre, hambre
escondida, hambre ignorada, hambre silenciosa, hambre que va
ensuciándonos mientras silbamos la boba melodía pop del europeo medio.
El hambre, eso que sucedía en países lejanos, campa en su ciudad,
seguramente en su barrio. Y callamos. Hemos gritado por la sanidad y por
la educación, por los desahucios y los atropellos bancarios.
Pero el hambre.
Pero el hambre es distinta, el hambre no se perdona. O eso espero.
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