martes, 5 de febrero de 2013

GLORIA AL MARISCAL ZHUKOV

Stalingrado, 70 años después: las mentiras occidentales aún perviven

Stalingrado, 70 años después: las mentiras aún perviven
Soldados rusos desfilan en la colina de Mamáyev Kurgán el pasado sábado. (Reuters)
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El pasado sábado, los habitantes de la ciudad rusa de Volgogrado efectuaron un viaje al pasado que a pocos ha dejado indiferentes, al recuperar el nombre que esta tuvo durante 36 años, Stalingrado. El motivo, la conmemoración de los 70 años de la finalización de una de las batallas más legendarias de la Segunda Guerra Mundial, y que según la mayor parte de los historiadores, fue la que cambió las tornas en el Frente Oriental, permitiendo que poco más de dos años más tarde, el Ejército Ruso entrase en Berlín.
Por ello mismo, el presidente Vladimir Putin ha celebrado la onomástica por todo lo alto. Entre otras cosas, recuperando el nombre que tenía la ciudad entre 1925 y 1961. En 1925, la ciudad cambió su nombre de Tsaritsin a Stalingrado para reconocer la labor de Joseph Stalin durante la defensa de la ciudad ante el Ejército Blanco entre 1918 y 1920. La ciudad recibiría el nombre de Volgogrado, haciendo referencia al río Volga, en 1961, dentro del movimiento de desestalinización que el presidente Nikita Kruschev emprendió con el objetivo de acabar con el culto al líder que seguía vigente años después de su muerte. Por aquel entonces, se consideró una decisión polémica al acabar con uno de los grandes símbolos de la Segunda Guerra Mundial.
¿Una desestalinización inconclusa?
Hoy, recuperar el nombre de Stalingrado ha sido visto con malos ojos por la razón completamente opuesta, es decir, por recuperar la memoria del dictador. Es el caso de Nikolai Levichev, legislador perteneciente al partido de izquierdas Una Rusia Justa, que calificó como “blasfema” la decisión en declaraciones a Associated Press. A tal respecto, Sergei P. Zabednov, el político que propuso el homenaje, ha aclarado que se trata de “mostrar respeto” a los veteranos que sobrevivieron a la batalla (así como a los más de 500.000 soldados y el más de un millón de civiles que cayeron en ella), no homenajear a Stalin. Volgogrado volverá a recuperar durante 2013 el nombre de Stalingrado en otras fechas señaladas, como el 9 de mayo (Día de la Victoria), el 22 de junio (Día de Duelo y Reconciliación) o el 2 de septiembre (Fin de la Segunda Guerra Mundial).
Los rusos que tienen una mala opinión de Stalin han pasado del 60% al 22%Muchos nostálgicos del estalinismo celebraron este fin de semana la onomástica colocando en los minibuses de la ciudad fotografías del líder, una decisión no aprobada por las autoridades. Además, como indicaba Reuters, un grupo de comunistas locales ha conseguido recabar 35.000 firmas para apoyar la petición de recuperar de manera indefinida el nombre de Stalingrado.
Muchas de estas decisiones han sido interpretadas como el síntoma más claro de que el proceso de desestalinización emprendido hace más de medio siglo aún no ha llegado a su fin, y que los simpatizantes de Stalin en la antigua República Soviética aún se cuentan por millones. A pesar de ello, se ha producido un importante avance durante la última década, ya que, como señalaba un estudio realizado por Levada Center, el porcentaje de rusos que consideran que Stalin jugó un “papel negativo” en el desarrollo del país ha pasado de un 60 a un 22% desde el año 1998. El vicepresidente de la Duma, el ultranacionalista Vladímir Yirinosvki, admitió que el final del proceso de desestalinización aún se encuentra lejano. Como cantaba Scott Walker refiriéndose al dictador rojo, “el viejo ha vuelto”.
 
