Bienvenidos y en poesía a Isla Negra.
Ella salvará al mundo? En su elemento sí. No en los escaparates o los balances, en los inventarios o las condecoraciones, en los altos salones de los clanes luminosos o por las pasarelas de los desfiles de modas.
Ella salvará al mundo porque ha de salvarnos. Entrará a cada casa con los pies embarrados, lastimados de desnudez y pedregullo, espinas, vadeos, faldas quemadas, golpes de frío o bastonazo. Entrará a cada casa solo de la mano de quien merecerá entrar a cada casa de su mano. Y salvará con su pan y con su lámpara de soñar, con su primer rayito de primer fuego que trae la ronda y el coraje.
Si poesía es fraternidad, si todo hecho solidario es un hecho poético, si las tareas y sus desvelos ocupando la construcción de la libertad son trabajo de poetas, hay un antiguo amor cuyo canto ha ganado los caballos del viento.
Conscientes del enorme siglo cuya arcilla es pronta, pongamos las manos, todas las manos/ todas las voces/ todos juntos, en cada palmo de hoy posible e imposible, para alzar la necesaria casa del hombre.
Derrotemos las derrotas, rompamos las fuerzas que tiran fuerte hacia el ombligo de las desesperaciones, inauguremos las calles que nos llevan y nos traen al otro, escribamos poesía en las paredes, en el crepúsculo, en las palmas que van y vienen de vuelo en vuelo y de vereda en vereda.
Cada poeta que beba de este tiempo y estrene los ojos para mirar más allá del horizonte será un Poeta Nuevo.
Cada poeta que de su lira haga martillo y azada y bandera en la marcha será un Poeta Nuevo.
Cada poeta que empuje el día hasta derrotar la dictada niebla será un Poeta Nuevo.
Cada poeta que sea capaz de despertar nuevas palabras en un niño será un Poeta Nuevo.
Ella salvará al mundo en tanto ella, amor, multiplique poetas y canto en cada calle.
Fuera de los gabinetes asépticos de los laboratorios, lejos de las alfombritas de ocasión, a años luz del polo dominante, de espaldas al patrón de los catálogos, contra el colorido yugo de los carnet de turno, lejos –lejito-lejazo de los titiriteros de índices tronando.
Inventemos todo. Salgamos a distribuir poesía manuscrita, volvamos al papel carbónico, fotocopiemos, inventemos imprentas populares, mil dos mil, diez mil imprentas populares que actúen como una implacable máquina contra el lucro, contra la mercantilización, contra la cosificación de las esencias puras.
Es nuestro deber reconstruir las alianzas fraternales, poner al centro de la polis las ideas, romper los altares del dinero, devolverle el Hombre a la vida.
Es ahora, hoy y en este siglo. La luna puede esperar sus versos todavía. No los hijos.
Salud CELAC!
Si los pueblos te sostienen, los últimos doscientos años de nuestra historia no habrán sido en vano.
Con afectoGabriel Impaglione
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