domingo, 18 de abril de 2010


El Cóndor pasa sobre EE.UU.
AP El ex secretario de Estado Henry Kissinger, durante un partido de béisbol en Nueva York en 2009

Domingo , 18-04-10

El National Security Archive (NSA) de la Universidad de Washington acaba de conseguir la desclasificación de un documento secreto que durante largo tiempo ha traído de cabeza a políticos e investigadores. El tema es: ¿pudo la Administración Ford, con Henry Kissinger en la secretaría de Estado y Bush padre al frente de la CIA, evitar el asesinato, el 21 de septiembre de 1976 en Washington, de Orlando Letelier, exministro de Salvador Allende y opositor a Augusto Pinochet?
Hoy parece claro que Kissinger en persona se lavó las manos del terrorismo de Estado del régimen de Pinochet. Así lo confirma una orden suya del 16 de septiembre de 1976, sólo cinco días antes de la muerte de Letelier.
En 2003, coincidiendo con el cuarenta aniversario del derrocamiento de Allende, Peter Kornbluh, director del NSA, publicó «Pinochet: los archivos secretos» (editado en español por Memoria Crítica). La obra de Kornbluh se detiene particularmente en la Operación Cóndor, una campaña de vigilancia y represión de opositores de los regímenes de Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Brasil y, más tarde, también Ecuador y Perú, con asistencia técnica norteamericana.
Pero lo que había empezado como una red de intercambio de información, rápidamente evolucionó a un dispositivo para secuestros, torturas y asesinatos sin fronteras. Manuel Contreras, jefe de la DINA chilena, tuvo el descaro de planear acciones en Francia y en Portugal -que la CIA abortó avisando a estos países-, de atentar en Roma y hasta de aprovechar el funeral de Franco en Madrid para que Pinochet se entrevistara con representantes de las tramas negras italianas.
Los regímenes aliados
Todo esto preocupaba en Washington. Hay memorandos a Kissinger advirtiéndole del peligro de que regímenes aliados de Estados Unidos se embarquen en estas prácticas. Se sopesó entonces que todos los embajadores americanos en los países de la Operación Cóndor protestaran formalmente.
Pero un cable cursado desde Lusaka (Zambia) por el asistente de Kissinger sobre asuntos interamericanos, Harry Shlaudeman, explícitamente invoca la autoridad del secretario de Estado para parar toda protesta de los embajadores. Ese es el documento aparecido ahora, con fecha del 16 de septiembre de 1976, sólo cinco días antes del asesinato de Letelier.
El coche de Letelier saltó por los aires a escasas esquinas de distancia de la Casa Blanca. Pusieron la bomba dos agentes de la DINA chilena que habían ido con pasaportes falsos a la embajada americana en Paraguay pidiendo visas para EE.UU., alegando que estaban citados con el entonces número dos de la CIA, Vernon Walters. Esto era falso y al comprobarse toda la operación se retrasó. Pero no llegó a frustrarse.
¿Convierte esto a la Casa Blanca en cómplice de asesinato? Si. Pero, en opinión de Kornbluh, Kissinger «temía y teme que sacar a la luz estos hechos dé alas, o ideas, a los que han intentado pedirle responsabilidades civiles en este y otros casos». Este habría sido ya el motivo de que el ex secretario de Estado cancelara un viaje a Brasil, y de que en cierta ocasión, cuando un juez francés trató de interrogarle, abandonara precipitadamente París.
«Actualmente Kissinger no visita ningún país susceptible de pedirle cuentas o responsabilidades sin mandar por delante a expertos legales que le garanticen que no le ocurrirá lo que le ocurrió a Pinochet en Londres», dice Kornbluh.

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