Un grupo de soldados en el frente de Stalingrado, 1942. (Corbis)
Derribando mitos
Al ser uno de los grandes hitos de la Segunda Guerra Mundial, la de Stalingrado probablemente sea la batalla más revisada por los historiadores, y también a la que se han dedicado más películas, como es el caso de Stalingrado (Joseph Vilsmaier, 1993) o Enemigo a las puertas (Enemy at the Gates, Jean-Jacques Annaud, 2001). Muchos de estos libros tienen como objetivo derribar los mitos que han cristalizado sobre la confrontación entre alemanes y rusos en el Frente Oriental, y que según la mayor parte de expertos fue decisiva al poner de manifiesto la escasa preparación de los alemanes en logística de abastecimiento, cambiar la tendencia en el Frente Oriental y minar la credibilidad de Adolf Hitler en Alemania, lo que daría lugar, por ejemplo, a la Operación Valquiria que intentaría acabar con su vida. Pero, en realidad, algunos historiadores mantienen que no todo lo que pensábamos sobre dicha batalla, y que generalmente habíamos aprendido de libros como Stalingrado de Antony Beevor (Crítica), son ciertos.
  • Stalin fracasó durante los primeros años de la guerra. La mayor parte de la historiografía ha defendido el papel del hombre que sustituyó a Lenin al frente del Partido Comunista de la URSS. Sin embargo, el historiador Peter Antill mantiene que la falta de liderazgo del dictador durante los primeros años de la guerra causó millones de muertes en su país y permitió que, ante el optimismo de Stalin, que pensaba que los alemanes jamás le atacarían, el ejército germano llegase a las puertas de Moscú. Antill indica en Stalingrado 1942 (RBA) el testimonio de uno de los soldados rusos, que indicaba que en algunos momentos “no había nadie para defender la ciudad”. Stalin infravaloró tanto los riesgos que reaccionó demasiado tarde ante la amenaza alemana.
  • La valentía del ejército ruso era un mito. Aunque se tratase de una de las grandes catástrofes de la historia de Rusia, con millones de muertos tanto civiles como militares, la propaganda estalinista utilizó la batalla como la muestra más clara del invencible espíritu ruso, que en el frío invierno, fue capaz de aguantar y finalmente superar la amenaza alemana. Michael K. Jones defiende en Stalingrad: How the Red Army Triumphed (Pen and Sword) que “en el intento de crear una imagen triunfante, se perdió más que se ganó”. En realidad, se prohibió a los soldados manifestar en voz alta la posibilidad de que Stalingrado cayese, bajo amenaza de arresto, con el objetivo de conservar alta la moral.
  • Un museo relativiza la importancia de la batalla: fue utilizada como propaganda. Los alemanes también manifiestan sus reservas hacia lo ocurrido en la ciudad a orillas del Volga. En Dresde, un museo se ha propuesto documentar la batalla de Stalingrado para, paradójicamente, relativizar su importancia. Jens Wehner, su máximo responsable, mantiene que la idea de que se trata de la batalla más importante de la Segunda Guerra Mundial es “falsa”, y que hubo otras mucho más sangrientas en el mismo frente, pero que la necesidad propagandista de presentar una gran victoria a la población rusa llevó a su rápida difusión y mitificación. Wehner señala que nadie duda de que se tratase de una cruenta batalla, pero se trata de “una batalla más entre miles”.
  • Los soldados rusos eran “carne de cañón”, deprimidos y censurados. Frente a la imagen glorificada del ejército ruso, algunos historiadores han pintado un retrato más humano de los soldados soviéticos. Es el caso de David M. Glantz, autor de To the Gates of Stalingrad (University Press of Kansas) y Armageddon in Stalingrad (University Press of Kansas), que tras acceder a los archivos de la policía secreta rusa, señalaba que la principal estrategia soviética era “alimentar con tropas a la ciudad de manera constante para evitar que cayese”. En ese sentido, Glantz indica que la sangría de soldados era constante, y que esas divisiones de 10.000 soldados que llegaban un buen día a la ciudad podían desaparecer de forma casi completa en apenas una jornada. En muchos casos, estas estaban formadas por soldados sin equipar y apenas entrenados. Sin embargo, Glantz proporciona una mayor importancia al papel de Stalin en esta batalla que otros compañeros.
  • Su importancia es más psicológica que militar. Muchos historiadores modernos han interpretado la victoria rusa como uno de los más importantes hitos psicológicos de la contienda, junto a la entrada de Estados Unidos en la guerra (en diciembre de 1941) y la derrota del general Rommel en África (diciembre de 1942). Tres semanas después de la batalla, en febrero de 1943, Goebbels organizaría un multitudinario rally, como respuesta a la desconfianza que había generado en Alemania la derrota en el Este.
  • Vasili ZHUKOV fue el principal responsable de la victoria final. Durante décadas, el teniente general del Ejército Rojo ZHUKOV fue considerado un sanguinario oficial al que no le temblaba la mano a la hora de ejecutar a miles de desertores de la ciudad de Stalingrado. Célebre por su frase “vamos a defender la ciudad o morir en el intento”, Zhukov negó la atención médica a muchos soldados heridos y negó la salida de civiles de la ciudad. Sin embargo, Michael Jones redibuja el personaje al señalar que fue el responsable en elevar la moral entre las filas rusas y el principal héroe de la victoria soviética. Estratega e investigador incansable, Zhukov fue el responsable de la aplicación de la táctica de proximidad, que muchos testigos señalan que jugó un papel esencial en la victoria final. Esta consistía en animar a los soldados a combatir a muy escasa distancia con el enemigo, de manera que la aviación quedaba anulada, ya que su uso implicaría un gran número de bajas en el bando alemán. Se trata de una estrategia bien recibida por las tropas rusas, que de esa manera podían atacar de improviso durante la noche, y que, al darles “una razón para volver a creer”, permitió que el 2 de febrero de 1943 el último grupo de soldados alemanes, sitiados en la fábrica Octubre Rojo, se rindiese, poniendo punto y final a la batalla de Stalingrado.

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