miércoles, 23 de noviembre de 2011

NI NAC,NI POP,UN INTELECTUAL ARGENTINO












La incesante búsqueda intelectual de Héctor Agosti

El Centenario de un intelectual, comunista y orgánico

Por Alexia Massholder
Historiadora - Investigadora (Centro Cultural de la Cooperación).

Su temprana colaboración con Aníbal Ponce marcó sin dudas las reflexiones de Agosti sobre la función militante del intelectual y la centralidad del humanismo en los proyectos socialistas.

Si tuviéramos que identificar en América Latina a los pensadores que realmente han representado la figura del “intelectual orgánico”, estamos seguros de que desde la Argentina Héctor P. Agosti estaría entre los infaltables. Su trayectoria como escritor y político, profesiones que Agosti supo conjugar con un alto nivel de compromiso sin que esto atentara contra la riqueza de su prosa, es imposible de sintetizar en unas pocas líneas. Como escritor y como político, Agosti dedicó una importante parte de su obra, teórica y práctica a la vez, a la reflexión sobre el trabajo intelectual como forma de militancia en sí misma. Su temprana colaboración con Aníbal Ponce, quien buscara al joven Agosti interesado en los artículos que publicaba, estando incluso en la cárcel, en la revista Claridad, marcó sin dudas las reflexiones de Agosti sobre la función militante del intelectual y la centralidad del humanismo en los proyectos socialistas.

Desde su incorporación a las filas del Partido Comunista de la Argentina en 1927, fue por sobre todas las cosas un hombre de partido. Estimulando e integrando organizaciones como Insurrexit, que buscó instalar el principio de la lucha de clases en la universidad, Agosti se ganó tempranamente el respeto del estudiantado y de importantes personalidades de la época, como Lisandro de la Torre, Alfredo Palacios, Dardo Cúneo, Rogelio Frigerio y Roberto F. Giusti, quienes además de visitarlo durante su encierro carcelario entre 1934 y 1937, participarían de una agitada campaña por su liberación. De aquel período carcelario surgirán los escritos reunidos luego en El hombre prisionero, libro en el que exalta las figuras de José Mariátegui y Julio Antonio Mella como los verdaderos intelectuales revolucionarios de América, y que tiene llamativos puntos en común con las preocupaciones que Antonio Gramsci volcó en sus escritos de la cárcel, respecto al trazado de una literatura nacional, su relación con la idea de nación y el papel de los intelectuales en la lucha revolucionaria, entre otros. Temas todos que incidirán en la rápida decisión de Agosti de introducir las obras del pensador italiano a la órbita cultural comunista argentina desde comienzos de la década de 1950. De aquella iniciativa surgirá no sólo la primera traducción al español de los escritos del pensador sardo, sino la aplicación de conceptos gramscianos al análisis de la historia y la realidad argentina, como puede verse en el Echeverría que Agosti publica en 1951. Aun cuando la academia siga mayormente reivindicando a José Aricó como introductor de Gramsci, es importante recordar que la actividad de aquel grupo recordado hoy como los “gramscianos argentinos”, comenzó bajo el estímulo de Agosti quien les encomendara la traducción al español de los trabajos del pensador ordinovista publicados en italiano por la Editorial Einaudi en 1947.

En 1959 aparecen dos de los libros más importantes en las reflexiones de Agosti: Nación y cultura y El mito liberal. El primero de ellos tiene entre sus tesis centrales la idea de que “cuando una cultura no representa o no sirve a los intereses nacionales de su pueblo, tanto en sus formas materiales como en sus formas espirituales, se produce una falta de correspondencia entre cultura y nación”. Si bien siempre defendió el carácter universal de la cultura y la necesaria reivindicación de la herencia cultural (tomando incluso de pensadores extranjeros todo lo que contribuyera a la liberación nacional), Agosti buscó aplicaciones de lo mejor de ese pensamiento para abordar los problemas nacionales. Por supuesto que en una sociedad dividida en clases, la cultura se manifiesta en versiones antagónicas de un mismo proceso, como una permanente tensión entre tradición y renovación. La “comunidad de cultura”, nos dice Agosti, “no es sinónimo de unidad de contenido dentro de una sociedad dividida en clases, pero implica una dirección relativamente uniforme si se mira a la cultura como una totalidad regida por la acción del pueblo”. Y es por eso que la cultura es vista por Agosti como un terreno de lucha en sí misma, en el que las clases dominantes intentan además apaciguar las manifestaciones de los oprimidos “sometiéndolas a un estilo ideológico que se confunde con el interés de esas clases dominantes”.

