Discurso del Che Guevara, un 25 de mayo 
 
        En la foto, l Comandante Ernesto Che Guevara junto al intelectual  guatemalteco Manuel Galich, a su derecha y al dirigente del Instituto de  Amistad Argentino-Cubano, John William Cooke, durante el acto de  conmemoración del 25 de Mayo, en Río Cristal, La Habana.
(Ernesto Guevara)
Queridos compatriotas de toda América, queridos coprovincianos, los que hoy festejamos una de nuestras fechas patrias:
Este momento, repetido muchas veces en el curso de nuestras vidas, tiene  hoy una significación especial, un tono y un colorido especial. Es  aquí, en otro país de América, en nuevas condiciones de América, donde  festejamos una vez más el 25 de Mayo. Esta vez no se escuchan los  discursos consabidos y no existe la fanfarria consabida, las palabras  huecas con que los gobernantes de turno tratan siempre de hacerse  copartícipes en la gloria de los viejos próceres. El 25 de Mayo, aquí en  Cuba, tiene para nosotros pues, características especiales, tan  especiales como que un argentino de voz extranjera a nombre del gobierno  cubano, salude y agasaje a todos ustedes y les trasmita la felicitación  de nuestro gobierno.
Son las nuevas condiciones de América, condiciones que han ido madurando  a través del tiempo, que han ido consolidando esta nueva Era en que  vivimos, este nuevo momento histórico del cual Cuba tiene la gloria  especial de ser el iniciador en América. Por eso al hablar de  movimientos emancipadores, al recordar las viejas gestas de nuestras  guerras de independencia tenemos forzosamente que recordar la Cuba de  hoy, porque esta Cuba de hoy es parte de un viejo esfuerzo de las masas  por obtener su liberación definitiva, esfuerzo que ni siquiera en Cuba  ha alcanzado un éxito total, todavía tenemos que luchar para liquidar  viejas formas económicas que nos oprimen, para librarnos de todos los  problemas que nos ha traído en nuestro desarrollo la dependencia de los  capitales extranjeros, la dependencia fundamentalmente de los monopolios  norteamericanos y para defender la parte de libertad y de bienestar de  nuestro pueblo que hemos logrado en estos años de lucha.
El 25 de Mayo de 1810 significó en América un grito más dentro de los  muchos gritos que se dieron por aquella época en diversos países. El  monopolio español estaba ya llegando a sus finales y por todos lados los  pueblos trataban de ganar su libertad. En Bolivia, un año antes se  había dado un grito parecido. Por el otro lado de América había empezado  ya también la lucha por la libertad. No fue ese grito del 25 de Mayo de  1810, ni el primero ni el único, sin embargo tuvo la virtud especial de  afianzarse y consolidarse, tuvo la virtud del triunfador en aquellos  momentos.
Y la Revolución Cubana hoy ha sido igualmente, no el único grito, ni  siquiera el primero, ha habido en esta época gloriosas revoluciones que  han tratado de dar el paso que hoy dio la Revolución cubana, pero  todavía no estaban todas las condiciones dadas y los gobiernos surgidos  de movimientos populares fueron siendo derrocados. El caso más avanzado,  más patético es el de la Guatemala de Arbenz que fue destrozada por los  monopolios norteamericanos. Cuba también, como los héroes del 25 de  Mayo de 1810, no tiene otra virtud especial, no es nada más ni nada  menos, que la exposición de cómo un pueblo puede lograr su victoria, no  original, no en base a planteamientos que se hayan imaginado por primera  vez, no usando una estrategia por primera vez descubierta en la  historia, simplemente, aprovechando el momento histórico en que se  de-sarrolló, utilizando acertadamente la estrategia revolucionaria,  unificando a todas las masas anhelantes de un cambio mediante el  liderazgo de un movimiento que supo en un momento dado interpretar las  aspiraciones del pueblo cubano bajo la dirección de un líder de  características extraordinarias que, como todos los grandes líderes,  supo aglutinar a todo el pueblo de Cuba.
En las condiciones especiales en que nosotros estábamos, luchando desde  la Sierra en las difíciles condiciones de la guerrilla, en los campos,  unificar un ejército campesino que avanzó sobre las ciudades, que unió  así a la clase obrera, que derrotó al ejército en una y en muchas  batallas campales y que llegando desde el campo entró en la ciudad y  después se dedicó sistemáticamente a destruir el viejo orden  establecido, empezando naturalmente por el arma más poderosa de la  reacción que es el ejército, porque no hay revolución triunfante que no  tenga como imposición primera la de cambiar totalmente el ejército  vencido, reemplazarlo por un nuevo ejército y establecer el dominio de  clase.
