Astiz: El retrato del siniestro "ángel rubio"
Una semblanza atrapante del represor condenado esta semana a cadena perpetua, escrita hace 30 años por una periodista española.
Por Maruja Torres (*)
Inmutable. La misma expresión hierática en el primer juicio a las Juntas en 1985, y ahora, cuando fue condenado a perpetua. | Foto: Cedoc
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La persona que tengo ante mí y que –como los otros que me nutren para este reportaje– me pide que le respete el anonimato, ya que no los recuerdos, se explica a sabiendas de que me va a costar entenderle: “Cuando digo que Alfredo Astiz no es como le definen los periódicos no quiero significar que sea mejor. Sencillamente, es distinto. No es un torturador, en el sentido de que su misión no era conducir los interrogatorios ni aplicar la picana eléctrica, aunque seguramente alguna vez lo hizo si fue necesario. Pero es un torturador, a lo mejor el que más, porque él era uno de los que suministraban el material humano que luego iba a parar bajo las manos de los verdugos. Desde un punto de vista ético, moral y de responsabilidad histórica, Astiz está metido hasta el cuello. Sin embargo, no quiero ser injusto con él, y si alguna, vez volvemos a encontrarnos cara a cara, pretendo que sepa que nunca le falsifiqué, que expliqué su monstruosidad tal como era, sin simplificarla”.
Otro testimonio –otro superviviente– coincide: “No es un Martín Borman. Eso sería demasiado fácil”.
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