domingo, 31 de enero de 2010

MAS SOBRE PERONISMO

“Perón ¿fue el creador de la Triple A?”

A propósito de la publicación del libro "El peronismo armado"
Guerrero recibió la propuesta de escribir una biografía de Mario Firmenich que disparó siete años de investigación sobre la Alianza Anticomunista Argentina, Montoneros y el peronismo.

Aquí puntualiza algunas conclusiones clave, para la polémica.

-¿Cómo nace el libro El peronismo armado?


–La editorial Planeta me pidió una biografía de Mario Eduardo Firmenich y, rápidamente, me di cuenta de que Firmenich es inexplicable. Es decir que no tiene explicación sin Montoneros y que, a su vez, Montoneros no tiene explicación sin contar con todo detalle el peronismo. Fue entonces cuando la obra sufrió su primera transformación necesaria. Ampliarla era imprescindible para mí pero no para la editorial y aquella primera idea naufragó. Seguí trabajando según mi óptica y por fortuna le interesó a Norma.

–¿Cuánto tiempo investigó?

–Siete años.

–¿Y qué pretende su obra?

–No pretende mostrar una verdad revelada, sólo llevar algunas ideas a la polémica de un tema tan polémico como es el peronismo.

Alejandro Guerrero cita a Crítica de la Argentina en Ayacucho 448, la sede central del Partido Obrero, el mismo que el 14 de noviembre de 2005 fue saqueado, sus computadoras destruidas y luego fue incendiado por un grupo de personas, de las que jamás se conoció su identidad. La sede del PO luce ahora paredes blancas y robustas puertas verdes. Pero su oscuridad impide retratar al entrevistado, que propone la Librería del Mármol, allí a la vuelta, en la calle Lavalle.

–Es raro ser el entrevistado –dice Guerrero, quien también es periodista.

La charla, finalmente, se da en la sede del PO. La salita es mínima pero la ventaja es enorme: se puede fumar.

–¿Sabía de antemano el resultado final o la investigación le trajo nuevas hipótesis?

–Sabía adónde iba pero aparecieron infinidad de datos que ignoraba en relación al papel del peronismo y de sus movimientos armados.

Guerrero es porteño. Nació en la Capital Federal en 1952 y en 1999 publicó su primer libro: Jorge Newbery.

–¿Dónde estaba usted en el tiempo que narra en su libro?

–En el Operativo Pindapoy (se refiere al secuestro de Pedro Eugenio Aramburu por el comando Juan José Valle de Montoneros), tenía 18 años. Y, como todos a esa edad, tenía una visión muy parcial.

–¿Y políticamente dónde estaba?

–Militaba, por imposición paterna, en la Federación Juvenil Comunista, en la FEDE. Imaginate que ellos tenían una posición muy cerrada. Todo aquello que no encajaba en su idea era atribuido a la CIA o a los poderes más oscuros.

–Es decir que mantuvo su visión personal alejada de su búsqueda.

–En principio, no confío demasiado en la historia oral.

–¿Por qué?

–Porque te enterás de lo que la gente recuerda, no de lo que ocurrió. Las fuentes primarias ya no están. No podés preguntarle algo a Agustín Tosco. Entonces todo se transforma en algo que pudo ser. En general, voy a los documentos y a los escritos de la época. De todos modos, yo formaba parte de una franja muy grande jóvenes que se interesaban por la política. ¡Pensá que el 70 está a dos años del Mayo Francés o de la Primavera de Praga y a uno del Cordobazo!

–Pero se fue de la FEDE a pesar de la imposición de su padre.

–Sí, me fui en 1972 y me incorporé a Política Obrera. A mi papá, que era obrero fabril y militante comunista, le agradezco mucho su imposición. En esa época me dijo una frase que para mí fue determinante: “Es hora de que te des cuenta de que hay más gente en el mundo”. Yo tenía 16 o 17 años.

–¿Pudo entrevistar a Firmenich?

–No, con lo que hay publicado es suficiente. Me interesó mucho de él una sola frase, algo que repitió muchas, pero muchas veces: “En algún momento, el general cambió de idea”. Y es cierto. Ellos, los grupos armados, pasaron de ser “la más maravillosa de las juventudes” a ser unos “imbéciles que gritan”.

–¿Cuál es su lectura?


–Que entonces se dio la fractura más importante que tuvo el movimiento. Que hubo una contradicción básica: una organización armada en un partido que nunca se organizó para la insurrección. El peronismo nunca se organizó para tomar el poder. Los guerrilleros fueron un elemento de presión para forzar la reintegración del peronismo a un espacio político. Y cuando ese espacio fue recuperado, el elemento de presión se volvió en contra.

–Pero los contactos no se perdieron…


–Los contactos se mantuvieron siempre. Antes del 1 de mayo de 1974 hubo una serie de reuniones entre Firmenich y Rodolfo Galimberti y funcionarios de gobierno. Esa noche, cuando Perón echa a los Montoneros de la Plaza de Mayo, Jorge Abelardo Ramos le preguntó al general si no se le había ido la mano: “Los chicos, de vez en cuando, necesitan un tirón de orejas”, le contestó Perón.

–¿Fue apenas eso?

–Y fijate que el 12 de junio, un Perón acechado por la crisis económica, las movilizaciones obreras, el mercado negro, cambia el discurso. Los jóvenes dejan de ser infiltrados y hasta les recomienda algunos libros.

