Aproximaciones a El siglo soviético de Moshe Lewin
Gramsci, la revolución y El Capital
Manuel Sacristán (1969)
Sobre todo Gramsci subraya el modo en que la ideología y el sentido común tienen dimensiones sociales complejas. No son meros repertorios de ideas falaces que reflejan automáticamente los intereses materiales de las clases dominantes y que colonizan como un virus la mente de los subalternos. Están engranados en las formas de vida, en los sistemas de solidaridades, intereses y dependencias de grupos sociales heterogéneos. Este es el sentido de la "hegemonía", un concepto que Gramsci recogió tanto de los debates de los revolucionarios rusos como de sus estudios lingüísticos.
César Rendueles (2017)
Presento aquí la traducción de Manuel Sacristán, la de su Antología para Siglo XXI de 1970, reeditada por Akal en 2013 (recuperada también por Rendueles en su edición de Escritos. Antología, Alianza editorial, 2017). Son siete pasos en total.
En nota de su traductor (Sacristán): Artículo "La revolución contra El Capital", en A. En IGP aparece el mismo día un artículo proponiendo un "club de vida moral" o asociación de cultura socialista, organismo intermedio entre el partido político y el sindicato. Es la primera manifestación de la búsqueda por Gramsci de organismos políticos (socialistas) de masas".
Un comentario general de un profesor e historiador de la UAB, maestro de muchos, José Luis Martín Ramos:
La Revolución de los bolcheviques, prosigue el autor de los Quaderni, "está más hecha de ideología que de hechos". Por eso, añade, "en el fondo, importa poco saber más de lo que sabemos ahora". Es la Revolución contra El Capital, de Marx, el activismo, la organización, las creencias de las gentes (lo que llama ideología) contra la supuesta determinación económica inexorable de la historia. Dicho rápido y mal: rige la voluntad transformadora contra el supuesto inmovilismo inferido de una lectura marxista clásica y con poca cintura de la situación.
El Capital, de Marx, era en Rusia el libro de los burgueses más que el de los proletarios, continua Gramsci, era "la demostración crítica de la fatal necesidad de que en Rusia se formara una burguesía, empezara una era capitalista, se instaurase una civilización de tipo occidental, antes de que el proletariado pudiera pensar siquiera en su ofensiva, en sus reivindicaciones de clase, en su revolución". La mirada ortodoxa de la situación: en Rusia como en Occidente, no hay más; El Capital lo ha "demostrado".. No hay otra. Los hechos, aquí parece haber un cambio de significado del término, los hechos equivaldrían a la acción, "han superado las ideologías". Los hechos, en este sentido, "han provocado la explosión de los esquemas críticos en cuyo marco la Historia de Rusia habría tenido que desarrollarse según los cánones del materialismo histórico". Los bolcheviques, comenta AG de forma provocativa, reniegan de Marx, "afirman con el testimonio de la acción cumplida, de las conquistas realizadas, que los cánones del materialismo histórico no son tan férreos como podría creerse y como se ha creído". Es decir, no reniegan propiamente de Marx, no es contra Marx, contra El Capital, sino contra una lectura "mecanicista", sin intervención de las clases en lucha, una interpretación poco creativa de la tradición.
Y, sin embargo, estamos ahora en el punto 3 del artículo, "también en estos acontecimientos hay una fatalidad, y si los bolcheviques reniegan de algunas afirmaciones de El Capital, no reniegan, en cambio, de su pensamiento inmanente, vivificador". No son "marxistas", es decir, no siguen a Marx de forma repetitiva, poco o nada creativa, su marxismo es una marxismo de vida, de lucha, "y eso es todo; no han levantado sobre las obras del maestro una exterior doctrina de afirmaciones dogmáticas e indiscutibles". Como diría Francisco Fernández Buey, practican, crean, generan, un marxismo sin ismos… y con vida y lucha. La formulación, la copio, es muy potente, muy hábil: "no han levantado sobre las obras del maestro una exterior doctrina de afirmaciones dogmáticas e indiscutibles". Vale la pena retenerla: no son marxistas dogmáticos. "Viven el pensamiento marxista, el que nunca muere", que es la continuación, en opinión del Gramsci joven, "del pensamiento idealista italiano [Croce] y alemán [Hegel]", y que en Marx, en opinión del Gramsci de 1917, "se había contaminado con incrustaciones positivistas y naturalistas". ¿Quiso decir científicas? ¿O más bien, de incrustaciones que tendían a pensar la Historia de manera autónoma, con leyes propias, sin la intervención creadora de los seres humanos? ¿Positivistas, naturalistas, equivale aquí a ciencia sin política, conocimiento sin vida, sin seres humanos que luchan y transforman? Desde luego, como ha señalado Martín Ramos, el contexto político, la lucha teórica de Gramsci contra tendencias marxistas italianas de aquellos años, explica las formulaciones.
(Abro un paréntesis. Sobre el Gramsci joven conviene repasar o leer por vez primera el artículo -que tiene su origen de una conferencia de Sacristán dictada en un Ateneo de Pontevedra- sobre "La formación del marxismo en el joven Gramsci". Se publicó en Realidad, la revista teórica del PCE, n.º 14, 1967. Puede verse ahora, 50 años después, en M. Sacristán, Sobre Marx y marxismo, Barcelona, Itaca, 1973, pp. 62-84. Cierro paréntesis).
Y ese pensamiento, de nuevo habla Gramsci, "no sitúa nunca como factor máximo de la historia los hechos económicos en bruto", la visión digamos economicista, tradicional, la ortodoxa e indiscutible en aquellos momentos para algunas tendencias, sino -el paso es más que brillante- "siempre el hombre, la sociedad de los hombres, de los hombres que se reúnen, se comprenden, desarrollan a través de esos contactos (cultura) una voluntad social, colectiva, y entienden los hechos económicos, los juzgan y los adaptan a su voluntad" hasta que ésta, la voluntad, "se convierte en motor de la economía, en plasmadora de la realidad objetiva, la cual vive entonces, se mueve y toma el carácter de materia telúrica en ebullición, canalizable por donde la voluntad lo desee, y como la voluntad lo desee". Gramscismo en estado puro.
El idealismo, por decirlo en términos usuales, es obvio, es evidente, pero es también clara la voluntad de transformación, de lucha, de superación de los límites fijados. Digamos que los caminos del señor tal vez sean inescrutables, pero algo parecido ocurre con el pensamiento radical, revolucionario: el idealismo filosófico de Gramsci (que podemos considerar erróneo o alejado de la tradición marxista bien entendida) le mueve, le orienta a posiciones revolucionarias. La voluntad (transformadora( contra el destino (inexorable).
Dejo aquí por el momento el artículo de Gramsci.
Las siguientes palabras de Manuel Sacristán de una entrevista de 1979 que permaneció inédita más de quince años pueden ayudarnos a cerrar esta aproximación:
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