CONMEMORAR NO ES CELEBRAR
José Antonio Vera
Apenas hace tres años que Asunción y casi todo Paraguay, eran una fiesta, con la victoria electoral de Fernando Lugo al frente de la Alianza Patriótica para el Cambio (APC), que puso fin a siete décadas de predominio absoluto del Partido Colorado, y abrió una enorme esperanza popular de comenzar a reconstruir este injusto país.
Desde las naciones vecinas, en particular las que tienen gobiernos algo desligados de Washington, y de otros continentes en general, llegaban numerosas congratulaciones y no pocas ofertas de comprometerse a contribuir con el proceso de cambios que el país pedía a gritos y que sus principales responsables prometían, ofreciendo un panorama muy alentador que permitía avizorar políticas sociales decentes.
Fue un 20 de abril, pero a nivel de la mayoría de los paraguayos, ningún parecido existe entre este miércoles con aquel hermoso domingo, de abrazos entre amigos, compañeros y desconocidos, en medio de las calles vibrando de contagiosa emoción que alimentaban el sueño postergado de sumarse al despertar regional, en la búsqueda de comenzar a vivir en democracia, es decir, con justicia y equidad social, derechos que desaparecieron del país desde 1865.
Renombradas personalidades del mundo, destacadas en diferentes actividades, habían llegado esos días a Paraguay, dando testimonio de la confianza que les merecía Lugo y algunos de sus colaboradores más próximos, a conciencia de que en el círculo íntimo del mandatario había personajes que no acompañaban la idea de recuperar parte de lo que, hace casi dos siglos, fue la primera República Independiente del cono sur.
Para los sectores progresistas que la integran, la heterogénea APC representó desde el inicio una herramienta para el cambio, pero sólo una plataforma meramente electoral para los oportunistas de derecha que invirtieron dinero en la campaña de Lugo y se subieron a su carro con el único objetivo de ayudar a derrocar a los colorados, para pasar a ocupar sus privilegiados cargos en la administración pública, fuente de despojo del pueblo y enriquecimiento ilícito.
La APC actual se mantiene a los tumbos por la presencia de la membrecía popular del Frente del Frente Guasu, apartado desde hace un año el Partido Liberal Radical Auténtico, que detenta la Vice Presidencia de la República, en la persona de Federico Franco, un confeso conspirador contra Lugo, representando un mosaico fisurado del que trata de sacar ventajas el Partido Colorado que, por encima de su guerra interna, está rearmando sus fuerzas, con una fuerte inyección de dinero.
Desde los días inmediatos al 20 de abril del 2008, vastos sectores de la población conocen el acuerdo al que llegaron dos de los más enriquecidos patrones de prensa, junto con algunos empresarios nacionales y extranjeros, y futuros parlamentarios, estrechamente vinculados con la Embajada de Estados Unidos y su Agencia USAID, para constituirse en una especie de guardia pretoriana asesora de Fernando Lugo.
Su estrategia era aparentar una identificación con sus postulados de recuperar la soberanía nacional, a partir del rescate de la mitad de su producción de energía en las Represas de Itaipú y Yaciretá, que aún hoy continúan beneficiando mucho más a Brasil y Argentina, y en el programa de aplicar una reforma agraria integral.
Esos sectores subestimaron la personalidad nebulosa del exObispo y su experiencia sacerdotal del pusilánime oficio de estar bien con moros y cristianos, aunque siempre más con estos últimos, pero fracasaron en el intento de cooptarlo para sus mezquinos intereses, aunque gracias al apoyo de Estados Unidos, Lugo se convirtió casi enseguida en un Presidente Blindado, libre de cualquier atentado pero maniatado en su ejercicio.
Hoy, a tres años, nada es igual entre ambas fechas a nivel político, ni en la motivación y movilización popular, ni tampoco en el plano racional y mucho menos emocional. Pese a ello, se verifica en distintos ambientes que desde el 2008 hay un nuevo Paraguay, en el que la gente está aprendiendo cada día más a opinar y a criticar a las autoridades cuando considera que algunos de sus derechos son ignorados.
Hay decepción en la mayor parte de las fuerzas progresistas más cercanas al ex Obispo, aunque orgánicamente ninguna de ellas expresa una autocrítica seria asumiendo su cuota de responsabilidad en el fracaso, hay sectores populares que se sienten defraudados y, lo más grave, es que los gobernantes exhiben una desorientación alarmante, apareciendo como insensibles a la necesidad popular del cambio.
No pasa la media docena el número de medidas de este gobierno que se deben aplaudir, pero son quintuplicadas las que están quedando sin solución en el camino, cuando Lugo ha pasado la mitad de su mandato y le quedan sólo 28 meses.