Eso hicimos nosotros y esa es nuestra virtud, esa es la experiencia que  podemos mostrar a los pueblos del mundo y sobre todo a los pueblos de  América, con más fuerza, con más patetismo porque hablamos el mismo  idioma, hemos vivido la misma experiencia y nos entendemos muy  fácilmente cuando estamos en uno u otro país. Por eso mostramos aquí una  experiencia, naturalmente no la única, no pretendemos de ninguna manera  que esta experiencia cubana marque el único camino para la liberación  de América, pero sí uno importante, la demostración efectiva de que los  ejércitos represivos se pueden destruir, que el pueblo puede ir armando a  su vanguardia combatiente enseñándole a combatir, a destruir al  ejército adversario, a acosarlo y al final a pulverizarlo.
Podemos nosotros también mostrar aquí como crece, como se desarrollan  las masas, uno de los fenómenos más interesantes que es el fenómeno del  desarrollo de la conciencia revolucionaria.
Todos sabemos que se necesitan, para que haya una revolución,  condiciones objetivas y subjetivas y se necesita que el gobierno objeto  de la revolución esté sufriendo embates fuertes y haya perdido su  capacidad de reacción. Las condiciones objetivas están dadas en toda  América. No hay país de América donde no estén en este momento dadas al  máximo las condiciones subjetivas, sin embargo, no han madurado en todos  los países con igual intensidad.
Nosotros demostramos que las condiciones especiales de Cuba, las  condiciones subjetivas iban madurando al calor de la lucha armada, que  la lucha armada era un catalizador que agudizaba las luchas, que llevaba  hasta el paroxismo estas luchas y que iba haciendo nacer una  conciencia. Condiciones subjetivas nosotros las llamamos a la conciencia  de la necesidad de un cambio en una situación social dada y a la  certeza de la posibilidad de ese cambio.
La necesidad de un cambio la conocen muy bien las masas de toda América,  la posibilidad de un cambio, la posibilidad de tomar el poder es algo  que no siempre se conoce, los pueblos no siempre conocen su fuerza y la  lucha armada en Cuba fue desarrollando esa fe del pueblo en su poder,  hasta convertirlo en una certeza de la victoria y hasta hacer que esta  fe nos hiciera lanzarnos contra las armas del enemigo, derrotar su  superioridad numérica en cuanto a soldados armados, su superioridad de  fuego, la superioridad de sus armas modernas, atacarlo a veces en  condiciones de uno a diez y destruirlo en todos sus focos hasta obtener  el triunfo.
Después llega la otra etapa, la que estamos viviendo, más difícil, más  ardua quizás que la misma etapa de la guerra. Una vez más repito que eso  es lo que nosotros tenemos que mostrar ante ustedes, tenemos la  obligación y el deber moral de mostrar tal cual es, no para copiarlo, sí  para estudiarlo, sí para analizarlo.
Cuando el tiempo siga su curso y también la Revolución Cubana se  convierta en objeto de estudios históricos y algunos de los que  participaron en esta Revolución sean catalogados por las generaciones  venideras como héroes de este momento, entonces la Revolución tendrá  estas virtudes las que ahora he enumerado, las virtudes de haber  demostrado ante América lo que puede hacer un pueblo en armas cuando  está bien elegida su estrategia revolucionaria y cuando está bien  dirigido su Ejército Revolucionario.
Naturalmente, en América hay condiciones diferentes, hay países con  grandes condiciones para la lucha de guerrillas y países con  campesinados muy fuertemente desarrollados donde se hace mejor la  guerra, hay países donde la clase obrera, las poblaciones urbanas son  mucho mayores y donde las condiciones para una guerra son más difíciles.  Nosotros no somos técnicos especialistas en subversión como hay  técnicos especialistas contra la subversión, sin embargo sabemos una  cosa y es que un hombre armado vale tanto o más que otro hombre armado  de acuerdo con la ideología con que lleve su arma y que para que un  hombre esté armado tiene que conseguir un arma y que las armas no nacen  por generación espontánea ni están tiradas a la vuelta de la esquina,  las armas están en poder del ejército enemigo, del ejército opresor.  Para lograr la liberación revolucionaria hay que tomar las armas, las  pocas que haya y con esas quitar nuevas armas y convertir el pequeño  ejército en un gran ejército popular (aplausos).
