José
Antonio Vera.
Un
empresario, de esos que en Paraguay ganan la plata fácil como
miembros o emparentados con el poder político, licenciados de
contrabandistas o traficantes de todo tipo de mercaderías, desde los
estupefacientes hasta las armas, y también personas, para no perder
tiempo y redondear los negocios, días atrás importó un auto por
250 mil dólares, en momentos que se descubría otro cementerio
clandestino, con restos óseos de víctimas de la tiranía
estronista, los que suman 24, y cuya identificación cuesta apenas
130 mil dólares, la mitad del vehículo. El Estado repite que los
aportará, pero jamás lo hace.
Si,
tiempo atrás Hacienda habría entregado ese dinero a la Defensoría
del Pueblo, un antro estronista con aposento eterno del seccionalero
Páez Monge, un personaje conocido por su larga militancia contra los
movimiento populares, en cuyas manos esos dólares e esfumaron, en
uno de los muchos milagros que genera la mafia.
Esos
dos hechos solos son parte de la inmoralidad que caracteriza con
bastante fidelidad el comportamiento de los sectores que mandan en
Paraguay, un enclave semicolonial que mantiene el imperio en pleno
corazón del cono sur de América, con el corolario de incultura y
sometimiento que han instalado en todos los nichos del Estado y de la
actividad privada. Corrupción e impunidad rampantes, en medio de
planes bélicosos.
Sin
excepción, el universo del poder en este país refleja ese
desprecio, esa burla a la memoria histórica, y a la persona de la
víctima y de cada uno de sus familiares que desde hace décadas
buscan las tumbas de sus seres asesinados por el triunvirato criminal
y ladrón que conformó el régimen que encabezó entre 1954 y 1989
el General Alfredo Strossner en representación del Ejército, el
Partido Colorado y la oligarquía empresarial local, obedientes todos
a la política impuesta por Estados Unidos a los distintos gobiernos
de Asunción, desde antes y hasta ahora, incluyendo al esperanzador
de Fernando Lugo.
A
escasas tres semanas de la elección presidencial y parlamentaria,
las cúpulas de los dos grandes partidos políticos están muy lejos
de presentar algún programa para enfrentar los graves problemas
sociales, económicos y culturales, y permanecen de espaldas a la
ciudadanía, ignorando que la cosmovisión política del pueblo ya no
es la misma, después de la toma de conciencia social que se generó
en los cuatro años del Gobierno de Fernando Lugo, donde los
“populáricos” aprendieron que es posible contar con política de
atención de los servicios sociales, como la salud y la educación.
Las
patotas coloradas y liberales que inundan y apestan el espacio
callejero, por todos los medios a su alcance intentar alimentar
despiadadamente la descomposición moral de la sociedad, con un
despliegue descomunal de compras de voluntades, y ofrecimientos de
todo tipo de prebendas a quienes aceptan alquilar su cédula de
identidad durante la votación, en la cual hasta algunos muertos
sufragarán, basta ver los padrones, ante los ojos de decenas de
observadores de la cómplice OEA y otros organismos.
En
medio de una oratoria lastimosa por parte de los candidatos que
encabezan los pronósticos, Horacio Cartes por el Partido Colorado y
Efraín Alegre del Partido Liberal, ambos golpistas y violadores de
la Constitución Nacional, disputan en la promesa de más empleos a
los pobres, un millón con hambre, y otro tanto sobreviviendo con
rebusques de toda índole, en una población que no llega a siete
millones, habitando un territorio de 400 mil kilómetros cuadrados,
inmensamente rico en tierra, agua, y diversos minerales de los más
cotizados en el mundo, tales el oro, titanio, uranio, además de
petróleo y gas.
Cartes,
multimillonario, con nueve estancias repartidas en todo el país,
propietario del Club de Fútbol Libertad y de fábricas de bebidas,
muy allegado a Estados Unidos, ha tenido desde el principio de los 90
problemas con la justicia, en particular brasileña y argentina, por
el contrabando de oro y cigarrillos, y en su currículo difundido
tiempo atrás por organismos estadounidenses de espionaje, ocupa
amplio espacio la acusación de ser cabeza de una organización
regional de lavado de dinero, y de tráfico de estupefacientes y
otras mercaderías. Es confeso estronista e inconfeso masón, secta
que tendría función de imán para atraer oportunistas y gente con
abultada fortuna, sin importar su origen.
La
aparente contradicción de ser aliado de los halcones de Washington
y, a la vez, denunciado como narcotraficante por algunos funcionarios
del servicio exterior USA, no tiene ninguna importancia en los
diseños del imperio. En Paraguay está fresco el antecedente del
General Andrés Rodríguez, sin visas para entrar a Estados Unidos en
1987 por narcotraficante, pero elegido por el Pentágono para
encabezar la expulsión de Strossner del poder dos años después.