En lo positivo, destaca el acuerdo arrancado al Gobierno de Lula, que reconoce Dilma Rousseff, fruto de una paciente e inteligente negociación del equipo paraguayo, para que en los hechos Brasil comience a reconocer el derecho de Paraguay sobre el 50 por ciento de la electricidad que produce Itaipú y supere los míseros 120 millones de dólares anuales por el 45 que se lleva. Paraguay apenas consume cinco por ciento.
La Presidenta urge al Congreso que apruebe el acuerdo de Lula de triplicar esa suma, antes de su visita oficial a Asunción este 15 de mayo, por los festejos del Bicentenario. Igualmente Paraguay reivindica su facultad natural de vender su excedente a quien quiera, cosa impedida hasta ahora por su socio mayor.
El segundo acierto de Lugo ha sido el decreto de salud gratuita, a pesar de que la infraestructura hospitalaria y los insumos han sido desbordados por la demanda de una población por décadas marginadas de los servicios sociales, y los sectores más excluidos, incluso humillados por los caudillos, pañuelo colorado al cuelo, a quienes tenían que pedir su influencia para que se les atendiera en un centro de salud.
Otra medida plausible ha sido la asignación aportada por la Secretaría de Acción Social a las familias en situación más miserable, pasando desde el primer año de 10 mil a 90 mil los beneficiados, aunque en ello se abusó del viejo error del asistencialismo, con algunos signos correctivos de última hora, tras la asunción de titular del militante social Hugo Richer, en reemplazo del cura Pablino Cáceres.
En la institución policial, aunque continúa profundamente corrompida y no hay ningún jerarca condenado, es dable constatar que se ha procedido a encarcelar o dar de baja a un importante número de oficiales, al tiempo que se ha requisado una cantidad de estupefacientes como nunca antes.
En el aparato represivo, en general, también es de destacar el acierto de Lugo de proceder a una vasta remoción de la jerarquía militar, dando de baja a Coroneles y Generales formados en la ideología y métodos del régimen nazi-fascista del General Alfredo Strossner, derrocado en febrero de 1989.
También es necesario señalar que muchas iniciativas del Ejecutivo Nacional a favor del desarrollo social, han recibido un sistemático sabotaje del Parlamento, fortalecido en sus vicios por un Poder Judicial inamovible en su obsecuencia con los sectores de mayor poder financiero, sin ruborizarse frente al origen dudoso de muchas fortunas.
En cambio, en el camino zigzagueante del Presidente está quedando atrás la Reforma Agraria, en un país con el 86 por ciento de la mejor tierra en manos del 2.5 por ciento de la población, que arroja entre 250 a 300 mil familias viviendo como parias, a juicio del Ingeniero Alberto Alderete, quien presidió el Instituto de Desarrollo Rural y de la Tierra (INDERT), en el primer año y medio de este gobierno, renunciante “por la impotencia de sentirse solo frente a la enorme presión de los terratenientes”.
La Comisión de Verdad y Justicia, presidida por el Monseñor Melanio Medina, descubrió que más de ocho millones de hectáreas están ocupadas por latifundistas civiles y militares, que conformaban el anillo más íntimo de Strossner, muchos de los cuales, sin haberlas pagado nunca, las vendieron enseguida de su caída a transnacionales sojeras y ganaderas.
La corrupción es otra materia que la APC, en toda su campaña electoral prometió combatir a fondo, pero que nada ha hecho hasta ahora, con el agravante de que algunos de sus miembros están salpicados por crecientes versiones de que, al igual que la mayoría colorada, utilizan su gestión para el enriquecimiento personal.
La restructuración de la Administración del Estado, la solución del déficit habitacional, que afecta a unas 800 mil viviendas, según informes de algunas ONG, la creación de empleos, y el hacer realidad la gratuidad de la enseñanza, son otros de los capítulos del programa de Gobierno de Lugo, que están siendo olvidados.
Habría 50 por ciento de la población en la pobreza y un cuarto en la miseria, mucha mano de obra desocupada, un grueso sometida en labores irregulares, apenas el 30 por ciento de las empresas pagan el salario mínimo de casi 400 dólares mensuales, en un país convertido en importante agro-exportador que, además de no impulsar un mínimo de industrialización de su materia prima, continúa exonerando de impuestos a la docena de transnacionales que operan impunemente.
En el 2002, el último censo de población computó seis millones 300 mil paraguayos, con una aplastante juventud, cercana al 60 por ciento menor de los 30 años. De ese total, alrededor de un millón reside en Argentina y unos 200 mil en España y en otros países.
Ante la problemática social, con miles de niños y adultos sub-viviendo en las calles, con una masa poblacional que activa en la marginación consciente, el Gobierno de Lugo se muestra inoperante e incapaz, vanagloriándose de haber cerrado el 2010 con un PIB del 14.5 por ciento y un cúmulo de reserva monetaria en el Banco Central que superaría los cuatro mil millones de dólares, dos éxitos que ningún beneficio aportan al pueblo y sólo sirven para sostener el resquebrajado sistema capitalista.
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