Un final agónico para años de lucha separatista
La mayoría de los actores políticos españoles cree que ETA está en su fase terminal. A la luz de su declaración de alto el fuego, ese final, sin embargo, será agónico y más lento de lo que quisieran los gobiernos de Madrid y el País Vasco. Después de medio siglo de lucha armada, la organización está arrinconada. En un giro histórico, incluso su brazo político, el ilegalizado partido Batasuna, también exige desde el año pasado un “alto el fuego permanente, unilateral y verificable por la comunidad internacional como expresión de voluntad para un definitivo cese de la actividad armada”.
En su anuncio de ayer ETA declara “un alto el fuego permanente y de carácter general, que puede ser verificado por la comunidad internacional”, y asegura que este es su firme compromiso “con un proceso de solución de la confrontación armada”. Con ello, el grupo recoge parte del reclamo de la izquierda independentista, pero se queda corto en cuanto a la expectativa de que, unilateralmente, anunciara que abandonaría la violencia, ya que se limita a utilizar la expresión “confrontación”, lo que en su lenguaje incluye a los cuerpos policiales de España y Francia, a los que define como “fuerzas opresoras”.
Además, no renuncia a exigir una negociación sobre el derecho de autodeterminación. En este contexto, no sorprende que el gobierno haya rechazado el anuncio. El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, reiteró que lo que Madrid le reclama a ETA es que ponga fin a la lucha armada “de manera irreversible y definitiva”, lo cual, subrayó, no sucedió ayer. Quizás hace unos años, la reacción a un comunicado que no deja de ser relevante y dibuja el comienzo del final de ETA hubiese sido otra. Pero Madrid ya no se fía de la organización vasca.
La última vez que lo hizo salió mal parado. Fue en 2006. ETA había declarado un alto el fuego “permanente” y el gobierno se embarcó en un proceso de paz. Pero, insatisfecho con la marcha del diálogo, el grupo rompió la tregua colocando un cochebomba en el aeropuerto Madrid-Barajas. El proceso de paz moriría definitivamente en junio de 2007. Desde entonces, las promesas del grupo armado ya no cuentan en Madrid y tampoco en el País Vasco, donde por primera vez gobiernan los socialistas.
Para su "desgracia"han quedado aislados de toda la izquierda mundial,en retirada,no han querido o no han sabido,por inmadurez,soberbia--signo identitario vasco-- o cabezonería darse cuenta de los vientos que soplan ahora.
Son desde ahora en adelante,la patrulla perdida de la revolucion,como aquellos soldados japoneses que 50 años después de terminada la guerra del Pacífico,seguían buscando al enemigo "yanqui" entre los atolones,harapientos y envejecidos.
Que su santo,Ignacio de Loyola y los jesuitas,los conforten en la parroquias .
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