Por su parte El mito liberal, recordado con particular afecto por su autor debido a su carácter abiertamente polémico, entra en diálogo con las corrientes no marxistas, disputando, entre otras cosas, el verdadero contenido de la palabra “democracia” y discutiendo algunas de las falacias interpretativas generadas por largos años de hegemonía de la intelectualidad liberal y nacionalista. En este sentido, sus críticas a la democracia formal y la presunta posibilidad de “corregir” los excesos del capitalismo revisten hoy una profunda actualidad a la hora de pensar nuestras realidades, para poder, luego, transformarlas.

EL DESPERTAR CUBANO. Pero el año 1959 estuvo sin duda alguna signado por uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX: la Revolución Cubana. Su irrupción implicó una profunda reconfiguración, entre tantas otras cosas, en los posicionamientos intelectuales de su época generando además una nueva red de relaciones entre ellos. Agosti ingresó tempranamente en esta red, incluso en un momento en el que, a pesar del importante movimiento de solidaridad con la isla, la dirección del Partido Comunista argentino, como tantos otros partidos comunistas a la sombra del estalinismo, miraba con cierta desconfianza el proceso que, evidentemente, se salía de los carriles por los que “debía” producirse una revolución.

Agosti mantenía correspondencia con Juan Marinello, a quien había conocido por su estrecha amistad con Ponce, y con Nicolás Guillén, a quien había recibido cuando vino a la Argentina en 1947. A través de ellos, Agosti pudo hacerse de una particular visión de los acontecimientos cubanos, incluso antes del triunfo de la revolución en 1959. La revista Expresión, que mencionamos anteriormente, había llegado además a la isla y fue muy bien recibida en algunos círculos intelectuales, según nos comentara el propio Roberto Fernández Retamar. Y desde 1962 será invitado en reiteradas oportunidades a participar como jurado de los premios Casa de las Américas primero por la propia Haydee Santamaría evocando su “destacada labor intelectual”, y luego por Manuel Galich y el propio Retamar. Al año siguiente es invitado por la Universidad de La Habana para la inauguración del aula “Aníbal Ponce” y para dar un curso sobre los problemas de la cultura en América Latina. Pero será recién en 1966 que Agosti viaje a Cuba por primera vez, para ser jurado de del premio Casa de las Américas. Era un momento de plena expansión de la literatura latinoamericana y un momento en el que la Casa de las Américas se había convertido ya en una institución indiscutiblemente consagratoria para los escritores revolucionarios de esta parte del mundo, y el premio otorgado por ella en el más prestigioso del continente.

LA VIGENCIA DE UN PENSAMIENTO. Hoy no hace falta justificar en demasía la centralidad de la lucha ideológica. La necesidad de construir una nueva hegemonía es sin duda parte de la lucha revolucionaria que tenemos que llevar adelante. Porque la batalla por una nueva cultura, por un “hombre nuevo” es, sin duda alguna, fundamental para la transformación de la sociedad toda. Una nueva cultura que esté a la altura de las necesidades de nuestros pueblos, que nos permita dar una batalla, contra los saberes y poderes “constituidos”, conscientes de que ninguna verdad debe darse por segura sin ser puesta en cuestión primero. Porque la verdad es social, y la construimos entre todos. Y el pensamiento de Agosti, a 100 años de su nacimiento, considerado críticamente en relación con nuestros días, sin duda nos puede dar importantes claves para la comprensión del camino que nos toca andar.



Gtracias Héctor por haberme enseñado a leer a Marx y descubrir a Gramsci.

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