Perdónenme compañeros mi insistencia castrense en las armas. Sucede que  estamos evocando un día en el cual el pueblo argentino manifestó su  decisión de tomar la independencia contra el poder español y después de  hacer el cabildo abierto y después de aquellas discusiones de las cuales  año tras año recordábamos en actos como éstos, después de escuchar las  manifestaciones de los obispos españoles que se negaban a la  independencia y manifestaban la superioridad racial de España, después  de todo eso, hubo que instrumentar aquel triunfo político de un momento y  entonces el pueblo argentino tuvo que tomar las armas. Pero aún más  compañeros, después de tomar las armas y expulsar de todas las fronteras  al invasor español, había que asegurar la independencia de la  Argentina, asegurando también la independencia de las hermanas naciones  de América. Y los ejércitos argentinos cruzaron los Andes para ayudar a  la liberación de otros pueblos y cuando se recuerda las gestas  libertadoras siempre nuestro orgullo, más que el de haber obtenido la  libertad de nuestro territorio y haber sabido defenderlo de la intrusión  de la fuerza realista, es el haber cooperado a la liberación de Chile y  a la liberación del Perú con nuestras fuerzas, con nuestros ejércitos.
Aquello era más que un altruismo de las fuerzas revolucionarias, era una  necesidad imperiosa, era el dictado de la estrategia militar para  obtener una victoria de alcances continentales donde no podía haber  victorias parciales, donde no podía haber otro resultado que el triunfo  total o la derrota total de las ideas revolucionarias y ese momento de  América se repite hoy. Aquí en esta pequeña isla del Caribe rodeada de  mar, rodeada de enemigos también, se vuelve a repetir la historia que la  Argentina una vez vivió.
Nuestra Revolución es una Revolución que necesita expandir sus ideas,  que necesita que otros pueblos la abracen, que necesita que otros  pueblos de América se llenen de bríos, tomen las armas o tomen el poder,  lo mismo da, porque en definitiva al tomar el poder hay que tomar las  armas después y nos ayuden, nos ayuden en esta tarea que es la tarea de  toda América y que es la tarea de la humanidad, la tarea global de  luchar por la destrucción del enemigo monopolista, imperialista, que no  va a ser derrotado sino cuando el último de sus magnates vaya por lo  menos a la cárcel sino al patíbulo, que no puede terminar antes, que no  puede terminar sino con la derrota total del imperialismo.
La derrota total del imperialismo se está creando cada día que las  fuerzas populares dan una batalla y la ganan en cualquier lugar de  América o del mundo, tan hermanos nuestros, tan hermanos en nuestro  destino son los pueblos de América en este momento como son los pueblos  del Asia o del África, tan hermano nos sentimos nosotros en este momento  del pueblo de Venezuela, de Paraguay o del Perú, o del pueblo de  Argentina, como de los pueblos de Argelia que obtienen su independencia,  de los pueblos de Vietnam o de Laos que todos los días perecen por  obtener la independencia.
Todo es parte de una sola lucha y es verdad cuando el imperialismo lo  llama con un denominador común, porque aún cuando las ideologías  cambien, aún cuando uno se reconozca comunista o socialista, peronista o  cualquier otra ideología política en determinado país, solamente caben  dos posiciones en la historia: o se está a favor de los monopolios o se  está en contra de los monopolios (aplausos). Y todos los que están en  contra de los monopolios, a todos ellos se les puede aplicar un  denominador común, en eso los norteamericanos tienen razón, todos los  que luchamos por la liberación de nuestros pueblos luchamos al mismo  tiempo, a veces aunque no lo sepamos, por el aniquilamiento del  imperialismo y todos somos aliados aunque a veces tampoco lo sepamos,  aunque a veces nuestras propias fuerzas las dividamos en querellas  internas, a veces en discusiones estériles, dejamos de hacer el frente  necesario para luchar contra el imperialismo.
Pero todos, todos los que luchamos honestamente por la liberación de  nuestras respectivas patrias, somos enemigos directos del imperialismo.  En este momento no cabe otra posición que la de lucha directa o la de  colaboración, y yo se que ninguno de ustedes es colaborador del enemigo,  que ninguno de ustedes está ni remotamente a favor del imperialismo y  que todos están decididamente por la liberación de Argentina (aplausos)  liberación, porque la Argentina está de nuevo encadenada, cadenas a  veces difíciles de ver, cadenas que no siempre son visibles para todo el  pueblo, pero que la están amarrando día a día. El petróleo se va por un  lado, compañías norteamericanas entran por todos los lados del país,  viejas conquistas van cayendo y todo eso se produce lentamente, como un  veneno sutil que va penetrando así en la Argentina como en muchos otros  países de América.
