El Estado español es el que mejor plasma esta sinergia de crisis parciales: la corrupción como identidad, la ineficacia como emblema, el desprecio al saber como orgullo, la mentalidad inquisitorial como matriz social, la tortura como síntesis social, la mentira como verdad y la verdad como pecado, el fútbol como mística, la sumisión como virtud y la pobreza como designio divino.
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