–Perón los había invitado a la plaza…

–Claro, ellos entran por las dos diagonales y por Rivadavia y llegan hasta el Banco de la Nación. Y se van por donde entran y eso era para ellos, sin dudas, un callejón sin salida.

–¿El general y sus dobles discursos?

–El único discurso que siempre respetó Perón fue el que dio en 1944 en la Bolsa de Valores: “Los capitales no encontrarán mejor defensor que yo”.

–Usted afirma que Perón creó la Triple A.

–El 8 de octubre de 1973, Perón celebró su cumpleaños en Gaspar Campos, su casa de Vicente López, con una comida a la que invitó a 200 oficiales del Ejército y a unos cuantos civiles que organizó su secretario, el coronel retirado Jorge Manuel Osinde. Esa noche Perón propone la creación de un grupo para custodiar a Isabelita, su tercera esposa. Entonces se forma el Comando Nacional de Libertadores de América.

–¿Para cuidar a Isabelita de quién?


–De los zurdos.

–¿A quién pertenece el dato?

–A Horacio Paino (ex teniente primero del Ejército, Salvador Horacio Paino denunció ante la Justicia los nombres de los fundadores de la Triple A).

–¿Y qué sucedió en esa reunión?

–La mitad de los oficiales se retiraron y la mitad se quedó. “Después Lopecito los va a organizar”, les dijo Perón.

–¿Y es esa misma organización la que vira hacia la Triple A?

–Sí. Más allá de los datos duros, existe un documento reservado de Perón, posterior a la muerte de José Ignacio Rucci, que no fue tan reservado porque salió en los diarios. En él, el general indica al gobierno que la subversión le declaró la guerra al movimiento y que deberá ser combatida “por todos los medios y en cualquier circunstancia”. Documentos de la época también son los elogios de Mariano Grondona a la Triple A y si él lo dijo es porque esa franja patronal argentina y no argentina y las embajadas de determinados países consideraban la creación de un organismo como ése.

–Es decir que la Triple A también formó parte del peronismo armado.


–Sin dudas.

Moyano y la Juventud Sindical

Para Alejandro Guerrero, hay una deuda enorme con la investigación de todos los personajes que poblaron la Alianza Anticomunista Argentina. El autor señala que es un trabajo que todavía no se ha hecho a fondo y que de realizarse aparecerían muchas sorpresas que tienen ancla en la actualidad. “En esa época Hugo Moyano, por ejemplo, estaba en la Juventud Sindical de Mar del Plata. Y esa Juventud Sindical tenía vínculos orgánicos con la CNU, la Coordinadora Nacional Universitaria, que era nada más ni nada menos que la Triple A de Mar del Plata”, explica. Y agrega: “No digo que salían, arma en mano, a matar troskos, pero sí que había un vínculo político directo”.

En esa época, según recuerda el autor, las ciudades más importantes del país aparecieron empapeladas con afiches que decían: “No jodan con Perón”. “Lo que querían decir, en el fondo, es no jodan con nosotros, con la burocracia sindical”, señala.

“No es cierto que quienes gobiernan sean setentistas”

Si bien es sabido que los hechos no son trasladables en el tiempo, este diario preguntó al autor de El peronismo armado sobre las similitudes y diferencias entre los años setenta y la actualidad. “Muchos de los que hoy gobiernan se dicen setentistas. Bueno, no es cierto. Antes los compañeros peleaban por la patria socialista y hoy nadie se juega la vida”.

Para Guerrero, en el presente la tendencia a la represión es orgánica y se manifestó, por ejemplo, en el conflicto Kraft-Terrabusi en septiembre de 2009. “Se apalearon trabajadores por orden de una empresa”, dice. “Y un año atrás había ocurrido lo mismo con los trabajadores del Casino de Buenos Aires, y hace muy poco con los pescadores de Ingeniero White”. Para Guerrero, ésas son señales, pero lo que mejor explica la tendencia es el Acta para la Seguridad Democrática. “Son diez puntos. Pero hay uno, el séptimo, cortito, en el que se fijan los estándares para la acción policial durante manifestaciones de protesta, recitales, etcétera, de modo que la policía haga un uso proporcional de sus fuerzas”, señala. “Eso es tremendo porque el acta fue firmada por tipos como Pino Solanas, Martín Sabbatella y Jorge Ceballos, de Barrios de Pie”. Y lo que podría interpretarse como un límite, para Guerrero, es desmesura: “Este documento tiene una enorme importancia porque fue preparado por el CELS y financiado por la Fundación Ford, es decir que los demócratas le dan marco a la represión”.

“Es el último peronismo”, sentencia Guerrero. “Estamos ante el último punto de la degradación bonapartista. No digo con esto que no haya más gobiernos peronistas; lo que sí afirmo es que no habrá más un movimiento que permita que se apaleen trabajadores en defensa de los negocios de un gánster como Cristóbal López”.

Y, para cerrar la idea, echa mano a la última época de John William Cooke, quien dijo: “Es imposible el nacionalismo burgués” o de los últimos tiempos de Rodolfo Ortega Peña: “Hay que construir un partido obrero”.

María Sucarrat

1 comentario:

  1. Recomiendo fervorosamente la lectura de este libro, de sus setecientas páginas que me leí sin parar hasta la última. Ni académico, ni ensayoso, trata con respetuosa seriedad a sus protagonistas, sin dejar de señalar sus infranqueables límites políticos. Y su consecuente tragedia. Un balance necesario, especialmente útil para entender el hilo político de aquellos años complejos, para los que lo vivimos parcialmente tanto como para los que entonces ni siquiera habian nacido y ahora preguntan.

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