La visión de las hijas de un guerrillero del ERP
Por María Laura Avignolo
Se trata de María Susana y Silvia, hijas de Asdrúbal Santucho. Los detalles del rol que tuvo Videla y que las impulsó a permanecer más de un año encerradas en la embajada de Cuba en Buenos Aires.
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París,
Si
hay un país que recibió a miles de argentinos que huían de la dictadura
militar argentina, fue Francia. Muchos han regresado a Argentina pero
otros permanecen y fueron víctimas directas de las políticas, abusos y
decisiones del general Jorge Rafael Videla, entonces presidente y
miembro de la Junta Militar.
Las
chicas de la familia de Roberto y Asdrúbal Santucho fueron unas de
ellos. Cuando tenían entre 15 y 9 años, siete de ellas permanecieron
asiladas durante un año y 10 días en 1976, sin permiso de salida, en la
embajada cubana en Buenos Aires, mientras sus padres habían muerto o se
encontraban en la clandestinidad como miembros de la guerrilla del ERP.
La Junta Militar, encabezada por el general Videla, no les autorizaba su
salida. La mitad de su familia fue exterminada. Hoy adultas y
residentes en París, María Susana y María Silvia son hoy dos de esas
chicas Santucho, que sobrevivieron y así lo recuerdan a Videla y a sus
decisiones.
“Yo no quiero venganza, no quiero que le pase a él todo lo que él hizo. Pero estoy contenta que haya muerto. El murió tranquilo, en la cárcel. No murió como murieron todos los que el mató. La justicia
de los hombres no hizo el trabajo completo y espero que la justicia
divida pueda hacerle pagar lo que le hizo al pueblo argentino”,
dijo María Susana, hija de Asdrúbal Santucho, que vivió en Cuba y luego
se mudó a París junto a María Silvia, su hermana. “No lo digo solo por
mi familia. Mató a la mitad de mi familia o la hizo desaparecer, sino
también por lo que el pueblo argentino sufrió durante los años de
dictadura”.
A
Susana no le asombra que nunca revelara dónde estaban los cuerpos, el
destino de los nietos o el destino de los secuestrados. “Creo que es un
hombre que desde el principio hasta el final fue sanguinario y que sigue haciendo sufrir a la gente.
Por lo menos podría haber pedido una parte de perdón o al menos
disculpas a los familiares. Él nunca se arrepintió. Podría haber ganado
un poco de estima en el pueblo argentino pero ni siquiera eso fue capaz
de hacer. Ni siquiera al último momento fue capaz de arrepentirse y ese es otro síntoma de su maldad, de su condición de asesino”, dijo a Clarín.
María
Susana recuerda sus días en la embajada, cuando eran todas niñas
asiladas. “La más grande era mi hermana, que tenía 15 años y la más
chica tenía 9 años. Estuvimos asiladas durante un año y 10 días porque la Junta Militar,
donde Videla era el jefe, no daba autorización a que saliéramos, a
pesar de las cosas que a nivel nacional e internacional mis abuelos
habían organizado. No querían liberarlos. Ellos mismos nos decían que
éramos los rehenes” prosiguió.
Según sus recuerdos, “a mi padre, Asdrúbal, lo habían matado el 8 de octubre de 1975
. En julio, mataron a mi tío Robi (Roberto Santucho, líder del ERP).
Los cubanos y nosotros pensamos que nos iban a liberar porque ya no
podían intercambiarnos con mi tío. Pero no nos liberaron. Éramos cuatro
niñas nosotras y las tres hijas de Robi, con mi mamá, y no nos
liberaron. Mamá (Ofelia Maximina) era la única adulta”.
María Silvia Santucho se enteró de la muerte de Videla cuando Clarín la llamó. Estaba en su trabajo. “No
tengo el menor sentimiento por su muerte. ¡Hizo sufrir a muchísima
gente! Vivió demasiado para lo que él hizo y espero que no tenga perdón
del más allá”, dijo. “Más de 17 personas murieron o
desaparecieron en mi familia, entre mi padre, mis tíos, mis primos.
Moralmente es demasiado y por eso no debe tener el perdón de nadie. Ni
él, ni los otros”.
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