domingo, 16 de septiembre de 2012

RECUPERACIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA


Justicia en el paredón

Comienzan al fin los trabajos para reabrir la fosa de Paterna, una de las mayores del país

LAURA L. DAVID

VALENCIA
  «Cuando se lo llevaron estaba en el campo trabajando. Allí encontramos su azada. Nunca se quiso esconder, porque él sabía que no había hecho nada malo», relata Josefa Celda, hija de José Celda Beneyto, labrador republicano valenciano, a quien los franquistas apresaron el 9 de abril de 1939, con la guerra civil ya acabada. Le fusilaron el 14 de septiembre de 1940. Cumplía condena por un asesinato que no cometió. A los tres meses de su muerte, llegó el indulto.
La fotografía de José Celda y el mechón de pelo que su hija guarda. MIGUEL LORENZO
La hija de José Celda, sobre la fosa común que alberga los restos de su padre, en Paterna (Valencia). MIGUEL LORENZO

José dejó escrita una carta, que encontraron en el dobladillo del pantalón que llevaba cuando le ejecutaron, en la que decía: «Lo que han hecho de mí sin ser culpable es de no tener alma ni corazón, pero confío en que tendréis memoria de mí». Así que, a pesar de que han pasado más de 70 años, su hija Josefa, que este mes cumplirá 81, recuerda su historia con nitidez. Es la única manera de no olvidar a su padre, dice, que la solía llevar con él al campo sobre los hombros, y a quien, con solo 8 años, visitó mientras estuvo en la cárcel Modelo de Valencia.
40 cadáveres diarios
Josefa quiere enterrarle junto a su madre, en el cementerio de su pueblo, y cerrar una herida que no le deja vivir. Con su empeño ha logrado que esta semana comenzasen los trabajos para la exhumación del cadáver de la fosa común donde le arrojaron, en el cementerio de Paterna (Valencia). Los historiadores creen que allí yacen al menos los cuerpos de los 2.238 fusilados en El Terrer, considerado el paredón de España. Entre 1939 y 1956, hubo días en que se arrojaron hasta 40 cuerpos, que luego se tapaban con cal viva para dificultar su identificación. Solo el cementerio madrileño de La Almudena le supera en víctimas. La de Celda es la primera de las exhumaciones autorizadas en dicho enterramiento.
Después de cuatro años de larga burocracia, el ayuntamiento ha autorizado la apertura de la fosa. El pasado miércoles se retiró el monolito en honor a las víctimas de la dictadura que se alzaba en mitad del cementerio. Aún queda una larga tarea para arqueólogos y forenses, pero Josefa y sus hijas ya consideran un logro el haber llegado hasta aquí. ¿Y si el cuerpo no aparece? «Me moriré satisfecha aunque no lo encuentre, porque buscándolo y dando a conocer su caso hemos hecho mucho. Yo me siento mucho mejor, estoy realizando mi vida porque ahora puedo sacar mi historia a la luz», relata Josefa, antes de mostrar todos los recortes de prensa publicados sobre su caso que guarda en una carpeta. Es la satisfacción de quien ha perdido el miedo tras décadas de silencio y ve que está más cerca de acabar con la incertidumbre. La familia Celda nunca ha perdido la esperanza porque cree saber dónde está el cuerpo. Horas después de la ejecución, la tía de Josefa se coló en el cementerio y le dio cinco duros al enterrador para que colocase el cadáver en la parte superior de la fosa y amarrara a él una botella de vidrio que contenía un papel con el nombre y los apellidos de José.
El mechón de pelo
Josefa se abraza a una fotografía de su padre mientras recuerda: «Tenía muchísimo pelo y muy negro, pero le llegó la condena a muerte y en cuatro días se le puso blanco». Luego muestra un mechón de pelo de José, que guardaba casi como una reliquia y que ahora servirá para identificar el cadáver. Y después dice, orgullosa, esbozando una media sonrisa: «En el entierro le vamos a poner la bandera de la República. Y vendrá mucha gente, será precioso». Josefa entorna los ojos y agacha la cabeza. Desde que su padre se fue, cuenta que no ha podido volver a llorar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario