jueves, 19 de agosto de 2010

Firmenich



Estoy terminando de leer el libro Firmenich, de Felipe Celesia y Pablo Waisberg. Se trata de dos periodistas amigos que se animaron con este tema tan difícil. El trabajo de investigación, que no fue avalado por el testimonio de Mario Eduardo Firmenich, sigue en forma cronológica la vida del dirigente montonero a través de gran catnidad de testimonios, material de archivo y mucho trabajo.

Algunas reflexiones y comentarios desordenados:

  • El hecho de que sea la generación de los “hijos” de quienes nacieron en los 40 y 50 la que ahora se pone a tratar la cuestión de “quiénes son y qué hicieron” nuestros padres le da al análisis otro tono y otra posibilidad de llegar a lugares más o menos serios. Los que se enojan, se agarran rabietas, se acusan, se pelean, se aman irracionamente son otros. Son los que dan testimonio. No los que escriben. Que a su vez, por supuesto, no lo hacen de ningún lugar de neutralidad (inexistente, por otra parte). Pero pueden contar lo que dicen otros. No tratar de imponer su hipótesis, ni salvar su culo o el de otros.
  • ¿Es más difícil hacer “política” que liderar un proceso de lucha armada? ¿Es más difícil juntar pedazos diversos que liderar a convencidos de lo mismo? ¿Es más difícil permanecer que irrumpir? ¿Es más difícil ser Firmenich o ser Eduardo Duhalde? ¿Es más complicado tomar las armas o invitar a ese che-pibe que te trajo la garrafa en esa casa de veraneo a tomar unos mates? ¿Es más difícil convertirse en leyenda o pararse a escuchar a una vieja en una esquina? No lo sé. Quizás la pregunta esté fuera de lugar, se extemporánea. O no.
  • ¿Qué es más interesante? ¿678 o las fotos de la gente que pasan cuando se termina el programa? Puede ser que las dos cosas. Puede ser.
  • ¿Es Montoneros un grupo de “explicadores”? Me llama la atención cómo Montoneros y Firmenich como jefe de la organización gastan una enorme energía política en explicarse. Explicar y aclarar la muerte de Aramburu, la de Rucci, su relación con Perón, desmentir vinculaciones con la muerte de Mujica, explicar Ezeiza, la Plaza, el pase a la clandestinidad, el secuestro de los Born, el uso de la plata, el exilio, la contraofensiva, la cárcel, el menemismo, los indultos. Todo, todo es una permanente explicación.Y casi siempre es una explicación a través de los medios de comunicación. ¿O a los medios de comunicación?

  • Lo único que la política no te perdona es perder.Cuando vas perdiendo, va disminuyendo al mismo tiempo el apoyo con el que contás. Cuando perdés es porque de alguna manera fuiste a contramano de lo que cada momento político te requería. Lo difícil de la política es que cualquiera está expuesto a perder. Nadie tiene de antemano asegurado “ganar” por más que tenga “razón”. Por más que los argumentos políticos de las decisiones sean racionales. Por más que las decisiones sean lo que “pudiste hacer en el momento, lo que te dio para hacer”. Por más que las decisiones puedan entenderse en el marco del contexto histórico en el que se toman. Las “intenciones” no son lo que determina la política. Acceder al poder, conservarlo, conservar a su vez parte del “amor” del pueblo cuando uno está en el poder o cuando se ha alejado de él es un arte muy difícil y peligroso.
  • En el drama que constituye la relación entre Montoneros y Perón está enfrascada no diría toda pero sí buena parte de la problemática de los “progresismos” en la Argentina, como bien sabe mi amigo Mariano Fraschini. Y quizás también mucho de lo paradojal de la política. En forma muy acertada los autores deslizan en el libro una frase que dice algo así como que Montoneros veía a Perón “como medio y como fin”. En política todo es “medio y fin”. La gente, los votantes, los aliados, los medios, los programas, la gestión, las políticas, las palabras, los compañeros y los silencios. Todo es medio y fin. Eso es “inmoral”, claro. Uno no debe “usar” a su prójimo. Todo debería ser un “fin”. Nunca un “medio”. Pero la política, me parece, es el arte de tratar de conjugar esa cuenta imposible en la que las cosas sean medio y fin. Ahí el tema es si a uno le da el “piné”.
  • “Es que nosotros queremos representarlos, pero ellos no se dejan”, citaba a no-sé-quien, mientras se cagaba de la risa, alguien que conozco. Problema de cualquier “progresista” en la Argentina. Chiste que necesariamente sobrevuela cualquier reflexión sobre Montoneros.
  • Hay un tema con el catolicismo. El catolicismo no da margen. Lo dijo Weber: el que quiera ser bueno, que done todos sus bienes a los pobres, se ponga una túnica y se ponga a predicar. Ahora, esto que damos en llamar política, es otra cosa. Y si vos partís muy pero muy desde el catolicismo, cualquiera te va a poder venir a reclamar un día: “che, te estás tomando un vino de 25 mangos, maestro” o de ahí para arriba cualquier cosa. No es fácil partir desde ahí, avanzar desde ahí, plantear la cosa desde ahí. No tenés capacidad de maniobrar políticamente.
  • El que llega allá arriba en una organización, en el país, no tiene por qué ser el mejor. Firmenich da la impresión de ser una persona muy inteligente (lo revelan sus excelentes notas en la UBA, su doctorado). Pero qué formación política tenía en la década del 70. ¿Era un tipo formado políticamente? ¿Cuánto conocía de qué es la Argentina? No de lo que podría ser, de lo que pudo haber sido, de lo que ocurrió en los últimos años. De lo que es la Argentina. Ahora: el que llega tiene que ser el que quiere llegar. El que se banca estar ahí. Firmenich es quien se bancó ser Firmenich. El resto necesitaba un Firmenich.
  • ¿Montoneros es parte de las sucesivas “olas” políticas a las que se subieron amplios sectores de las clases medias argentinas? ¿Entender a las clases medias es entender a Montoneros? ¿Entender a ese Firmenich que reta a su hija porque se quedó a dormir su novio es entender a Montoneros? ¿Es entender a las clases medias? ¿Entender a las clases medias es entender a la política argentina?
  • ¿Estamos ante el umbral de nuevas síntesis políticas ahora que podemos pensar todo esto, al tratar de hacernos algunas de estas preguntas sin frivolidad, sin “posmodernismo”, sin pensar que “todo fue al pedo” ni que la generación de nuestros padres se equivocó en todo? ¿Estamos ante la necesaria relación de superación que deben tener un padre y un hijo?

Muy recomendable el libro.

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