lunes, 24 de octubre de 2011

EL CHE Y LA REVOLUCION EN ARGENTINA

Dice lo suyo/ Alberto Castellanos Villamar

“El sueño del Che era traer la revolución por Orán”




“Nuestra tarea fue iniciar la revolución, preparando el camino para la llegada del Che a la Argentina. Él siempre pensaba en hacer la revolución aquí. Era su país, ¿no?”, dice Alberto Castellanos Villamar, coronel (r) del Ejército Cubano. De esta forma, y luego de especulaciones de años, Castellanos echa luz definitiva sobre la presencia de Guevara en Bolivia. Y se sabe de la importancia geopolítica de Salta en una estrategia continental; papel que ya había jugado durante las guerras de la Independencia, ignorado en la historiografía nacional.

Escolta, chofer y amigo de Ernesto “Che” Guevara de la Serna, Alberto Castellanos fue uno de los hombres de mayor proximidad y confianza del guerrillero, que tomó nupcias en su casa. Durante la revolución cubana combatió bajo sus órdenes en la batalla de Sierra Maestra, en el Escambray y en Las Villas. Posteriormente, Castellanos participó en las llamadas “misiones internacionalistas”, en Angola y en Nicaragua. También en Argentina, donde participó en una comisión recién desclasificada: integró el Ejército Guerrillero del Pueblo, EGP, que operó en la selva de Orán entre 1963 y 1964, bajo la dirección del periodista Jorge Ricardo Masetti.

El EGP, de acuerdo a la teoría “foquista” de Regis Debray a la que adscribía Guevara, pretendía generar un movimiento de concientización y adhesión de las masas, planteando un escenario de rebeldía armada. Para ese escenario se eligió la selva de Orán, donde el EGP comenzó sus actividades en setiembre de 1963. Luego de varios fracasos, en abril de 1964 el EGP es desarticulado y Masetti desaparece en el monte sin dejar rastros. Los militantes son apresados o muertos. Castellanos, desde 1964 a 1967, purga prisión en Villa Las Rosas bajo una identidad falsa.

Por eso ahora, ya anciano, se emociona ante el espectáculo de la ciudad. “Estuve cinco años aquí y nunca la vi”, cuenta. En diciembre de 1967, escapó del país y regresó hace unos días para el largometraje “Alberto Castellanos, La Vanguardia del Che” del director salteño Alejandro Arroz.

Luego del destino que tuvo el último esfuerzo de Guevara, que a él lo llevó a la muerte y a usted a la

cárcel, ¿sigue creyendo en la revolución?

Yo nunca sentí que la ilusión se terminara. Es verdad que no logramos crear las condiciones para la revolución. Pero ahora se trata de una guerra de ideas, no de balas. Ese es el terreno donde hoy está la lucha: el de las ideas. Hay un cambio en el continente, en el que las grandes mayorías participan de las decisiones de los gobiernos nacionales. Momento que exige otro tipo de acciones. Nosotros hicimos la revolución en Cuba y logramos un cambio a favor de las mayorías. Nunca dicen esto en los medios, pero la Unesco reconoció que Cuba tiene los niveles más altos de educación y salud en América Latina. En lo personal, sé que soy un hombre realizado, que luché por mis ideales y acepté todas las consecuencias. Tengo tres hijas, todas profesionales, que han tenido, como todos los cubanos, la posibilidad de estudiar gratuitamente, cuando yo trabajé desde los 8 años, comiendo lo que había. Cuando estaba Batista, 500 mil cubanos no comían. Ahora hemos extirpado la desnutrición de Cuba, siendo un país pobre y sufriendo uno de los bloqueos armados más salvajes de la historia. Yo soy uno de los que pusieron su vida en juego por un mundo mejor para todos y creo que hemos conseguido un mundo mejor para todos. ­Y vamos a seguir luchando por un mundo aun mucho mejor!

¿Por qué no se unió al Che Guevara en Bolivia, luego del fracaso del EGP?