Con cinco años al frente del país y con su misión cumplida,
Rodríguez habría muerto en una clínica del gran país del norte
tiempo después, en lo que muchos paraguayos interpretan como otra
quema de archivos.
Presentado
por todas las encuestas, buena parte truchas, como el futuro
Presidente de Paraguay, Cartes habría jugado, desde las sombras, un
papel importante en el Golpe de Estado, que algunos llaman
parlamentario aunque jugaron personajes de los tres poderes, del 22
de junio pasado, que en 18 horas destituyó a Lugo y cortó el
proceso de cambios que, con tropiezos, y algunos graves, iba
abriéndose camino por primera vez en Paraguay en los últimos 70
años.
La
participación en el golpe de las corporaciones transnacionales de
las siembras transgénicas (Monsanto, Cargill, ABM y otras) y de la
megaminería (Río Tinto Alcan), bajo la batuta del Gobierno de
Estados Unidos, que siempre contó con la fidelidad del
Vicepresidente Federico Franco para aplastar los cambios que necesita
el pueblo, es algo que se va comprobando día a día, por numerosos y
groseros manejos desde el propio Ejecutivo, cuya membresía actúa
con el mismo estilo estronista, sin preocuparse de dejar rastros de
sus infamias. (La policía estronista había dejado montañas de
actas en una vivienda, que una vez descubiertas por Martín Almada,
fueron despolvoreadas, revisadas y examinadas a fondo por expertos,
hasta convertirlas en el actual Archivo del Terror).
Cartes,
candidato colorado, sin ser colorado, quien no pasaría de ser un
simple inquilino temporal del partido, en base a su inmensa angurria
de poder e inversión de dinero que, en los últimos tres años, le
permitió ganar la Municipalidad de Asunción y de otras ciudades, es
protagonista de un hecho inusual en la vida politiquera de este país,
al presentarse en varios mítines sin el pañuelo y la camisa roja,
símbolos sagrados de ese partido, cosa que habría empezado a causar
una irritación interna que aún no sale a luz por los intereses
electorales inmediatos.
A
título especulativo, algunos analistas en voz baja, indican que ese
simple aunque significativo hecho, podría anticipar muy bien una
colisión futura de Cartes con el aparato partidario a pocos meses de
asumir la presidencia, cuando podría impulsar un progresivo
desprendimiento de la vieja e impresentable cúpula, paralelamente
con su natural abrazo con el empresariado contrabandista y
narcotraficante. Entonces, la herramienta del juicio político podría
ser de nuevo convocada y hasta con razón por parte de la fuerza
mayoritaria, a diferencia de la infamia cometida por la cruzada
cavernaria contra Lugo.
Esa
cruzada antidemocrática la encabezó desembozadamente el Partido
Liberal Radical Auténtico, aspirante en las últimas siete décadas
a presidir los destinos del país sin haber superado en todo ese
tiempo su nivel de asistente de los colorados, triste trayectoria que
podría estar en vísperas de reeditar, producto de garrafales
cálculos políticos de su dirigencia que, celebrando la caída de
Lugo fue incapaz de percatarse que la misma era una victoria pírrica,
pues en estos meses sus operadores sólo cosechan un descrédito
ciudadano en aumento, perdiendo buena parte del electorado popular.
Si su derrota electoral se confirma,
es probable que el partido liberal comience a estallar en pedazos,
sin que se vislumbre una fuerza interna alternativa, con clara idea
de enfrentar los graves desafíos nacionales, como la escandalosa
tenencia de la tierra del 85 por ciento en poder del 2.5 de la
población, o la explotación inmisericorde del agua, la
agroexportación sin pagar ningún impuesto, y el abandono de los
servicios sociales.
Las
dos fuerzas opositoras a esa inmoralidad bicéfala, son el Frente
Guasu, con apoyo campesino, que lidera el exPresidente Fernando Lugo,
candidato a Senador, y cuyo presidenciable es el conceptuado pediatra
Aníbal Carrillo Iramain, muy respetado en su profesión pero sin
carisma, y Avanza País, que postula para el Ejecutivo a Mario
Ferreiro, conocido hombre de la televisión y destacado maestro de
ceremonias, con simpatías urbanas, pero sin trayectoria militante.
Una
diferencia notoria se observa en estas dos fuerzas, pues el Frente
tiene un aparato orgánico que puede proyectarse y reafirmarse
después de las elecciones, superando el contagio de viejas mañas
de los partidos tradicionales, mientras que el futuro de la
concertación de Ferreiro ofrece aún más incógnitas. El tiempo
dirá si sus dirigentes serán capaces de corregir y sobreponerse al
vicio de la división, de los cálculos politiqueros y de los sueños
de comandantes.
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