Sin embargo el pueblo reacciona, reacciona con vehemencia frente a esta  penetración que es sutil en términos generales, pero que siempre se  asienta sobre las espaldas del pueblo y cuando los gobiernos tratan de  lavarse las manos con una elección, suceden para ellos fracasos como el  de la última, entonces viene la intervención descarada del imperialismo,  de sus títeres, de todos sus edecanes. Entonces vuelve una situación ya  conocida y vuelven las luchas de las masas populares.
Si los caudillos de la reacción son hábiles, tal vez las encaucen hacia  nuevas formas en que pueda permitirse otra burla más. Si los caudillos  de la reacción no son lo suficientemente hábiles o si el pueblo es más  avizor que ellos, puede ser que el impulso de las masas llegue más allá  de donde se ha llegado hasta ahora, puede ser que se dé el paso  necesario para que la clase obrera tome el poder, puede ser que las  masas de obreros y campesinos de nuestro país aprendan algún nuevo  camino o sigan por caminos ya conocidos y destruyan un poder que está  vacilante ya, que se basa en este momento en el miedo a la bayoneta, en  la desunión de nuestras fuerzas, en la falta de conciencia de la  posibilidad del cambio, de la posibilidad de la lucha, de la fuerza  inmensa del pueblo, de la debilidad comparativamente enorme de la fuerza  represiva.
Si nuestro pueblo aprende bien las lecciones, si no se deja engañar de  nuevo, si no suceden nuevas y pequeñas escaramuzas que lo alejen del  objetivo central que debe ser tomar el poder, nada más ni nada menos que  tomar el poder, podrán darse en la Argentina condiciones nuevas, las  condiciones que en su época representa el 25 de mayo, las condiciones de  un cambio total, solamente que en este momento de colonialismo y de  imperialismo el cambio total significa el paso que nosotros hemos dado,  el paso hacia la Declaración de la Revolución Socialista y el  establecimiento de un poder que se dedique a la construcción del  Socialismo.
En fin de cuentas el Socialismo es una etapa económica de la humanidad,  no podemos escapar, querámoslo o no, el pasar por esta etapa, podemos sí  retardarlo y podemos también adelantarlo, esa es la parte que  corresponde de la lucha a los dirigentes de las dos grandes fuerzas en  pugna.
Si la reacción sabe manejar sus cañones, sus armas de división, su arma  de amedrentamiento, quizás durante muchos años podrá impedir que llegue  el Socialismo a un país determinado, pero también si el pueblo sabe  manejar su ideología correctamente, sabe tomar su estrategia  revolucionaria adecuada, sabe elegir el momento para dar el golpe y lo  da sin miedo y hasta el fondo, el advenimiento del poder revolucionario  puede ser a muy corto plazo en cualquier país de América, y  concretamente en la Argentina.
Eso, compañeros, el que se repita la experiencia histórica del 25 de  Mayo en estas nuevas condiciones, depende nada más que del pueblo  argentino y de sus dirigentes, es decir, depende de ustedes en cuanto a  pueblo y en cuanto a dirigentes; de tal manera que también una gran  responsabilidad cae sobre ustedes, la responsabilidad de saber luchar y  de saber dirigir a un pueblo que hace tiempo está expresando en todas  las maneras concebibles, su decisión de destruir las viejas cadenas y de  liberarse de las nuevas cadenas con que amenaza amarrarlo el  imperialismo. Tomemos pues el ejemplo manido de Mayo, el ejemplo tantas  veces distorsionado de Mayo, tomemos el ejemplo de la Revolución  libertadora que salió de sus fronteras, inundó con una ideología nueva,  que no era propia, pero que había encarnado en sí para trasladarla a  América.
Y pensemos en estos momentos de América, en estos mismos momentos en que  una especie de 25 de Mayo se ha dado en la zona del Caribe, en que  desde aquí se lanzan proclamas revolucionarias que llegan a todos los  pueblos de América y en que la Segunda Declaración de la Habana luce  algo así como una declaración de los derechos del hombre para los  pueblos de aquella época.
Pensemos en la unidad indestructible de todo nuestro Continente,  pensemos en todo lo que nos ata y nos une y no en lo que nos divide,  pensemos en todas nuestras cualidades iguales, pensemos en nuestra  economía igualmente distorsionada, igualmente aherrojado cada pueblo por  el mismo imperialismo, pensemos en que somos parte de un ejército que  lucha por su liberación en cada pedazo del mundo donde todavía no se ha  logrado. Y aprestémonos a celebrar otro 25 de Mayo, ya no en esta tierra  generosa sino en la tierra propia y bajo símbolos nuevos, bajo el  símbolo de la victoria, bajo el símbolo de la construcción del  Socialismo, bajo el símbolo del futuro. (Aplausos). 
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