Dispuesto a escuchar: "Un Maestro de médicos"
.El 15 de abril, a los 85 años, falleció el doctor Amadeo P. Barousse, eminente clínico, ferviente defensor de las residencias médicas como sistema de formación del postgrado. De brillante currículum, desde 1986 fue Jefe del Departamento de Medicina Interna del Hospital nacional Posadas, hasta que se retiró del mismo. Y hasta días antes de su muerte trabajó en el Hospital San Juan de Dios, de Ramos Mejía.Perteneció a una camada de clínicos brillantes en una época donde la medicina era una profesión liberal, había mucho por descubrir y poca tecnología, la relación médico-paciente tenía más de arte que de ciencia y el ser médico era un "ser en el mundo y en la sociedad". Profundamente religioso, hombre misericordioso y de valores nobles, supo formar, con su esposa Ivonne, una bella familia con hijos, nietos y bisnietos. Deportista por placer, apasionado remero, disciplina que practicó regularmente hasta avanzada edad.
Hombre comprometido con su realidad social y con su época, conservó y defendió sus principios de libertad y democracia durante los aciagos años de la última dictadura militar. Mientras el tristemente famoso grupo de tareas "Swat" se enseñoreaba de los pasillos del Posadas en 1976 y creaba un centro de detención dentro del mismo predio del hospital, él personalmente, manejando su auto, llevó a Ezeiza a varios jóvenes médicos ayudándolos a salvar sus vidas y a iniciar sus forzados exilios. Mantuvo contacto epistolar con muchos de ellos (eran épocas de estampillas y carteros y no de Internet o celulares) y visitó a algunos en sus diferentes ciudades de residencia. También fue él quien los recibió a su regreso a partir de 1980 y los reinsertó en sus tareas.
A fines del año pasado, ya enfermo, fue uno de los testigos del Juicio reabierto contra los crímenes de la dictadura en la jornada que dio en llamarse "caso Posadas". Prestó testimonio valioso y valeroso. Hasta días antes de su muerte, literalmente hasta horas antes de su descompensación final, asistió al Hospital San Juan de Dios a hacer su recorrida de Sala e instó a los médicos a seguir investigando y desentrañando secretos y claves de historias clínicas bien confeccionadas. También atendió su consultorio particular hasta el último día y colgó su guardapolvo blanco, sabiendo, tal vez, que lo hacía por última vez.
Médico de familia, atendió en el oeste del Gran Buenos Aires a centenares de pacientes por décadas. Experto manejador de la semiología y la radiología, cálido contenedor de personas, sagaz y perceptivo. Con él se va una generación de médicos clínicos de los que no quedan, porque los tiempos cambian y la medicina con ellos, que marcó rumbos en la Medicina Interna de la Argentina. Probo, íntegro, entusiasta, jovial e inteligente. Para este Maestro de médicos, en la vida y en la profesión, un homenaje. Que con nuestra labor cotidiana podamos honrarlo y estar a la altura de sus enseñanzas.
Doctora Adriana Tomadoni
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