La historia del marino que se hizo guerrillero
Por María Laura Abeijón Sarquís
Acosta, de la Marina a Montoneros
Aníbal Acosta fue suboficial de la Infantería de Marina de la Armada Argentina a principios de los '70. Hasta que en 1972 organizó una sublevación para que sus compañeros avanzaran el 17 de noviembre hacia Ezeiza junto a la JP y Montoneros en apoyo a Juan Domingo Perón.
Según su idea, las Fuerzas Armadas debían ser un medio para mejorar la sociedad y no un instrumento de represión.
Por ese levantamiento fue sometido a consejo de guerra, apresado, dado de baja y perseguido por rebelarse. Fue en 1973 que lo pasaron a disponibilidad y se incorporó a la organización Montoneros, donde instruyó a varios compañeros a combatir, con los conocimientos que había adquirido durante su formación en las Fuerzas Armadas.
Luego de distintas instancias judiciales para ser reincorporado a las FF. AA., recién en 2005 recibió el reconocimiento del Estado, que permitió su regreso como Teniente de Fragata.
En la actualidad es licenciado en sociología y enseña economía en la Universidad de Buenos Aires.
Perfil.com: ¿Por qué decidió ingresar a las FFAA y a la Marina en particular?
Acosta: Mi objetivo principal era liberar a la Argentina de la dominación de potencias extranjeras, especialmente Estados Unidos. Tenía intuitivamente colocada la idea de la “patria”. Creo que la elección de la Marina proviene de un cuento que leí de chico de un marino con un barco que me impresionó bastante y me generó toda una fantasía.
Perfil.com: ¿De qué manera pensaba combatir esos problemas desde las FFAA?
Acosta: Eso había que resolverlo desde la política. Y yo aprendí desde chico que para ser presidente, se necesitaba ser militar. Las FFAA siempre tenían el poder político.
Perfil.com: ¿Cuándo se dio cuenta de que no estaba de acuerdo con la ideología militar y empezó a rebelarse?
Acosta: Nunca tuve una actitud sumisa en la Escuela Naval. Jamás obedecí órdenes que no debían ser acatadas por ser ilegales, por lo que sufrí castigos muy fuertes. Yo no tenía una ideología política sino que me orientaba a lo social y es por eso que acompañé al movimiento peronista en el momento en que luchaba por los intereses nacionales. De todos modos, no me considero peronista. Ingresé en la JP Tendencia, que estaba enfrentada con Perón.
Perfil.com: ¿Cómo organizaron la sublevación del 17 de noviembre de 1972 en la ESMA para ir a recibir a Perón?
Acosta: Ante la llegada de Perón sabíamos que la orden iba a ser reprimir pero nosotros queríamos estar del lado del pueblo. La organización fue lenta. Se dividieron las tareas y se designó por qué sector avanzaría cada grupo. Acordamos con la JP y Montoneros que nuestros compañeros se encontraran con ellos para proveerlos de armas y marchar juntos a Ezeiza una vez que lograran escapar de la ESMA Lo que no sabíamos era que ya estábamos fichados. Ese 17 de noviembre yo estaba en el portaaviones a cargo de una agrupación de desembarco y ni bien empezó la sublevación me metieron preso ahí cinco días. Me interrogaron, me sometieron a consejo de guerra y me trasladaron a la ESMA.
Perfil.com: ¿En la escuela naval lo formaron para combatir al enemigo extranjero o a la guerrilla interna?
Acosta: Si bien las FFAA se preparaban como un cuerpo para luchar contra extranjeros, paralelamente se fue introduciendo la guerra antisubversiva interna. De a poco las FFAA empezaron a hacer participar más oficiales, por ejemplo poniendo una bomba en una unidad básica. Pero ya desde la época de Lanusse el armamento apuntaba a la guerra interna.
Perfil.com: ¿Cómo fue la preparación militar para combatir a la guerrilla?
Acosta: En primer lugar se creó la figura del comunismo que implicaba la disociación de la nación. En realidad no sabían muy bien qué era el comunismo pero te inculcaban que había que evitarlo. Adentro ya se escuchaba que había que matarlos, hacerlos picadillo y a los traidores peor.
Perfil.com: ¿Cuándo empezó a militar?
Acosta: Pertenecí a la JP y cuando me dejaron a disponibilidad a mediados de 1973 me incorporé a Montoneros. Se me designó una unidad básica y me metí como un militante más. Básicamente, yo le enseñé a mis compañeros los conocimientos adquiridos en las FFAA para luchar precisamente contra ellos. Esa era mi tarea principal. No sólo los preparaba en el manejo de armas, sino que también los instruía en cómo organizar una unidad de combate y realizar un entrenamiento de tiro. A su vez, hacíamos prácticas con armas simuladas porque organizar la ubicación dentro del frente de combate requiere de toda una técnica. Cuando me dieron la baja en 1975 dejé de militar, me fui a Córdoba porque la cosa estaba muy pesada y había mucho servicio de inteligencia infiltrado en Montoneros.
Perfil.com: ¿Cómo vivió el definitivo regreso de Perón el 20 de junio de 1973?
