miércoles, 6 de marzo de 2013

Te canto Comandante, hoy  marzo 5 del año 2013.

Ahí estaban.
Viniendo del Vaticano
 o de la Internacional Socialista,
ahí  estaban,
mansitos,
manoseando un rosario de esmeraldas
o levantando una rosa de rubíes,
ahí  estaban,
domados,
de rodillas recibiendo órdenes yanquis,
pero no crean que era absoluta su obediencia
“Obedecemos siempre que nos dejen
robar también para nosotros”,
decían con gestos donde las sumisión
maridaba con lo abyecto.
Turnándose en el latrocinio
¡había  que ver como se peleaban
en seudodemocráticas  elecciones,
para ver quién era el cipayo más fiel
de yanquilandia!
Pero no todo era miel sobre hojuelas,
vivían
siempre con el temor de que los amos
se cansaran y llamaran
a los uniformes rellenos de esbirros
y los arrojaran,
como arrojan los niños malcriados
a los muñecos de trapo con agujeros rotos
que en este caso dejaban caer su liberalismo
como un aserrín repleto de gusanos.

Hasta que un día legaron,
la frente alta,
portando un rosario de quejas populares,
la sangre ofrecida como una rosa de verdad,
con uniformes ordenados desde dentro
de los cuerpos,
salidos de la entraña del pueblo,
erguidos,
llegaron.
Como una nueva lanza llanera,
atravesando el cuerpo podrido
de las urnas mentirosas,
hundiendo el discurso hasta el fondo
de las arcas repletas de mentiras y de dólares,
como una punta de antigua arma insurgente,
como si llegaran desde el fondo
 de la historia grande,
soldados de los ejércitos de las patrias unidas
de toda la América Insurrecta,
atravesando un cielo de perpetua tormenta,
haciendo salir el sol de la esperanza.
“Aquí estamos”,
habló.
“Nosotros no tomamos las armas para disputar
restos de carroña petrolera,
venimos a defender lo nuestro,
porque somos hijos y hermanos
de este pueblo,
porque no queremos amos
y somos camaradas de hasta el último
mendigo arrojado a la miseria,
somos hermanos mayores del niño
que no come ni se educa,
hijos del pueblo somos
y nunca renegaremos de nuestro origen
y de donde venimos,
un pasado de gloria y lucha nos indica
donde debemos ir,
libres y unidos 
como soñaron los padres de la patria”.
Y las palabras patria, libertad,
hermandad, pueblo, justicia,
igualdad, América, mañana, independencia,
volvieron  a  volar empujadas
por el viento bolívar, por la tierra bolívar,
por las calles bolivar,
navegaron por los ríos bolívar,
despojadas del resonar vacío de la antigua retórica,
acariciando el alma del pueblo,
resonando sencillas otra vez
con las alas bolívar
volando Venezuela.
¿Y quién era él,
el que hablaba en nombre de los insurrectos,
el que orgulloso de su actitud se rinde, por ahora,
prometiendo no arriar nunca
las banderas populares levantadas de nuevo?
¿Qué nos informan
los dueños de las palabras impresas
con tinta de obsecuencia cómplice,
con sus imágenes trucadas
desde Wall Stret,
qué nos dicen de él, del comandante
de su sangre,
su pasado, de la vivienda humilde en que nació
y su sueño libertario?
Nos dijeron las mismas palabras,
que dijeron de Villa, de Zapata,
Sandino,  Gaitán, Fidel
y el Ché Guevara,
las mismas mentiras
que los antiguos voceros realistas
dijeron de Bolivar
y  los dueños de esclavos
 dijeron de Abraham Lincoln.
El mismo arsenal crematístico de siempre.
Trascribo palabras del poeta Carl Sandburg,
que recoje en su historia de Abraham Lincoln
impresas en los diarios sangrientos
de las tierras de la nortemérica esclavista,
las palabras llenas de rencor y miedo
de un discurso siempre avejentado
por la historia
que renueva el discurso de los libres
día a día;
repito textual la maldiciente verba:
Lincoln mono, gorila, imbécil,
cuentista , déspota, tortuga, tirano,
ignorante, malvado, carnicero…
¿Y el pueblo,
el pueblo que había salido a pelear el caracazo,
qué opinaba el pueblo
mientras tanto?
Es de los nuestros, qué duda cabe,
es nuestro en la mirada, la voz,
la altivez, la simpatía, el valor, la consecuencia,
es nuestro en cada gesto de su cuerpo,
en su alma sencilla, en las palabras nuestras
que salen de su boca.
Eso dijo el pueblo de ese entonces,
y repite hoy acongojado,
con la misma congoja con que escribo
el nombre de quien vivirá
por siempre en nuestra América,
porque nombrándole se nombran tantas cosas,
que a que agregar palabras:
Hugo Chavez.



Poesía de Roberto Rapalo Blanco 

 MORRE CHÁVEZ: EMERGÊNCIA LATINO-AMERICANA   A esperança socialista em todo o mundo tem os olhos voltados para a América Latina nesse momento. Hoje mais que nunca, é o olhar de uma vigília tensa e solidária. Chávez se foi.  O povo venezuelano está convocado para uma tarefa histórica: superar-se no mais duro teste de uma revolução, que é sobreviver aos seus líderes e resistir ao implacável, previsível e ardiloso cerco conservador. Quem demonizou Chávez em vida não poupará o seu legado após a morte. Em 14 anos de governos consagrados pelo voto popular, Chávez erradicou o analfabetismo na Venezuela; multiplicou por 16 o total de médicos à serviço da população; dobrou os gastos sociais  com a  receita do petróleo, antes evadida para contas no exterior; reduziu a  pobreza em 37% e cortou à metade o desemprego. Cometeria porém, um grave erro: não traduziu esses avanços na organização de um partido forte e enraizado na sociedade. Se quiser sobreviver agora ao líder, cabe ao chavismo unir-se de olhos postados no horizonte mais amplo da História. O mundo range e ruge sob o peso da velha ordem neoliberal . Ela estilhaçou, mas ainda respira. O fracasso dos governos e agendas progressistas pode  restaurar a supremacia de forças e interesses que jogaram a humanidade na crise capitalista mais grave desde 1929. Avançar no passo seguinte da história regional nesse momento significa eleger Nicolas Maduro, o mais depressa possível. E apoiar a construção do seu governo com ampla e democrática organização popular. Do sucesso dessa transição depende não apenas o futuro da Venezuela. Está em jogo, em boa parte, o destino político dos povos, os sonhos, os avanços e conquistas condensados num colar de governos latinoamericanos progressistas, que fez da justiça social o novo nome da soberania política no século 21.


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