­Lo primero que hice fue pedir incorporarme a la guerrilla! Tengo una versión, adjudicada a Ciro Bustos, según la cual el Che habría dicho que era inhumano reincorporarme luego de tantos años preso, alejado de mi familia. Yo fui el último que se sumó al EGP. Habremos venido unas diez personas para hacer la revolución en Argentina, pensando que abriríamos camino para la llegada del Che. En Cuba lo perdí por un tiempo y me imaginé que estaba entrenando para alguna misión. Después desapareció Hermes Peña y ahí ya me presenté ante el Che y le dije: “Lo que sea que usted esté por hacer, ahí voy a estar yo”. El se rió y me dijo: “Lo vamos a tener en cuenta”. Al tiempo me convocaron, cuando casi me había olvidado del asunto.

¿Sabía el destino que tenían los preparativos del Che?

No. En ese momento, el Che planteaba una lucha internacionalista, de largo aliento. Por eso me dijo: “Mira que tenemos una misión de 20 años”. Yo le dije que entonces debía encontrar una buena excusa para que nadie sospechase. Así me fui de Cuba, diciendo que iba a estudiar acerca de tecnología estratégica, por lo que nadie podría comunicarse conmigo... Me gustaría encontrarme con Ciro Bustos, para saber qué pensaba de mí el Che antes de morir. Yo me enteré de su muerte por los diarios, estando preso aquí. Quedé mal por muchos años, hasta que se nos permitió hablar de la misión en la Argentina.

¿Qué piensa de las versiones acerca de la traición de Ciro Bustos?

No creo... Si lo hubiera deseado, Ciro podría haber dado los nombres de muchos combatientes que estábamos en la Argentina. El mío incluido. Pero no fue así. No es para justificar, es lo que realmente pasó. Yo intenté comunicarme con él y es algo pendiente.

¿Por qué cree que fracasó tan estrepitosamente el EGP?

Nos confiamos. No teníamos conocimiento del terreno. Y empezamos a deambular. Fíjate que salgo de la zona de Orán en diciembre, a operarme la garganta en Córdoba, y, cuando regreso en febrero seguíamos en la misma zona. Además, sentí que ya no era lo mismo dentro del grupo. La selva de Salta no es la selva de Cuba. Por las noches la temperatura bajaba del cero. Y de día hacía más de 40 grados. Con lo que sé ahora, yo habría comenzado en Tucumán. ­La Argentina es tan grande!... No tenía idea en ese momento. El ejército tampoco era como el de Cuba, que era pequeñito. Y nosotros que queríamos liberarla con 8 personas. La gente de relevo no tenía entrenamiento. Cuando llegaron tres días después del fijado, ahí me dije “­No!” Además, había dos infiltrados. Soy sincero cuando digo esto. El Che estaba consciente del paso que estaba dando. Él creía en la conciencia de la juventud de la Argentina que iba a plegarse a la revolución. Si él hubiera estado aquí, las cosas hubieran sido muy diferentes. No digo que Masetti fuera un mal revolucionario, pero no era el Che. Lo conocí en 1959 en La Habana. Era muy inteligente. Con él, el Che y Fidel armaron Prensa Latina. Si hubiéramos triunfado, él hubiera sido el segundo Che. Cuando lo vi por última vez, en 1963, estaba muy mal. Creo que murió en la selva. Y que quien lo encontró lo enterró sin dar aviso porque tenía una mochila llena de dinero.

¿Definitivamente el Che quería hacer la revolución en Argentina y no en Bolivia?

­Sólo de eso hablaba él! Fíjate lo cerca que estaba de la frontera. Nosotros no logramos preparar el camino, pero la propuesta era hacer la revolución en la Argentina. Y desde la Argentina llevar la revolución a Brasil, a Paraguay, al todo el resto del continente. No hablábamos mucho de política, pero sí de traer la revolución a la Argentina. El creía en el país y en la conciencia de las clases revolucionarias. Su presencia en Bolivia y la nuestra en Orán eran los primeros pasos para conseguirlo. El Che creía en el hombre de Argentina, en su disposición a la revolución. Personalmente creo que él no debería haberse ido a Bolivia sino a la Argentina, donde era reconocido y admirado. Si las juventudes se hubieran enterado de que el Che estaba en el país, la revolución hubiera sido una realidad, y usted y yo estaríamos hablando de un destino diferente...


“La Memoria está compuesta de olvidos y lo que no queda registrado se desvanece en el aire”
(Sthendal “Diario Intimo”)

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