Acosta: Cuando salí en libertad el 23 de marzo y regresé a mi hogar queríamos vivir la parte de la historia que me había perdido. Así que con Ricardo Hirsch, otro guardiamarina, decidimos ir a recibirlo Estábamos cerca del palco y nos topamos con Orueta, que estaba con un grupo de Montoneros. El tipo se sintió bastante incómodo cuando nos vio y nos alejó del grupo con el que se encontraba. No era para menos, Orueta decía ser sociólogo, pero era un agente infiltrado de un servicio de inteligencia. Cuando los Montoneros se dieron cuenta lo fusilaron.
Perfil.com: ¿Por qué cuando los liberan en marzo de 1973 los ponen a disponibilidad en lugar de darles la baja?
Acosta: La Ley de Amnistía decía que debían reincorporarnos pero las FFAA querían darnos la baja. Pero no pudieron. Massera se presentó ante Perón en 1973, ya que el Presidente era quien debía autorizarla. Sin conocernos, Perón se jugó por nosotros y negó el pedido. Massera le insistió aduciendo que éramos subversivos, unos zurdos. Pero Perón le dijo “No, a los muchachos no”. Hasta que la termina firmando Isabelita el 24 de junio pero con vigencia a partir el 1 de julio, el día que muere Perón. Él nunca dejó que nos dieran de baja. Con la disponibilidad te siguen pagando pero no tenés destino, te quedás en tu casa. Así que enseguida iniciamos los reclamos para que nos reincorporaran al servicio.
Perfil.com: ¿Por qué quería reincorporarse si no estaba de acuerdo con la metodología de las FFAA?
Acosta: Precisamente por eso. La mejor forma de cambiar las cosas era desde adentro.
Perfil.com: ¿Cómo fue el camino hasta lograr la reincorporación?
Acosta: Presenté escritos escalando administrativamente las diversas jerarquías. Todas eran respuestas evasivas y su justificación era que nos daban de baja por no reunir las condiciones necesarias para ser oficial de la Armada. Recién en 1989 conseguí un abogado que me represente. El primer fallo sale favorable pero el segundo en contra. Apelamos a la Corte Suprema y de los nueve jueces, ocho nos rechazan porque dicen que la causa había prescripto, pero la nuestra era una causa previsional que no prescribe. La Corte Suprema que supuestamente representa la democracia falló anticonstitucionalmente. Nos conectamos con el Consejo Interamericano de los Derechos Humanos que recomendó al gobierno de Menem que llegara a un acuerdo que no se concretó. En 2005 mi abogado se contactó con el entonces presidente Néstor Kirchner y fue en ese momento cuando logramos que nos reincorporaran a las FFAA como de Tenientes de Fragata.
Perfil.com: ¿Qué sensaciones le provocó el reconocimiento?
Acosta: Para mí obviamente fue ganar una lucha después de 33 años. Me llené de emoción. Pensé en mi viejo que ya había fallecido pero que me hubiese gustado que estuviera ahí. Más de treinta años después tanto la Armada como el gobierno civil me dieron la razón y el reconocimiento que merecía.
Perfil.com: Como ex montonero, ¿reconoce que la agrupación cometió delitos de lesa humanidad?
Acosta: No. Ese tipo de delito se aplica a los Estados o fuerzas beligerantes que tienen discrecionalidad para aplicar otras medidas para anular la acción del enemigo y cuando se actúa contra una población inocente que no representa peligros para esa fuerza. No se conoce ningún campo de concentración y de tortura de Montoneros ni se conocen militares desaparecidos o que vivieran ocultos por miedo a los Montoneros o al ERP.
Perfil.com: Durante el gobierno de Ricardo Alfonsín se realiza el juicio a las juntas y se dicta la Ley de Obediencia Debida. ¿Cuáles fueron las consecuencias?
Acosta: Creo que el Juicio a las Juntas terminó siendo un juicio vindicativo que por un lado está bien porque las Madres querían vindicar a sus hijos pero la sociedad tenía que haber hecho un juicio político con una condena más amplia. Lo que hizo Alfonsín en 1987 con la Ley de Obediencia Debida fue decir que aquellos que cumplían órdenes ilegales quedaban amparados. Fue un intento de tapar todo. La tortura es una orden ilegal y nosotros tuvimos los huevos suficientes para no cumplirla.
Perfil.com: ¿A qué atribuye los indultos decretados por el ex presidente Carlos Menem?
Acosta: Fue una decisión política que revela la íntima relación entre la diplomacia argentina y Estados Unidos. El mensaje también apuntaba a las fuerzas sociales internas, aquella parte de la sociedad que avaló y sigue justificando la represión, aunque algunos toman un poco de distancia con el grado de la represión. Es aberrante que como consecuencia de estas medidas dilatadoras que se sucedieron a lo largo de los gobiernos democráticos, recién ahora cuando los represores están viejos se comienza a destapar todo y ni siquiera se puede condenar a los verdaderos responsables.
Perfil.com: ¿Y quiénes son los responsables?
Acosta: Esto obviamente estuvo dirigido y conducido por Estados Unidos, que decidía y aún decide quiénes son los terroristas a nivel internacional. Por otro lado, no estoy de acuerdo con la idea de que la culpa sea únicamente de los militares y no de los civiles. Dentro de las FFAA, algunos pensaban diferente el problema era que si vos no obedecías una orden no solo corrías peligro de muerte sino de torturas y encubrimientos por parte de jueces y de curas. Creo que de alguna manera se mandó a las fuerzas armadas a hacer el trabajo sucio.
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