Lo ha comentado el maestro Eduardo Galeano [1], que de esto, como de casi todo, sabe un montón: “[…] [España] ganó en buena ley, fue el mejor equipo del torneo, por obra y gracia de su fútbol solidario, uno para todos, todos para uno, y también por las asombrosas habilidades de ese pequeño mago llamado Andrés Iniesta. Él prueba que a veces, en el reino mágico del fútbol, la justicia existe”. Me he esforzado pero me es imposible disentir ni siquiera una coma de este comentario del autor de Las venas abiertas de América Latina.
No me olvido de las declaraciones de Vicente del Bosque, estas sí, absolutamente vindicables: no se trata sólo de ganar, sino de cómo se gana, y la selección ha ganado correctamente; también en esto han dado una lección. No creo que pueda negarse que la enorme dureza de algunos jugadores holandeses pareció más un asunto planificado que un corolario tensional de impotencia (sin olvidar, está en su haber, su gesto, nada fácil, al final de partido). Por lo demás, no sólo fue hermoso el gol de don Andrés, sino su forma de estar en el partido y su dedicatoria al amigo fallecido [2]. La cuenta, desde luego, podía unir más sumandos. Por ejemplo, el carácter festivo, alegre, sin insultos ni persecuciones ni malas historias ni aguiluchos (eso sí, con muchos símbolos taurinos), de la mayoría, no digo todas, de las celebraciones del 11 y 12 de julio.
Pero sigo pensando, espero no tener excesivas anteojeras, que los alrededores, que algunos alrededores de la rojigualda huelen a negocio, a añejo patriotismo, a rancio españolismo, apenas matizado por alguna senyera que Xavi y Puyol han llevado en algún momento en sus manos. Los periodistas y los medios siguen gritando con voz tronante y molesta “España, España, España”, el infame “A por ellos” y abonan con insistencia una inmodestia y chulería, alejada, muy alejada, de las declaraciones y comentarios de los jugadores de la selección. Las horas y horas de retransmisión de la llegada y paseo de los jugadores por Madrid entra consistentemente en el esquema.
También está, no quiero ocultarlo, la marcada arista publicitaria de Banesto, entidad financiera de triste y penosa historia cuya presidencia recae actualmente en la señora Botín, hija en absoluto disidente del señor Botín, uno de los mejores modelos de anti ciudadano que se conocen por estos lares (el Banco Santander, la entidad que preside intentó cerrar una web crítica con la entidad acusando, tomen nota, de estafa (¡estafa!) a sus gestores -Justicia i Pau, ODG y Setem [3]. De hecho, Telefónica con César Alierta a su cabeza [4], en nombre del Santander, sus coleguillas, presionó a las empresas tecnológicas que albergan la página para que eliminaran www.bancosantandersinarmas.org ¡Visítenla por favor!).
Hay otras caras en este poliedro. Desde luego. No estuve en posiciones centrales en la manifestación del pasado sábado en Barcelona. Me mantuve al margen, digamos que fui a ver qué pasaba. No lo vi pero por fuentes de absoluta confianza y rigor algunos independentistas (insisto: algunos) iban vestidos con camisetas naranja. No hace falta explicar por qué. Todo, incluso el color de una monarquía postmoderna de tradición poco afable, para distanciarse de algo que huela, parezca o sea español. Sea lo que fuere.
Hay muchos motivos para manifestar opiniones críticas respecto a la sentencia del TC, pero, para poner un ejemplo que enseña el viento que agita sectores del movimiento independista catalán, era casi impensable que una bandera republicana, no digo la rojigualda, ondeara sin gritos ni abucheos en la manifestación del sábado. No digo que no la hubiera, es posible que el PSUC-viu y organizaciones afines llevasen esos símbolos, pero yo no logré verlos.
Todo vale por la pasta, todo vale contra “España”, y no estrictamente contra la España neofranquista, contra la España centralista o la España del nacional-catolicismo. Se ha sentenciado: Catalunya no cabe en España, sea cual sea su estructura política.
¿Hay otros mundos no nacionalistas y están es éste? Sí, hay otros mundos solidarios e internacionalistas y no están alejados de éste. Benja y Xana –“Una sobre la selección de la Republica Española de Fútbol”[5]- han recordado un escenario que no merece ser olvidado. Fue un 23 de febrero, en 1936, y fue en Barcelona, la ciudad de Durruti, Papasseit y Joan Comorera.
Se jugó aquel día en Barcelona un partido “amistoso” entre la selección de fútbol de la segunda República Española y la de la Alemania nazi. Veníamos de ser, recuerdan Benja y Xana, “una gran selección que había perdido frente a Italia en su mundial de 1934 por un claro amaño arbitral propiciado por Mussolini”. España fue también el único país [6] que boicoteó las Olimpíadas de julio de 1936 de Berlín, convocando alternativamente unas Olimpíadas Populares en Barcelona. Ambas selecciones estaban dispuestas para escuchar sus himnos; al finalizar el alemán, los futbolistas de la selección alemana saludaron brazo en alto. Los jugadores españoles respondieron al unísono y al instante, todos con el puño en alto.
Algunos nos seguimos emocionando con ese gesto. Algunos nos seguimos reconociendo en ese puño erguido de protesta y de rabia. Algunos seguimos pensando que esa tradición, la que también representaban los jugadores de la selección republicana, permite la convivencia y hermanamiento en libertad de los diversos pueblos de Sefarad. ¿No es razonable, pasa algo? Nuestra roja sigue siendo aquella roja.
Notas:
[1] Eduardo Galeano, “El reino mágico”. Público, 13 de julio de 2010, p. 5.
[2] Se ha dicho que parte de las lesiones musculares de Iniesta a lo largo del campeonato 2009-2010 tienen su origen en la “depresión” que le produjo el fallecimiento el verano pasado de su amigo Daniel Jarque, jugador del Español, del equipo adversario de la ciudad condal. Más a favor de don Andrés.
[3] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=109572
[4] El señor Alierta, sin dudas en el horizonte, sigue siendo, si no ando errado, presidente del Consejo Económico y Social (¡social!) de la UNED. ¡Vivir para ver!
[6] A la URSS, a la Unión Soviética, si no ando errado, no se le admitía en las Olimpiadas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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