sábado, 3 de noviembre de 2012

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Carlos Olmedo
El 3 de noviembre de 1971 caía abatido el fundador de las FAR. Tenía 28 años.
Por Roberto Baschetti
Nació el 5 de enero de 1944 en Asunción del Paraguay. Su padre era un prestigioso médico paraguayo, su madre argentina. Queda huérfano desde muy pequeño. El secundario lo hace en el Colegio Nacional Buenos Aires, donde destaca por sus altas notas e inteligencia innata. A punto tal que en tercer año obtiene un puesto de celador, lo que le permite mantener una excelente relación con todos los alumnos.

Egresado con las más altas notas, estudia Medicina para darle el gusto a su madre, pero luego abandona y se dedica a su verdadera pasión: la Filosofía. Para ese entonces militaba en la Federación Juvenil Comunista (FJC) y en el Centro de Estudiantes de esa Facultad de Ciencias Sociales. Estuvo becado en Francia por sus estudios, graduándose en la Sorbona. Rompe con el comunismo e integra el grupo fundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y recibe instrucción militar en Cuba. Pasa a ser “Germán”, “Jóse” ó “El Rubio”. Como cobertura legal trabaja como directivo en la Fundación Gillette e inclusive sus amigos recuerdan con una carcajada, cuando fue invitado por Mirta Legrand a uno de sus almuerzos, en función del cargo que desempeñaba en esa multinacional.

En 1970 debió pasar a la clandestinidad, luego de que un miembro de las FAR, Marcelo Verd, bajo torturas, revelara las identidades de varios miembros de dicha organización revolucionaria. Mirta Clara, cuenta una anécdota muy graciosa que tuvo como protagonistas a Olmedo y al poeta Francisco Urondo, los tres en las FAR. Carlos Enrique estaba clandestino como dije y buscado hasta los tuétanos. Iba en un auto amarillo patito que conducía “Paco” Urondo y que era propiedad de éste. Llegan frente a la vivienda a donde va a hacer noche Olmedo, pero enfrascados en una conversación política pasan más de media hora estacionados en la puerta de la casa. De pronto un patrullero se les acerca y se pone al lado del Volkswagen. Con una rapidez e inventiva total, Carlitos Olmedo lo abraza profundamente a “Paco”, como si fuera su pareja y lo besa estruendosamente haciéndolo desaparecer de escena tirándolo hacia él mismo para cubrirse sus rasgos faciales. El canerío, tranqui, sigue de largo pensando que se topó con una pareja calenturienta de trolos en acción. Fue para llorar de risa el impacto que esa escena produjo en Urondo y como se lo contaba escandalizado luego a sus compañeros de militancia.

Jodas aparte, aún hoy se recuerda a Olmedo por su brillante discusión teórica, a principios de 1971, con miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), con respecto al rol revolucionario del peronismo, que él defendía con ahínco y pruebas concretas.

Muere a la edad de 28 años, el 3 de noviembre de 1971, como militante de las FAR e integrando un comando armado de las Organizaciones Armadas Peronistas (OAP) -de efímera existencia-, cuando intentaba con otros compañeros secuestrar a un alto ejecutivo de la empresa Fiat de Córdoba, en conflicto con su personal, al negar la representatividad del sindicato Sitrac-Sitram. Según Jorge Lewinger, “si alguien pudo considerarse un verdadero orientador de nuestra generación, mucho más allá de las fronteras de nuestra primigenia organización, ese fue sin dudas, Carlos Olmedo (...) Fue la expresión cabal de quien supo transformar la rebeldía y el conocimiento en energía revolucionaria. Como con Galileo, semejante herejía fue tempranamente quemada en la hoguera de la represión”.

 

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